La pobreza mental de quienes desperdician la oportunidad y la riqueza mental de quienes la aprovechan

ZV
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16 de febrero de 2020
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12:13 am
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La pobreza mental de quienes desperdician la oportunidad y la riqueza mental de quienes la aprovechan

Por: Ing. Francisco Morales h.

En el artículo anterior hice mención de la parábola de los talentos (Mateo 25:14-30), que ilustra la tragedia de la oportunidad desperdiciada y nuevamente siento la urgencia de hacer énfasis en: ¡La tragedia de la oportunidad desperdiciada!

Y en este caso no me refiero a las oportunidades pasadas porque aunque duelan un poco o duelan mucho; ya lo pasado, pasado; como sabiamente cantaba José José (Q.D.D.G).

Lo que me impulsa a escribir este artículo es pensar que se tenga una oportunidad en el presente y se desperdicie por la propia pobreza mental, es decir por la pobreza de nuestros pensamientos que por consiguiente nos llevan a la tragedia del pobre o mediocre desempeño, a no dar el máximo esfuerzo, ese que uno sabe que es capaz de dar pero no lo da, así de simple y así de complicado.

La mente es como un jardín y los pensamientos de pobreza crecen por si solos, como la maleza, no necesitan de cuidado alguno, nacen y crecen sin necesidad de riego ni de fertilizantes, crecen de manera espontánea y al no ser eliminados pueden llegarse a apoderar del terreno completo y en este caso el terreno, es la propia mente.
Se puede ser pobre de mente estando en una situación económica favorable, por ejemplo, contar con un buen trabajo pero conformarse con hacer el mínimo esfuerzo para no ser despedido, prestar el mínimo de colaboración y por propia decisión no convertirse en un facilitador para el fluir de los negocios, de las actividades que generen valor, o, aunque suene increíble, se puede estar pasando una situación difícil y tener una mentalidad millonaria. ¡Vaya dualidad de la vida real!

Un reportaje del Diario LA TRIBUNA me llevó a saber del joven Víctor Martínez de 21 años, graduado del bachillerato en informática que cursó en un instituto técnico. El joven Martínez no pudo continuar sus estudios pues su prioridad pasó de estudiar a convertirse en proveedor de su familia, de su madre y de su hermano quien a los 8 años sufrió un infarto cerebral. Proveedor gracias la venta de “burritas” generando Lps. 150 diarios como comisión sobre sus ventas.

Víctor Martínez sueña con estudiar administración de empresas y tener su propio negocio de venta de comidas y yo estoy más que seguro que así será, estoy seguro de que logrará lo que se proponga, tiene la fe, la mentalidad y la actitud para conseguir sus metas, su triunfo está garantizado, solo es cuestión de tiempo.

Cada quien consciente o no, es el autor de su propia historia; para unos sus circunstancias son una barrera que les impide avanzar, la perfecta excusa para justificar su mala fortuna en la vida y para otros, un trampolín que les da el impulso necesario para alcanzar más altas y mejores posiciones.

Mientras hay estudiantes que no trabajan para pagarse sus estudios y desaprovechan la oportunidad perdiendo sus clases y perdiendo su tiempo, hay otros que quisieran tener la oportunidad de estudiar pero el dinero que genera su honesto trabajo no se lo permite, no ajusta para comer y estudiar.

La vida es un misterio y el mundo parece un mundo cruel pero afortunadamente cada cabeza es un mundo, de ahí que la crueldad dependerá de los pensamientos que dé cabida a su mundo particular o sea, su propio mundo.

La tragedia de la oportunidad desperdiciada o la fortuna de la oportunidad aprovechada, radica en la manera en que se haga frente a la situación que se viva, es decir, a la calidad de los pensamientos que entretenga en su cabeza. Pensamientos de victoria, de derrota o de algo en medio de ambas.

La gran mayoría de las circunstancias de la vida no las puede controlar, los resultados de sus decisiones pasadas muy difícilmente los podrá modificar, no puede controlar el comportamiento de los demás, ni siquiera el de su familia más cercana y hasta la mascota en estos tiempos modernos hace lo que le viene en gana, de ahí que de lo único que se tiene verdaderamente control, es de la propia acción y reacción, de los propios pensamientos y de las propias actitudes.

Una manera sana de retomar el camino de la vida es decidir el rumbo al que desea encaminarse, de tomar el control de sus acciones y de sus pensamientos, desechar los pensamientos negativos, desterrarlos del terreno fértil de la mente y no permitir que otra persona sea el agricultor en su propio jardín; la decisión de tomar lo bueno de la experiencia vivida aprendiendo bien la lección para no tener que repetirla.

A lo mejor y es un buen momento para dejar salir al Víctor Martínez que todos llevamos dentro.

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