Suicidios

OM
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20 de enero de 2020
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12:18 am
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Suicidios

Por Marcio Enrique Sierra Mejía

La historia hondureña siempre ha sido conflictiva, pero en nuestro tiempo emergen elementos nuevos que están acentuando el riesgo, en particular el extraordinario aumento de la desvaloración humana que nos conduce a una autodestrucción del estado de convivencia y que se va acentuando en este siglo XXI. Hasta hoy lidiamos con la pérdida de las posibilidades de generar valor o de contribuir al mismo y la pérdida de la propia importancia en el proceso de generación o reproducción de valor. El ejemplo estadístico más evidente de esta desvalorización humana lo vemos al observar el comportamiento de la curva de suicidios en Honduras 2013-2019:

En siete años podemos observar un aumento de 63% de suicidios pasando de 258 suicidios en 2013 a 420 en 2019. Existe una multiplicidad de causas que originan este fenómeno social o la actitud consciente de las personas ante las condiciones de la vida social que pudieran estar impulsándoles de forma inevitable a un suicidio; al respecto, el psiquiatra hondureño Javier Uclés, expone una tesis interesante sobre la multicausalidad de factores que pueden explicar los orígenes de este fenómeno social. En mi criterio, convivimos bajo una dinámica de “desincentivación” debido a una acumulación o la formación bruta de capital que no contribuye a desatar una secuencia en cadena de valorización de los hondureños en su trabajo, en la creación de su capital fijo y circulante y, en consecuencia, de su propia naturaleza humana y socioeconómica. Convivimos siguiendo una doctrina económica de vida que nos conduce al fracaso del capital y, por ende, del desarrollo económico del capitalismo como proceso en general.

Considero que la baja capacidad del capital en nuestro desarrollo económico, principalmente el que forma capital fijo hace que nuestro capitalismo nos habitúe a vivir en una especie de cámara oscura, en la que el culto al dinero, afecta el desarrollo del trabajo social productivo porque no aumenta la autovaloración del capital, sino que más bien contribuye a disminuir el valor de la fuerza de trabajo como mercancía porque tiende a restarle importancia al proceso general de procuración de valor. Lo cual, en mi perspectiva analítica, es un proceso que afecta en general la condición emocional de la gente. Aunado a esto, el desempleo masivo estructural es otro proceso crónico que, pareciera imposible de contrarrestar, mismo que también contribuye a generar condiciones socio-psicológicas de “desvalorización activa” que causa efectos contraproducentes en la vida emocional de las personas. Si bien existe una multiplicidad de factores de riesgo que empujan a una persona a suicidarse; tales como, sufrir depresión y/o trastornos psiquiátricos, como esquizofrenia, abusar de sustancias psicoactivas como el alcohol u otras drogas, situación de estrés laboral o académico, pérdida o problemas de pareja, agudizado en adolescentes, falta de apoyo familiar y/o social; en mi opinión, son las dificultades económicas las que probablemente tienen mayor peso en la ecuación del suicidio. Hay que prevenir el suicido desde el Estado, es una obligación pública crear condiciones de oportunidades socioeconómicas estructurales que contribuyan a eliminar o evitar las conductas suicidas. El suicidio es un fenómeno social que debe atacarse eliminando mitos que no faciliten la tarea. Hay que hablar sobre el suicidio como tema público y establecer mecanismos pertinentes para observar los indicios que pueden advertir de ello para así, intentar evitarlos. El Estado debe expresar su sensibilidad y crear líneas de atención ante las conductas suicidas. La prevención del suicidio significa reconocer una visión que lo enfoque como cuestión social, que implica, comprender los diferentes factores de riesgo que pueden conducir a alguien a quitarse la vida. Necesitamos medidas puntuales que tengan una visión global de la problemática y que planteen un plan de actuación dirigido a la juventud.

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