Autocrítica y disección

OM
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28 de enero de 2020
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12:11 am
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Autocrítica y disección

El Tratado de Bogotá

Por Juan Ramón Martínez

Zelaya tiene virtudes; pero sus defectos, impiden que las veamos. En sus últimas declaraciones publicadas en LA TRIBUNA, hace una brillante y sincera autocrítica y, una disección de las clases sociales, políticas y económicas del país. Sin darse cuenta siquiera. Posiblemente para censurar y atacar a sus aliados circunstanciales o potenciales. Y en el ejercicio de un estilo transparente, nos ha dicho a todos, — especialmente a sus aliados, Nasralla, Zelaya Medrano y Barquero– que el camino es el de las urnas, porque el tiempo de los berrinches infantiles, el uso del miedo para controlar a la ciudadanía ha terminado, tanto porque hay un evidente cansancio en los más agresivos de nuestros compatriotas, como porque hace falta el financiamiento –el interno y el externo– con el cual, el resentimiento se moviliza en forma de protesta callejera.

Puede parecer contradictorio; pero Zelaya es, simultáneamente el mayor desestabilizador de la vida nacional, y el mejor estabilizador, al contribuir con sus posturas, a que el Partido Nacional se imponga en las urnas. Legitimó la reelección ilegal que, posteriormente, usó como justificación de sus acciones que, sin que nadie las haya estudiado, constituyen el peor daño que el país ha sufrido en los últimos diez años. Como lo he dicho en otras oportunidades, Manuel Zelaya es el gran elector de Honduras. Sin su presencia en el escenario político, Lobo y JOH, jamás habrían sido presidentes. Tampoco el Partido Nacional, habría tenido tanta fuerza y dominio del escenario nacional. Y “herido” de muerte al Partido Liberal. Sin que Zelaya lo entienda, porque él no ha buscado tales resultados, sino que cumplir fatalmente con lo que Freud señalaba, la rebelión y la “muerte” del padre. En términos de transferencia, destruyendo al Partido Liberal que es su objetivo, se rebela contra su padre que anticipó, equivocadamente, que nunca haría nada en la vida.

Pero dejemos estas cosas para Américo Reyes y Kenneth Viator, psiquiatras expertos en temas del neofreudismo en política, para que desde el diván, oír las confesiones de Zelaya. Dice que el paro nacional –que cualquiera persona, por sentido común habría rechazado– fracasó porque la “empresa privada, gasolineras, bancos, supermercados, maquilas, (la respuesta) no fue positiva”. Y además, señala la presencia tóxica de un personaje de poca monta; pero que hay que observar: Pedro Barquero. Dice “pregúntele a Pedro Barquero. Él dijo: si aquí hablan de paro, se me divide la empresa privada porque yo, ya no podría coordinarla”. Barquero es el último cómplice incorporado al bochinche, que habla a nombre de los empresarios de la costa norte, con pretensiones presidenciales. Es de origen nicaragüense; y cree en dos cosas en las que compite con Nasralla: que menospreciar a los hondureños, da buenos resultados, porque gustan ser tratados así. Y se cree superior porque en su cabeza brillante, se anidan, los mejores pensamientos para sacarnos de la crisis que atravesamos.

Al margen de lo anterior, Zelaya Rosales hace una autocrítica brillante: “no hubo una respuesta positiva, Libre sigue en paro nacional, nosotros hemos logrado (pero) no paros nacionales, porque paros nacionales no se han logrado ni siquiera en el golpe de Estado”. Al margen de la incoherencia verbal, hace un reconocimiento que la lucha callejera, los daños a la propiedad privada, las limitaciones de la libertad de circulación de la ciudadanía, no dan resultados. Aunque, dentro del desorden terminológico, fruto de su “patastera ideológica” como la llamó Matías Funes, acepta que “lo que se ha logrado es detener una semana la economía, detener una semana la circulación” como prueba que, sus fuerzas son limitadas y están decayendo. Y en un descubrimiento genial, afirma que para que haya paro –concepto que se aplica a la paralización de las empresas y no a la huelga, propia de los trabajadores– es necesario estar empleado. Elemental, como le diría Sherlok Holmes a Watson.

Aunque no lo mencionó, hay en sus silencios; en sus vacíos conceptuales, una gran riqueza intelectual, –propia de los “enfermos”– mayor que, en sus desordenadas expresiones verbales. Reconoce las dificultades de las alianzas y la fortaleza de Nasralla, con el cual señala que es complicado convivir. Estas confesiones son las mejores contribuciones, de un hombre bueno y simpático que, nos ha hecho mucho daño. Que, por momentos, pareciera arrepentirse y pedirnos perdón.

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