SE JURAMENTARON

ZV
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24 de enero de 2020
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12:41 am
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SE JURAMENTARON

EN la reciente toma de posesión del nuevo jefe de Estado guatemalteco, mientras el público bostezaba escuchando los aburridos discursos, la curiosidad de los espectadores en la sala revoloteaba alrededor de lo que sucedería después. No tanto en lo que concierne al mensaje presidencial –donde prometen de todo lo que después no cumplen– sino de un espectáculo paralelo. En el momento que toman la promesa de ley al gobernante entrante, su antecesor pierde la inmunidad. Se trata, entonces, de una carrera contra el reloj del saliente, para no perder el privilegio del fuero especial. Ello es la prerrogativa de un antejuicio que le permita sortear cualquier causa pendiente. La prisa consiste en leer a la velocidad del rayo el informe final de la gestión y llegar, antes que cosas incómodas sucedan, a los actos de juramentación de diputados del Parlamento Centroamericano. Los presidentes que crearon ese foro de integración se cercioraron que al cesar sus funciones, tendrían allí un asiento esperando. Así que Jimmy al solo leer el mensaje de sus supuestos logros, apresurado se despidió del auditorio, y en veloz galope agarró para la sede del Parlacen.

En realidad, para un presidente que ha sido el centro del poder, acostumbrado a tomar decisiones todos los días, el ingreso al Parlacen es una especie de planeo, de un solo golpe, en caída libre, a la nueva realidad. Como si de repente manos traviesas –con una punzante aguja– reventaran el globo que los mantenía suspendidos; quedando el peso muerto a merced de la fuerza de gravedad. Ya ninguno es importante. Nadie en ningún lado se inmuta cuando ofrece una opinión ni brincan las luciérnagas que orbitaban en derredor del despacho presidencial cuando da una orden. Pocos reciben su llamada telefónica urgente. No hay pelotón de guardaespaldas ni caravanas de vehículos acorazados que lo resguarden. Y el lugar donde se incorporan –como no tiene facultades vinculantes– es más adorno que algo funcional. Allí discuten de todo, no hay problema o conflicto en el mundo que no sea tema de debate, se dan discusiones acaloradas, al final de las cuales votan, tomando resoluciones que a nadie importan. No trascienden porque no hay periodistas que cubran las sesiones, ni prensa que desee divulgarlas. Quienes idearon el Parlacen, al no otorgarle facultades vinculantes, crearon un ente de la integración inútil. Sus miembros –políticos ya en las retiradas orillas de la jubilación– acuden con las mismas ansias de compañía con que amigables ancianos, para no sentirse solos, van a los asilos. (Nosotros que por allí anduvimos, al año de pernoctar, disfrutando de la grata compañía de gente bien intencionada, –que anhela que algún día haya integración– nos despedimos de todos ellos y renunciamos). Volviendo al caso que nos ocupa. Jimmy, tenía urgencias que atender pese a que, a su juicio, dejó un legado a su sucesor. Trasladó su sede diplomática a Jerusalén y fue el primero en suscribir el tratado de “tercer país seguro”, denominado “acuerdo de cooperación de asilo” con Washington.

El apuro de Jimmy por llegar al Parlacen era obtener la inmunidad. El temible fiscal colombiano de la CICIG, ganó prestigio internacional persiguiendo políticos, empresarios, alcaldes, expresidentes guatemaltecos. Metió preso al general mano dura. Otro, antes de correr la misma suerte, murió de un infarto. Cuando el movimiento de las antorchas, Jimmy se presentó como un “outsider” con el lema “no soy ladrón”. Sus primeros meses de gestión fueron luna de miel con la CICIG. Pedía certificación del ente internacional para nombrar a sus ministros. Hasta que el colombiano le cayó encima. A partir de allí terminó el idilio. A la CICIG y a su jefe impertinente los mandó a echar pulgas a otro lado. Sin embargo, las causas pendientes no desaparecieron, solo quedaron en suspenso por el fuero especial. De allí la premura por llegar al Parlacen, mientras un nutrido grupo de indignados rodeaba las instalaciones para espantarlo. No pudo entrar y de no ser por la escolta lo linchan. En un segundo intento el Parlacen quiso celebrar su sesión en un hotel capitalino. Pero la turba fue alertada y con huevos listos para tirárselos y parlantes para hacer bulla, llegó a tiempo e impidió el ingreso. En un tercer y final intento, el exbinomio presidencial (Jimmy y su vice) logró entrar al hotel por la puerta de atrás. Con éxito se juramentaron.

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