Gestionar la brecha

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20 de enero de 2020
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12:16 am
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Gestionar la brecha

Por PG. Nieto
Asesor y Profesor C.I.S.I.

“Hemos prodigado enormes sumas de dinero en socorrer a los pobres, los cuales han tendido siempre a agravar su miseria. Pero no nos hemos ocupado de educarlos, quizá el único medio de que disponemos para elevar su situación y para hacer de ellos hombres más felices”. Pensamiento de Thomas Malthus, quien ya en el siglo XVIII expuso el grave problema que soporta cualquier nación para desarrollarse ante la necesidad de gestionar su capital humano, definido por su valor productivo: material e intelectual.

Inicialmente se consideraban factores del desarrollo: tierra, trabajo, y capital, por su inversión en maquinaria y activos materiales. Las investigaciones de los economistas Schultz y Becker, años 60, determinaron que también existen activos inmateriales, invertir en las personas aumenta la productividad e impulsa el desarrollo tecnológico. Si queremos progresar el Estado debe empeñar su mayor esfuerzo en mejorar el capital humano. Es imperativa una educación y formación de calidad, conceptos complementarios. La educación se recibe esencialmente en el seno familiar, la formación en las aulas. Ambas solapan valores, compromisos y responsabilidades.

La familia, soporte de la sociedad, pilar de la nación, necesita atención prioritaria. Confundimos causa con efecto respecto de la pobreza y el desarraigo familiar, afectando ambas a la educación, para terminar de forma recurrente responsabilizando de todo al gobierno. Pobreza y educación son compatibles en el seno familiar. Pobreza y formación necesitan del Estado para serlo. Los gobiernos no son oficinas de empleo, sino generadores de oportunidades. La pobreza es bandera recurrente para la oposición, cambiando de manos alcanzado el poder. Para muestra el siguiente botón.

Junio 2007, tras año y medio en el poder Manuel Zelaya, inaugurando un programa del FHIS para desarrollar infraestructuras en comunidades pobres de Tegucigalpa, con fondos del Banco Mundial, discurseó: “La pobreza afecta a 5,5 millones de los 7,4 millones de hondureños, de los cuales 2 millones viven en extrema pobreza”. Agosto 2008, un año después, el PNUD en su «Proyecto de Análisis Político y Escenarios Prospectivos» informaba: “La crisis política, económica, energética e institucional que atraviesa el país provocará que al menos el 10% de la población, unos 128,653 hogares, se volverán más pobres. Los avances en la reducción de la pobreza de las dos últimas décadas prácticamente se perderán. El 55% de la población estará dispuesta a emigrar”. Entonces, ¿cómo entender el discurso populista y demagógico de los próceres sobre pobreza y migración? Sencillo, es la oposición.

No hay sintonía entre el capital humano y las demandas de un mercado laboral aletargado, desmotivado y receloso. Formación y ofertas de empleo están en distinta longitud de onda. Sócrates decía que no sabía enseñar, solo hacer pensar. Honduras utiliza metodologías de enseñanza del jurásico. Los estudiantes no saben cuestionar la realidad, investigar, debatir, competir, utilizar el pensamiento crítico. Las nuevas tecnologías están revolucionando el mercado, apareciendo profesiones para las que no existe formación o es deficitaria. La masa laboral busca emplearse en profesiones saturadas, con demandas regresivas, o bien para trabajos donde se necesitan conocimientos y habilidades que no tienen.

Sobre los docentes responsables de la formación, un ejemplo: Concurso 2019, cumpliendo estándares internacionales se hicieron las pruebas de aptitudes y competencias básicas a 22,100 aspirantes, reprobando 17,900. Este es el futuro que llama a la puerta si no hay un golpe de timón en la educación (familia) y formación (aulas, material y docentes cualificados). Por sus consecuencias se trata de un problema de Seguridad Nacional, que los gobiernos de turno no han solucionado por negligencia, desidia, o incapacidad.

El discurso de que la pobreza genera desigualdad está sesgado porque depende del enfoque, la desigualdad no genera pobreza. La desigualdad es consustancial con el ADN, la pobreza con las circunstancias. Siendo de justicia social que los gobiernos resuelvan las necesidades básicas de los pobres, según Malthus, no es regalándoles recursos (que alguien sufraga) como saldrán de la pobreza. Se deben articular procedimientos que permitan a cada persona, de cualquier condición, acceder a la mejor educación y formación posible para desarrollar sus capacidades, según su esfuerzo y compromiso. El capitalismo pretende la desigualdad en la riqueza, el socialismo la igualdad en la pobreza. La pobreza material (involuntaria) es responsabilidad del Estado, se confronta invirtiendo recursos para erradicar la pobreza intelectual (voluntaria), que es responsabilidad individual.

“El hombre no es más que lo que la educación hace de él”. -Kant-.

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