Necesidad del Partido Liberal

OM
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7 de febrero de 2020
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12:16 am
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Necesidad del Partido Liberal

El Tratado de Bogotá

Por Juan Ramón Martínez

Las ideas liberales, son muy antiguas. El Partido Liberal, no tanto. Especialmente por el hecho que el liberalismo –conjunto de ideas referidas a la libertad, oposición a la dictadura, defensa de los derechos humanos, la democracia, el respeto a la ley y la autonomía del ciudadano y la comunidad– ha engendrado diversos y variados partidos liberales. Incluso el concepto, entendido como tolerancia con el otro, apertura hacia la modernidad y el cambio, la búsqueda de la perfección y la lucha por un ordenamiento social más justo, tiene un sentido diferente en Estados Unidos, en Colombia, Nicaragua y Honduras.

El documento fundacional del Partido Liberal, es el folleto “Mis Ideas” de Céleo Arias, que después de ejercer provisionalmente el Ejecutivo, se presentó a la lucha electoral en procura de la Presidencia de la República. Como no lo logró, el liberalismo, bajo el amparo de la sombra del liberalismo nicaragüense representado por el caudillismo de José Santos Zelaya, se lanzó a la guerra. Y vía las armas, Policarpo Bonilla, derrotado; Domingo Vásquez, le dio forma al Partido Liberal. Sus tesis principales no fueron más allá de lo referido a la ley, la defensa de los derechos a la vida, la libertad y la libre elección de sus gobernantes a los que, ponía tiempo para el cumplimiento de sus obligaciones. Los liberales de Bonilla, emitieron la Constitución de 1894 –llamada “la gloriosa”– la no reelección de los gobernantes (incluidos los diputados y los alcaldes), el voto secreto y directo, el estado de derecho y la obligación de las autoridades al cumplimiento de sus competencias, exclusivamente. Desafortunadamente esta concepción liberal, descuidó que, además de la democracia representativa, era necesario que el liberalismo prohijara al capitalismo, es decir la libertad para invertir, concurrir a los mercados y competir en igualdad de condiciones. En este sentido el liberalismo de Marco Aurelio Soto –que con Ramón Rosa preferían llamar positivismo– fue más completo. En el gobierno abrieron el país a la inversión extranjera mediante la emisión de leyes de la agricultura y la ganadería. Y para retener la mano de obra prohibieron la práctica de los vicios. Manuel Bonilla, liberal moderado, entendió la dinámica económica y favoreció el régimen concesionario extranjero. Y abrió la costa norte.

La primera división de los liberales, ocurrió muy poco tiempo después de ser gobierno. En 1902, como lo hiciera Policarpo Bonilla, aunque en forma más brusca, su sucesor Terencio Sierra, intentó continuar en el poder, imponiendo a quien le sucedería en el Ejecutivo: Juan Ángel Arias, uno de los políticos más revoltosos que recuerda el país. La fracción más moderada del Partido Liberal, dirigida por Manuel Bonilla se alzó en armas. Y derrotó a Arias y a Sierra, tomando a la fuerza el poder. Desde entonces, hasta ahora, los liberales han tenido fama de más revoltosos, individualistas e intolerantes. En algunos momentos –con los Reina, por ejemplo– casi aristócratas afrancesados, en tanto que con Carías Andino, que había dejado sus filas para fundar el Partido Nacional, se produjo la escisión más duradera. Fueron a la guerra en 1924, establecieron con Carías la dictadura más larga. Con Villeda Morales, el liberalismo abandona el caudillismo montonero, para comprometerse con la reforma social y el estado de bienestar. Desde entonces, los liberales han sido desde panteristas, hasta “cachurecos con corbata azul”. Y en vez de las ideas y programas, su identidad ha estado determinada por su voluntad de no parecerse con sus “primos”, los integrantes del Partido Nacional.

En la crisis política, económica y social actuales, no dejan de tener la razón los que la explican por la debilidad del Partido Liberal para representar una oposición civilizada al Partido Nacional. La división creada en su interior por Manuel Zelaya –igual que la de Policarpo Bonilla en 1923, que buscando la reelección, dividió al liberalismo y estimuló la guerra civil– ha postrado al liberalismo y al país. Una sociedad conservadora como la hondureña, tanto la estabilidad como la guerra, han sido fruto de la dinámica confrontativa entre liberales y nacionalistas. De allí que, mientras no encontremos el camino de la modernidad, la confrontación ordenada de los “primos hermanos” es básica para la estabilidad. Por ello, necesitamos al Partido Liberal. Su dirigencia actual, no lo entiende. Y cuando los liberales no saben lo que son, la situación se complica.

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