Lo bueno y los riesgos de una Constituyente

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19 de febrero de 2020
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12:10 am
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Lo bueno y los riesgos de una Constituyente

Por Rafael Jerez Moreno
Twitter: @RafaJerezHn

Casi cuarenta años después de haber entrado en vigencia la Constitución de la República, la posibilidad de convocar a una Asamblea Nacional Constituyente sigue pendiente en la mesa de discusión. Algunos dicen que no solucionará nada y otros hablan de refundar el Estado. Indudablemente puede haber otro tablero de juego, pero con los mismos jugadores en la cancha, no estaríamos hablando de refundar, sino de refundir…

Desde su vigencia, cuatro han sido los episodios que pueden ser catalogados como el rompimiento del orden constitucional: el golpe de Estado de 2009, la destitución ilegal de cuatro magistrados de la Sala de lo Constitucional en 2012, la ilegítima habilitación de la reelección presidencial por la Sala de lo Constitucional en 2015 y la profunda crisis político-electoral de 2017. Hay que comprender que, más que un cuerpo normativo, la Constitución es un pacto social. Es decir, un convenio entre todos los ciudadanos en el que, actuando como un cuerpo unitario, nos desprendemos del interés particular para establecer una serie de principios y valores que regirán nuestras relaciones y forma de organización. Siendo un pacto, una vez que una de las partes lo rompe o incumple, pierde su esencia y su razón de ser, por tanto, surge la necesidad de crear uno nuevo.

Según los estudiosos en la materia, una Constitución tiene cuatro elementos esenciales, el principio de independencia de poderes, el catálogo de derechos fundamentales, el Estado de Derecho y la determinación de la forma de gobierno. Por ende, una vez que es creada la propuesta de texto constitucional y es ratificada por la ciudadanía por la vía de referéndum, los poderes constituidos se enfrentan a las limitaciones establecidas en la ley, que les impiden reformar los artículos referentes a los elementos esenciales (tal como lo establece el artículo 374 de nuestra Constitución). Solo el poder constituyente puede modificarlos. Zapatero a su zapato.

Indistintamente si la propuesta de celebrar una consulta ciudadana surge del Congreso Nacional a través de sus diputados, o de una resolución de un presidente en Consejo de Ministros, la última palabra reside en el poder constituyente originario, es decir, el soberano pueblo hondureño. Mediante voto directo la ciudadanía decidiría si quiere, o no, la instalación de una Asamblea Constituyente cuya misión sería redactar un nuevo texto constitucional. Primer riesgo. ¿Quiénes integrarían la asamblea? Eso solo la ciudadanía lo decidiría. Así como lo ha marcado la tendencia, ser corrupto no es un impedimento para ser diputado, y tampoco lo será en este caso.

Si un corrupto legisla para blindarse con los pactos de impunidad, ¿qué futuro le esperaría al país con un constituyente (corrupto), encargado de sentar las bases del Estado? Del pacto social, al pacto de impunidad.
Así como fue el caso de Rusia con Boris Yeltsin y Venezuela con Hugo Chávez, la iniciación de un proceso constituyente, en contextos de alta concentración de poder en una persona, se vuelve un riesgo para que ese liderazgo logre moldear la recién creada organización del Estado a su medida. Mucha tela que cortar. La Constituyente sería un primer paso para reconstruir el sistema democrático, no hay discusión. Ante caudillos con sed de poder, solo un contrapeso puede evitar que un proceso noble de esta naturaleza pueda ser degenerado para establecer una dictadura constitucional, el soberano. La respuesta siempre estará en los contrapesos. Continuará…

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