PUERTOS, LÍMITES Y TAMBORES

ZV
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31 de enero de 2020
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12:33 am
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PUERTOS, LÍMITES Y TAMBORES

LOS presidentes de Guatemala y El Salvador –sin participarle a Honduras– “acordaron eliminar las fronteras para el tránsito de personas y mercancías y convirtieron en nacionales los vuelos comerciales entre ambos países”. El guatemalteco ofreció al salvadoreño “una salida a los mercados de la costa este de Estados Unidos y Europa concesionando un puerto de Guatemala en el Atlántico mediante una alianza público-privada”. (Una supercarretera atravesando ambos países, serviría para el transporte de estas mercaderías). No se ignora que los salvadoreños con inversión china, desarrollan sus puertos en el Pacífico, mientras Guatemala acaricia invertir recursos en los suyos del Atlántico. Si bien los vecinos están en su derecho de impulsar sus propias iniciativas de desarrollo en promoción de sus particulares intereses, indudable que lo ocurrido no escapa al interés hondureño, ya que hasta ahora Puerto Cortés ha sido el principal puerto de entrada y salida, por el Atlántico, de mercaderías a la región. Ni tampoco elude aspectos de la integración, cuando lo óptimo sería que los recursos disponibles fuesen orientados acorde a las ventajas comparativas de cada cual.

Pero como la integración es una quimera y estos pintorescos países acabados siguen actuando como individualidades despreciando las ventajas derivadas de la sola fuerza de los bloques, cada cual gasta en lo que cree convenir a su particular interés. Sin embargo, la pregunta es obligada: ¿Qué efectos tendría sobre la actividad en las instalaciones portuarias hondureñas de prosperar estos arreglos entre estos dos países? Algunos –como el ex viceministro de Industria y Comercio– opinan que “Honduras recibiría un golpe bastante fuerte” ello es presumiendo que la actividad por esos puertos alternos afecte significativamente los ingresos aduaneros en Puerto Cortés. Otros dirán que entrarían a jugar las reglas de la competencia en los mercados. Ello es, de cuáles rutas ofrezcan menores costos, transporte más rápido y operaciones más ágiles. (Si no hay propiamente dicho un canal seco, el país ha venido acondicionando su corredor de carreteras que cruzan el territorio. Por ello hemos insistido que mantengan en cintura esa empresa COVI, para que no abuse con los cobros del peaje, haciendo que el tránsito de mercadería sea oneroso). En los últimos años ha habido bastante inversión para mejorar las instalaciones portuarias del Atlántico hondureño, de manera que estas sean seguras, certificadas, eficientes y más competitivas. Con otra ventaja que nada tiene que ver con el monto invertido o los recursos gastados en esos otros emprendimientos –puertos y carreteras– de los vecinos. Los aspectos naturales de la costa. El puerto hondureño en el norte –a no ser que un gigantesco tsunami o un bestial maremoto modifiquen la geografía en cada uno de los países– seguirá siendo el único puerto de gran calado.

Al final del día los empresarios recibirán y embarcarán su mercancía por donde les resulte más barato, más rápido y más eficiente. Honduras, tiene sobradas ventajas. Dicho lo anterior, el problema en su contexto integral, es más de fondo. Es uno que no puede verse solo a la luz de los factores económicos que inciden en los mercados. Se refiere a la aprensión salvadoreña en lo que respecta al fallo de La Haya, que reconoce a Honduras no solo una salida al mar Pacífico sino una franja de soberanía en el océano. Arrastra viejas pretensiones de un ferri dizque para obviar el tránsito por la carretera Panamericana que cruza el territorio hondureño, transportando mercadería de Nicaragua a El Salvador. Aparte de los elevados costos de transporte que resultaría de materializarse esa aventura, ocuparía la venia hondureña. Ello es así ya que las aguas en el Pacífico de ambos países vecinos no se “traslapan” como erróneamente sugieren ellos. En medio del agua de cada lado, está el derecho soberano de Honduras. Con la franja de soberanía en las aguas del océano Pacífico –que corta por el centro, las aguas nicaragüenses y salvadoreñas– reconocida por la sentencia de La Haya. El Salvador –alegando “nuevos hallazgos” inexistentes– fue a pedir revisión de esa sentencia. Y la Corte Internacional de Justicia declaró inadmisible la demanda presentada. Dejó en firme el fallo que concede a Honduras su derecho limítrofe. Este impasse, entonces, tampoco es para que suenen tambores de guerra. Ni Dios lo quiera. Sería pecado para estos países, con el mar de problemas que los agobian –comenzando por el migratorio– hurgar conflictos superados. Lo que deben hacer, por la propia subsistencia, es trabajar juntos y entenderse. En paz, en armonía; con menos ambición de adversarios y más con mentalidad de hermanos.

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