¿Es tiempo de cambiar la estrategia de lucha contra el crimen organizado?

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21 de febrero de 2020
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12:02 am
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¿Es tiempo de cambiar la estrategia de lucha contra el crimen organizado?

Por: José Luis Núñez Bennett
Cnel. (R)

El pasado trece de febrero, la sociedad hondureña, con ojos de asombro e incredulidad, conoció la noticia que, en un ataque coordinado y bien ejecutado, el crimen organizado había rescatado, del edificio del Palacio de Justicia, de El Progreso, Yoro, a uno de los líderes de la organización criminal MS-13, nos referimos a Alexander Mendoza, alias “El Porky”. La reacción de la nación reflejó un sentimiento de frustración e incredulidad, incrementando la percepción de inseguridad y la creencia de que todo el esfuerzo y la inversión económica en la mejora de la seguridad no han servido para detener el avance del crimen organizado.

De inmediato surgieron discusiones y cuestionamientos sobre la responsabilidad de los entes militares, policiales y judiciales involucrados. Pero esto no debería ser una sorpresa: es el mismo patrón que hemos estado ignorando desde hace unos años. La proliferación de organismos independientes y semiautónomos de seguridad e investigación provoca descentralización de la fuente de información creíble y segura, misma que a la larga se transforma en inteligencia para todo el sistema. Este ha sido el mismo patrón observado en otros países y que vivió su paroxismo en los Estados Unidos de América el 11 de septiembre del 2001, cuando todas las agencias de inteligencia, recelosas entre sí, hicieron caso omiso a las alertas que anticipaban la catástrofe de las Torres Gemelas.

La debacle y el escándalo del rescate de “El Porky”, comparable solo con el impacto que produjo el secuestro (octubre de 2010) de una aeronave bajo custodia de la FAH, puso en la picota pública todo el sistema de seguridad del país. Presuroso el gobierno autorizó una recompensa de L.2.0 millones por la información que conlleve a la recaptura de este malhadado fugitivo. De inmediato el morbo popular se ha desatado en las redes sociales y en los medios de prensa, algunos de los opositores del régimen, aseguran que hay “gato encerrado” en esta fuga. Sea como sea, la sociedad espera que en los próximos días el gobierno aclare esta situación, se recapture al criminal y que la hebra sea desmadejada para aclarar cómo y porqué ocurrió. Esto es indispensable para reconciliarse con la ciudadanía.

El presupuesto asignado al Gabinete de Seguridad y Defensa, en el 2020, alcanza unos L.18,841 millones, asignación que desde el 2010, ha venido creciendo en forma vertiginosa. En ese entonces las cifras de homicidios violentos nos ubicaban entre los países más inseguros del mundo. Desde entonces, nuestra inversión en Seguridad y Defensa suman L.149,000 millones (L.55,396 en Seguridad, L. 60,337 millones en Defensa, L.15,195 millones de la TSP y L. 3,223 millones a otros organismos relacionados).

Con el incremento de los niveles de la deuda externa, la crisis en salud pública y educación, una anunciada recesión económica, los daños colaterales del cambio climático y la sequía que nos agobia, es tiempo de preguntarnos si nuestra estrategia de combate al crimen organizado está dando los frutos esperados. Para muchos analistas, esta historia es poco creíble, se han incrementado apoyos tecnológicos, instalaciones, equipo y personal tanto en policías, militares y de investigación. Si no funciona, algo está pasando que debe ser corregido de inmediato. Cuando todo lo que tienes es una espada, todos sabemos el final.

Lo que una vez fue un llamado aparente para ayudar a las fuerzas de seguridad y la Policía Nacional, ahora se tiene la impresión que quisiéramos asumir esas funciones estrictamente del ámbito civil. Los llamados a una mayor inversión en Defensa y Seguridad tratan de acomodar el pensamiento de que ambos se combinan fácilmente para una mayor seguridad, dando a quienes critican el sistema una excusa para asegurar que la sociedad se sigue militarizando. La verdad es que, ahora como nunca antes, disponemos de mayores recursos que en cualquier otro período reciente. Estamos a la puerta de crisis anunciadas y algunos dicen que cualquier reducción en este gasto reduciría la seguridad, pero rara vez el ciudadano debate qué seguridad podría obtenerse al canjear algunos de esos fondos para apoyar otros asuntos que preocupan a los electores, en cuya mente predomina la falta de oportunidades de trabajo, deficiente atención médica, alto costo de la vida y la canasta básica y el cambio climático. Esto dominará la mente de los votantes cuando comiencen las campañas electorales. Los candidatos tienen muchos planes para abordar estos problemas, entre ellos hay un elefante gordo de más de L.149,000 millones que está en medio de la sala.

Si los electores quieren un cambio, deberán darle un nombre a ese elefante.

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