Palabra de los lectores

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24 de enero de 2020
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12:02 am
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Palabra de los lectores

Por: Juan Ramón Martínez

Aunque reconozco que hay asuntos más importantes: el escaso desarrollo económico, el aumento de la pobreza, los débiles avances democráticos y el crecimiento de la deuda interna y externa, me siento obligado a volver sobre el tema. Tanto por los lamentos y las rabietas, que exhiben las debilidades emocionales de las élites y su dependencia del exterior, como porque varios lectores –a los que respeto mucho– me han escrito, comentando mi último artículo. Algunos en favor. Otros en desacuerdo. Pero todos, dentro del mayor respeto. Uno de ellos, me ha impresionado mucho. Se trata del abogado Rafael Padilla que, con mucho talento ha dicho que el tema de la MACCIH, no es un asunto jurídico; ni objeto de pasiones, sino de fuerza política. Recomendó que, si se pretende hacer algo, hay que tener más diputados en el Congreso. Recomendó a los políticos indignados, con razón o sin razón, que si quieren cambios, necesitan conquistar al elector, convenciéndolo que ellos rectificarán lo que ha hecho mal este gobierno.

Un colega, me corrigió sobre el inicio de la corrupción. Escribió que “no comparto que el origen (de la corrupción) esté en la colonia española. Sin duda que desde antes había, porque se encuentra en el ADN. La corrupción no es solo política, está en la familia, trabajo, relaciones… Esaú vendió su primogenitura por un plato de lentejas y luego la quiso reclamar en contra de la palabra dada. Qué fue eso?”, concluyó. Por supuesto, el enfoque que manejo, parte del criterio que la corrupción, se convierte en un problema general, cuando quien la ejecuta, ocupa recursos públicos y fuerza para imponerse sobre todos. Es decir que nace con el estado. Y en el caso de Honduras, los cobradores reales de los impuestos, se los quedaban, total o parcialmente. Convirtiéndolos en las riquezas de algunas familias, cuyos descendientes, siguen dominando la vida política nacional.

Por su parte, un profesor amigo, de La Esperanza, me expresó que “particularmente no estoy de acuerdo con la no renovación del convenio de la MACCIH; no encuentro bajo qué racionalidad se realizó ese acto tan impopular, porque los razonamientos nacionalistas (chauvinistas) esgrimidos, se refutan por las mismas actuaciones del gobierno y por la realidad de un mundo global. Un sociólogo el día de ayer, sostuvo que lo que imperó, fue la racionalidad autoritaria, es decir impedir que se descubran los vínculos del gobierno con el crimen organizado, la corrupción y el narco”. Las cosas son más sencillas. Fue un acto político, defensivo de quienes se sintieron amenazados por los fiscales extranjeros que, olvidaron que no debieron haber atacado al Congreso, –en el momento que lo hicieron–, sino hasta después de la renovación. Perdieron de vista lo que Padilla sostiene: la lucha es política, no jurídica. Olvidaron que en las manos de los amenazados, estaba la renovación de su mandato. Menospreciaron la fuerza de los diputados para defenderse. Lo que ha permitido a JOH, lucir respetuoso de la división de poderes.

Otro lector aporta interioridades. Contó que la MACCIH, negó a algunos acusados el derecho a la defensa. “En las audiencias de los juicios no prevalecía la autoridad del juez, sino la suya. Siempre estuvieron incidiendo en las decisiones de los funcionarios judiciales. Cuentan, abogados defensores, que los de la MACCIH, llegaron al extremo que en las propias audiencias pasaban papelitos a los fiscales de los casos, instruyéndoles sobre lo que tenían que hacer. Lo mismo hacían con los jueces, a los que coaccionaban”. Poco a poco, conoceremos la razón, porqué el Fiscal General, se mantuvo alejado, evitando la presión que sabía que era un mecanismo impropio, usado por los fiscales extranjeros para lograr resultados, pasando por encima del respeto a las reglas procesales.
Un capitalino, me señaló que debí agregar que la corrupción es resultado del fracaso de la democracia representativa. Otro, desde la costa norte, ratificó que se origina en la falta de un sistema democrático en el que, los ciudadanos pongan los funcionarios a su servicio.

Al final, aceptemos que el problema de la corrupción, no se resolverá en la calle, sino en las urnas. Necesitamos reducir, eficientar y transparentar al gobierno. Exigiéndole rendición de cuentas. Por medio de partidos democráticos, dirigidos por electores de mayor cultura política. Y un sistema judicial perfeccionado.

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