Un Congreso improductivo

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25 de enero de 2020
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12:02 am
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Un Congreso improductivo

COVID-19, la incertidumbre de los datos oficiales

Por: Aldo Romero
Periodista y catedrático universitario

Hacer una evaluación objetiva y equilibrada sobre el rendimiento y la productividad del actual Congreso Nacional a dos años de gestión no es una tarea difícil, a todas luces las calificaciones son muy bajas debido a sus alcances mínimos y poco significativos.

A los actuales diputados, con muy raras excepciones, les quedó muy grande el cargo, sus posiciones son cambiantes y de acuerdo a intereses, no hay claridad de estrategias, este es un Congreso despersonalizado, impositivo, egocéntrico, radicalizado por las posiciones políticas, falto de agendas y escasa visión de país.

La constante en el Poder Legislativo está marcada por el divisionismo interno, diputados oficialistas y de oposición han dedicado la mayor parte del tiempo a cuestionar entre sí la falta de compromiso con el país, la manipulación de la agenda legislativa y las preferencias en el manejo de algunos temas de beneficio partidista por sobre otros que son de interés nacional.

Atrás quedaron los anhelos sociales de agendas cargadas de mociones y proyectos, de discusiones de altura, de la pluralidad de las ideas, y en su defecto aparecieron los pitos, carteles, gritos, intolerancia, el humo y las discusiones acaloradas, esas que han llevado incluso a los golpes cual si se tratara de pleitos callejeros.

Este Congreso Nacional no ha cumplido en lo más mínimo con la responsabilidad delegada por la población en las urnas (se supone fueron electos mediante el voto directo), y mucho menos satisface la necesidad de tener un parlamento, cuya característica de trabajo esté marcada por el diálogo y la inclusión, este mensaje no lo entendieron los políticos.

Los legisladores hondureños han dejado pasar en los últimos seis años una extraordinaria oportunidad para asumir el rol que les corresponde desempeñar en el sistema democrático y por el contrario, con sus actuaciones marcadas por la demagogia y el clientelismo político, han desnaturalizado las funciones de este poder del Estado y el perfil que debe reunir un verdadero parlamentario.

Deben ser los políticos los primeros obligados a mostrar entendimiento, amplitud de criterio, tolerancia y participación activa, no se pueden esperar grandes avances democráticos si quienes dirigen el Estado no son capaces de concertar acuerdos en beneficio de las mayorías.

Estamos hoy entonces, frente a un Congreso cuyos integrantes, de todos los colores e ideologías, pasaron por alto su condición de mandatarios del pueblo electos para tres fines fundamentales, legislar, dar seguimiento a las acciones del Ejecutivo y representar y proteger los interés de sus ciudadanos, de allí entonces, no es de sorprenderse que en las evaluaciones resulten otra vez aplazados.

@aldoro/[email protected]

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