El viejo líder

OM
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17 de febrero de 2020
/
01:09 am
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El viejo líder

Por Otto Martín Wolf

Cada vez que subía a un estrado, cargado de juventud, emoción e ideas frescas, las esperanzas volvían a vivir en un pueblo cansado de solo tener esperanzas.

Su voz -firme, fuerte y fresca- arrancaba aplausos cuando las viejas palabras, repetidas antes por otras voces mil veces y mil veces más, sonaban como nuevas en su voz.

Hubo un tiempo en que sus ojos eran capaces de hipnotizar a la gente, haciéndola mirar espejismos y soñar con los ojos abiertos.

Hubo un tiempo en que ese hombre podía hechizar con un chasquido de dedos y su palabra siempre fácil.

Hubo un tiempo perdido entre la niebla del ayer, cuando su cuerpo joven y  manos rápidas podían, en un instante, maravillar multitudes sacando blancos conejos de su inagotable sombrero negro.

Más que profeta, adivino, santón, mandatario, líder o estadista, siempre pareció otra cosa,  siempre pareció un mago.

Hubo un tiempo… tiempo atrás.

Pero, como todo tiempo, su tiempo pasó.

Su sombrero de copa perdió lustre y sus conejos la piel.

El cuerpo energía y los dedos rapidez.

Su voz se volvió lenta y seca, el brillo de sus ojos se opacó con el tiempo, como también sus viejos trucos.
El tiempo y él se hicieron viejos.

Y otros dedos -jóvenes ágiles y frescos- tomaron el poder de la baraja. Y otros ojos hipnotizaron a otra gente, otras voces tomaron su lugar.

Nuevos hombres, nuevo tiempo, nuevas esperanzas.

El viejo mago vagó por las calles, repitiendo sus viejos trucos a niños que, en lugar de mirarle con asombro -y sin saber o recordar sus tiempos de gloria- ríen de su apariencia y juguetean tirando la cola de su descolorido frac.
Como todo, como a todos, pasó el tiempo del hombre, pasó el tiempo de ese  mago.

En su mente, congelada en el ayer, las risas y las burlas se transforman, parecen los viejos aplausos.

Y la  polvorienta calle el grandioso escenario desde donde una vez encantó a un  mundo, al que enamoró con sus ideas palabras.

Nadie le recuerda ya.

Ni a sus promesas ni a sus trucos.

Como todo, como a todos, pasó el tiempo del hombre, el tiempo del mago pasó.

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