ALGO FALTA…

ZV
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26 de enero de 2020
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12:07 am
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ALGO FALTA…

CADA cierto ciclo histórico pareciera que nuestro país supera poco a poco sus propios aislamientos geográficos, comerciales y demográficos internos. No digamos el aislamiento internacional que exhibe sus altos y sus bajos según sea la importancia que juguemos, o dejemos de jugar, en el tablero de países pequeños de acuerdo con los flujos y reflujos de las potencias desarrolladas. En último caso el nombre de Honduras habrá de ser relevante por los aportes de las personalidades fuertes, con grandes virtudes y valores intelectuales, que al final de la jornada adquieran un peso insoslayable en los campos del pensamiento recio universal, y de las ciencias particulares.

En relación con los aislamientos internos hemos buscado comparaciones con aquella idea de la “España Invertebrada” de comienzos del siglo veinte. Con el agravante que en los comienzos de la centuria recién pasada en nuestro país las carreteras prácticamente eran inexistentes; incluso en el centro de la República. Apenas se vislumbraban los duros trabajos de la carretera del sur; la modernización del puerto de Amapala; los avances en la carretera del norte hasta llegar al Lago de Yojoa; y a la par se agregaban los aportes de las compañías fruteras con sus rieles y caminos para transportar el banano y otros productos por diversos rincones de la costa norte. Lo anterior a pesar (o por eso mismo), de las grandes fallas en el viejo proyecto del “Ferrocarril Nacional de Honduras”, que nunca logró traspasar las fronteras del valle de Sula, cuando la idea originaria era que llegara hasta el Golfo de Fonseca. Uno de los tantos sueños truncos de los hondureños.

Pero el aislamiento o la falta de articulación interna de nuestro país, no ha dependido solamente de la negligencia o de la debilidad de las autoridades supremas a lo largo y ancho de la historia independiente, sino también de una geografía montañosa demasiado irregular, en donde fue posible que los aviones (y avionetas) llegaran primero que los carros familiares y los autobuses interurbanos a los más remotos municipios del interior, generalmente incomunicados entre unos y otros. Ejemplos paradójicos de esta rara circunstancia es que en nuestro país teníamos campos de aviación en varios municipios pobres de los departamentos de Yoro, Olancho, Gracias a Dios y Choluteca, que comunicaban con la zona central y con la costa norte. Es más, había un campo de aviación en San Marcos de Ocotepeque, uno de los pueblos más lejanos y aislados del extremo occidental de Honduras.

Pero antes de las primeras carreteras, trenes, motocarros y aviones, en nuestro país eran indispensables las recuas de mulas para trasladar personas y mercancías, que recorrían los diversos caminos reales que se utilizaban desde tiempos coloniales; o desde antes de la llegada de los conquistadores y colonizadores españoles. Por eso gozaron de alguna fama las mulas de Pespire. También fueron famosas las “partidas de ganado” que desde Olancho y Choluteca eran arreadas hacia el puerto de Trujillo, hacia Guatemala o El Salvador, sobre todo en época de ferias patronales, en donde varios ganaderos hondureños lograban hacerse de algunas importantes fortunas locales.

Hoy tenemos carreteras pavimentadas por las rutas claves de la rosa geográfica nacional. Pero resulta un tanto inexplicable la incomunicación o desarticulación interna, tanto comercial como cultural, que seguimos percibiendo respecto de la apartada zona occidental de Honduras, incluyendo la subregión oriental de la vasta zona de La Mosquitia, en donde sólo es posible viajar en lanchas y en aviones. Algo falta por realizar para que Honduras se convierta en un todo armónico nacional, respetable en el concierto de las naciones.

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