Honduras entre cadenas, ¡liberémosla!

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28 de enero de 2020
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12:06 am
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Honduras entre cadenas, ¡liberémosla!

Por Luis Alonso Maldonado Galeas
General de Brigada ®

La libertad es una constante aspiración del ser humano, por extensión de los pueblos y de los estados. En Honduras seguimos atados a paradigmas obsoletos, a modelos desfasados, a conductas irracionales, a esquemas perjudiciales, a convencionalismos infructuosos, a referentes destructivos, a patrones conductuales obsesivos, al desconocimiento de las diferencias más elementales; esto se evidencia en el quehacer individual y colectivo, en donde los hondureños tenemos participación o no, en los asuntos de interés nacional atinentes a los ámbitos políticos, económicos, sociales y de seguridad, esta última en su alcance multidimensional.

Rousseau, con su aforismo “El hombre nace libre, pero en todos lados está encadenado”, revela el relativismo en el derecho, conquista, ejercicio y sostenibilidad de la libertad, con indudable aplicación a nuestro país; conviene en tal sentido, identificar los grilletes que inmovilizan el pensamiento, la palabra, la razón, la conciencia, la ciudadanía, la democracia y la República, entre otras variables en riesgo de seguir perdiendo tan preciado ideal. ¡Liberemos a Honduras!

Liberémosla de las camarillas del poder en sus diversas expresiones, que al margen del derecho y animadas por el sectarismo e intereses mezquinos, violan la Constitución y las leyes, manipulan la conciencia del pueblo y recurren a todo tipo de presiones y artimañas, para someter la voluntad de quienes se oponen a sus deleznables propósitos. El lugar para los actores tóxicos y miembros de las camarillas del poder, es el rechazo popular y las rejas.

Rompamos las cadenas del caudillismo, posición de poder, concedida por voluntades idiotizadas o arrebatada por la fuerza, que ejerce influencia, control y dominio, en espacios caracterizados por imposición y servilismo; siendo por eso un usurpador del poder, que niega impunemente el derecho al pueblo para poseerlo, para ser su representante, de ser el receptor del ejercicio justo y responsable por el mandatario. Los caudillos son esclavos de su propia soberbia, eso favorece la liberación.

Liberémosla de los corruptos, que le chupan la sangre a los excluidos, que le anulan a los pobres la esperanza, que debilitan la institucionalidad para tener expedito el acceso al dinero mal habido; que hábilmente trazan la ruta de la impunidad, corrompiendo a los hacedores y responsables de cumplir la ley e impartir justicia, a los que enlodan el honor nacional. Los corruptos, en particular quienes ejercen funciones públicas, son una especie asquerosa, que bien le viene convivir en un chiquero o en una fosa séptica.

Debemos liberar a Honduras del continuismo en el poder, una suerte de fiebre enfermiza por aferrarse al mismo, que arrasa con todo impedimento, incluso de potenciales adversarios; el poder se concentra en una causa a todas luces antidemocrática, lesiva del sistema republicano, destructiva del estado de derecho, a la cual se suman como marionetas, quienes forman los círculos de la mediocridad, la inmoralidad y el cinismo; comprensible para quienes les resulta cómodo vivir cual serviles, aplaudiendo dictaduras. De esa actitud rastrera, nos dice Voltaire con acertado criterio: “Es difícil liberar a los necios de las cadenas que veneran”. El continuismo es el charco de los dictadores, se sustenta en el absolutismo. Las naciones se liberaron en algunos casos con la guillotina, nuestro país todavía tiene como recurso inalienable, el poder soberano del pueblo.

Liberémosla de la exclusión, esa que discrimina, que privilegia, que crea espacios de exclusividad inmerecidos; círculos fatuos de élites desvalorizadas, deslumbrantes en vicios, ensombrecidas en virtud; resultante de ello, a los excluidos se les niegan los derechos que constitucionalmente se manda respetar y garantizar. La exclusión es injusta y provoca desigualdad, de donde se deriva la inequidad, condición indigna de convivencia. La equidad es todavía para los hondureños una aspiración con aspecto de quimera. La liberación pasa por romper el silencio y dar paso irrestricto a la indignación.

Libertad para Honduras de la “democracia electorera”, esa que moviliza al simpatizante del partido solamente durante el período electoral; soslayando la función permanente y fundamental de la ciudadanía y de los partidos políticos, de ser promotores y coadyuvantes a la construcción de la democracia y de la República. Liberemos a Honduras, de las leyes que mandan a un precandidato a la Presidencia de la República, que presente planillas de precandidatos a diputados de los 18 departamentos, de corporaciones municipales de los 298 municipios; nada más absurdo a la lógica del poder soberano, nada más lesivo a la libertad individual, nada más autoritario que otorgarle a una persona la facultad para escoger los futuros representantes de un poder independiente y de una entidad autónoma. Esa tesis antidemocrática es compatible con el centralismo del poder, no obstante, aceptada por la mayoría de los ciudadanos; encadenados a una ley absurda y a su propia indolencia, con la complicidad de los “padres de la patria”.

Liberémosla de la desobediencia, de la rebeldía irracional que desdeña el efecto bienhechor de la norma, del precepto, del mandato, que ignora la existencia de un ser supremo, que incumple la Carta Magna, que le resta importancia a las leyes de la naturaleza cuando se violenta el equilibrio ecológico, agudizando irresponsablemente las causas de los impactos ambientales severos, desencadenando amenazas y riesgos en contra de la coexistencia y la armonía entre los seres con vida y sin ella; por desobediencia caemos en el abismo de la autodestrucción. Justificadamente, los desobedientes son libres cuando se rebelan para recobrar la dignidad, que la tiranía les ha robado.

Honduras, ¿hasta cuándo podrá resistir la deslealtad y la traición de sus hijos?, ¿cómo mantener viva la esperanza de que un día será grande, por la dignidad y el honor de cada uno de ellos, como lo afirmara el héroe de La Trinidad?, ¿cómo recobrar la Libertad todavía entre cadenas? Para que Honduras no siga encadenada a la deshonra y a la indignación, ¡LIBERÉMOSLA!

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