Reconocimiento a Juan Francisco Oyuela, profesor de mis primeras letras

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24 de enero de 2020
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09:18 am
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Reconocimiento a Juan Francisco Oyuela, profesor de mis primeras letras

Fredis Mateo Aguilar Herrera

Empiezo este nuevo año valorando el trabajo de todos los profesores de Honduras, principalmente de quienes nos brindaron las primeras letras como base del crecimiento profesional. En esta oportunidad mi reconocimiento al profesor Juan Francisco Oyuela por enseñarme con dedicación a leer en la escuela José Trinidad Cabañas de El Chagüitón, Soledad a mediados del 70. En dicho centro educativo terminé mi educación primaria gracias a las buenas enseñanzas del profesor José Antonio Murillo y Rubén López Raudales. También es digno recordar a Lorenza Obdulia Carbajal, primera profesora de dicha escuela que dio inicio clases el 11 de marzo de 1958, asimismo a los sucesores profesores: José Marcial Oyuela, Mélida Rosinda Oyuela, Alejandra Cabrera, Elías Maradiaga, Armando Oyuela, Abelina Aurora Aguilar, Mélida de Lanza, Teresa Díaz, Elsa Aguilar, Vicberto Flores, Carmen Canales, Eva Herrera y actualmente Glenda Amador. (Datos proporcionados por José Miguel Aguilar).

El profesor Juan Francisco Oyuela, originario de Soledad El Paraíso, vivió 13 años de infancia en El CHagüitón y ahí cursó en 1959 su primer grado con el profesor German Herrera Molina. En ese entonces la escuela era de techo de paja y da apertura por gestiones de su abuelo José Marcial Oyuela, en 1972 pasó a ser de adobe y teja, cuando fue alcalde Catarino Gómez y en 1998 en su propia administración se construyó de paredes de ladrillo y techo de lámina. Completa su primaria en la escuela urbana Froylán Turcios. Su labor la inicia como maestro empírico en 1972 en Chichimeco, Liure y de 1973-1980 en El Chagüitón, se gradúa en 1979 como maestro de educación primaria en el programa de profesionalización docente de la Escuela Superior del Profesorado Francisco Morazán. Entre 1981-1985 laboró en la escuela Froylán Turcios y fue uno de los pioneros de la fundación del instituto José María Espinoza en 1981 y trabajó en dicha institución de 1982-2011 en el área de español y en el cargo de secretario.

El profesor Francisco Oyuela, viajó todos los días unos 6 kilómetros a pie desde el casco urbano de Soledad a El Chagüitón por camino real de difícil acceso y pendiente inclinada, estaba puntual y listo para su doble jornada de clases. Dice haberse sentido satisfecho en su labor docente pese haber llevado simultáneamente hasta tres grados y para lograr el éxito escolar lo hacía por medio de los métodos de tutoría, ayuda mutua y con trabajo independiente mientras atendía otros grados. Le pregunté si me recuerda cuando fui su alumno y me dice que desde antes de ingresar a primer grado, puesto que en un acto cívico acompañado de su familia, subió al escenario a declamar de forma desarrapada, también manifestó recordarme como alumno portado y excelente en sus estudios, sabía seguir instrucciones y era el primero en terminar correctamente las tareas asignadas en clases y brindada tutoría a sus compañeros y a otros de grados superiores cuando se daban temas comunes.

Personalmente sé que aprendí con él mis primeras letras, aunque no con tanta precisión del cómo y cuándo ya sabía leer corrido en los libros de Capullo y Colita y Vacaciones en la Hacienda, también le recuerdo como un profesor responsable, dinámico, disciplinado, motivador, preparado y experto para la educación física. Lo admiro como mi profesor de siempre, por haberme brindado las luces del conocimiento y el mejor legado de mi formación.

Fungió como alcalde de 1998-2002 y entre sus obras sobresalen la compra de una propiedad con dominio municipal de donde se abastece agua por tubería el casco urbano, gestionó lotes de terreno y su financiamiento para construcción de viviendas a damnificados del huracán Mitch en la denominada colonia Exequiel Casco y del desaparecido caserío San Juan, se aprobó en 2001 por iniciativa del Dr. Dagoberto Espinoza Murra y mediante plebiscito la prohibición de bebidas alcohólicas, construcción del edificio del instituto José María Espinoza, otros centros educativos y de salud y mejoró parte de la infraestructura vial.

Desde 2011 disfruta de jubilación dedicado a su familia y trabajo de campo para estar en contacto y armonía con la naturaleza. Óscar García, comenta que el profesor “Panchito”, se desplaza todos los días a su propiedad en el sector de San Diego, aproximadamente a unos 4 kilómetros por carretera y camino de herradura pedregoso y cuesta empinada. Inicialmente su rutina la hacía a pie a las doce del mediodía bajo un sol ardiente y de regreso a su casa traía a su hombros una enorme carga de leña, posteriormente adquirió un pollino como medio de trabajo y transporte, puesto que cabalga en aparejo cuando va a sus faenas de campo, luciendo como todo un campesino para asistir su propiedad cultivada de árboles frutales, protegida de vegetación y fuente de agua debido a que evita la tala irracional y quema. Por tanto debe ser un ejemplo a seguir en el pueblo.

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