¿Hades o Apocalipsis?

OM
/
22 de febrero de 2020
/
12:12 am
Síguenos
  • La Tribuna Facebook
  • La Tribuna Instagram
  • La Tribuna Twitter
  • La Tribuna Youtube
  • La Tribuna Whatsapp
¿Hades o Apocalipsis?

Por Julio Raudales

Leí arrobado los tres libros hasta ahora publicados por el profesor Yuval Noah Harari: Sapiens, Homo Deus y 21 lecciones para el siglo XXI. Sapiens es, sin duda, uno de los cinco libros que más he disfrutado en la vida.
Escribo esto, a propósito de una nota con titular tremebundo publicada en “Presencia Universitaria”, hecha viral en las redes y demás medios, en la que se alude a una aseveración del citado autor donde supuestamente vaticina el fin de nuestro país para antes de 2050, debido fundamentalmente a la incapacidad de su sistema educativo para sortear los retos de la revolución tecnológica que el mundo vive en este primer quintil del siglo.

Por todos lados escuché comentarios, algunos de asentimiento y otros de rechazo a la citada “profecía” de Harari. Los que critican al autor dicen que ni siquiera conoce Honduras -ha estado dos veces aquí- y por tanto está desautorizado para vaticinar nada. Otros, sin duda los más pesimistas, recibieron complacientes la proposición, aduciendo que no es necesario ser profeta para ver lo que no requiere anteojos. LA TRIBUNA publicó el lunes pasado un acucioso editorial al respecto.

Por supuesto que Harari está lejos de ser un augur o vidente. B. basta con leer 21 lecciones para el siglo XXI para entender la claridad con la que documenta hechos y argumenta, desde una perspectiva liberal, los problemas actuales y la mejor manera de resolverlos. No hay magia, ni predicciones; solo la realidad actual presentada de manera ordenada para que el lector la entienda y saque sus conclusiones.

Lo he visto un sinnúmero de veces en foros y debates de alto contenido científico, exponiendo con claridad sus ideas. Ha mencionado a Honduras, Guatemala, Bangladesh o Mali, como ejemplos claros de modelos fracasados de orden social. No es nada personal contra nuestro país, se limita a establecer la clara relación de causalidad entre políticas públicas y éxito o fracaso de las sociedades.

En el caso de Honduras estos efectos de políticas erróneas son muy evidentes y el hecho de que nos mencione constantemente como un ejemplo de lo que no hay que hacer, debería de servirnos de acicate más que de motivo de escarnio o rechazo.

Vale la pena entonces seguir la lógica del historiador israelí y de muchos otros sabios de la actualidad y ordenar de manera sistemática los elementos que definen la condición actual de países como Honduras. El patrón se repite constantemente, lo que dificulta menos identificar las causas del problema. El mayor reto es, entonces, convencer a quien corresponde, de que las cosas cambien por el bien del país.

El primer gran elemento es el sistema político: La buena economía depende de la buena política decía Abba Lerner. Es evidente que la mejor explicación de los problemas actuales en nuestro país, está ligada a nuestro ordenamiento legal e institucional más bien precario y con incentivos claros a la desobediencia. Si no lo cree, pregúntese usted por qué los trabajadores que emigran a otros países se adaptan tan fácilmente al ordenamiento de esas sociedades y esto hace que sus vidas cambien ostensiblemente.

El segundo aspecto, no menos importante, aunque siempre sujeto al primero, es el sistema educativo. Es evidente que si no preparamos a nuestros jóvenes de forma adecuada, las cosas no podrán evolucionar y continuaremos en declive. Un país en el que solo 28 de cada 100 jóvenes culminan la escuela secundaria, con un rendimiento en lectura y matemáticas del 40%, no tiene ninguna oportunidad en esta era tan competitiva.

Lo tercero es llegar a un acuerdo social sobre el papel del gobierno. Honduras no puede seguir alimentando un Leviatán insaciable que además produce casi nada. Si queremos un estado de bienestar o uno que privilegie las libertades individuales es necesario un debate honesto y abierto que debemos encarar, pero lo importante es ser coherentes y pretender que el gobierno nos dé todo a cambio de nada.

Cierro diciendo que tal vez no sea tan malo el Apocalipsis. En su acepción bíblica, la revelación a San Juan auguraba un paraíso para aquellos que cambiaron de actitud. Tal vez para el 2050 Honduras haya entendido los consejos de Harari y otros sabios y de esta manera se pueda evitar la caída en el Hades profundo. ¡Eso sí no lo queremos!

Economista y sociólogo, vicerrector de la UNAH.

Más de Columnistas
Lo Más Visto