Miramonte
LA TRIBUNA en su edición del 18 de febrero del 2020, en la página 52, destaca una nota curiosa y que refleja la falta de firmeza y determinación de los guardias penitenciarios de la prisión de Támara en el cumplimiento estricto de sus funciones como garantes de la seguridad del principal centro penitenciario del país, pese a los momentos críticos que se han suscitado últimamente con la fuga del reconocido delincuente apodado “El Porky”.
Destaca la nota periodística del rotativo de esa fecha: “Detienen 3 mujeres que llevaban droga adheridas a sus cuerpos ya que pretendían introducir el alucinógeno a la anteriormente conocida Penitenciaría Nacional de Támara”. Al momento de llegar a la zona de escáner, se le pidió que se quitara la chaqueta para pasarla por el Spectrum 100/100, pero ella se negó, por lo que se le dio seguimiento descubriendo que en el chaleco transportaba cinco paquetes conteniendo una libra de mariguana cada uno”. La pregunta del millón es ¿por qué la dejó pasar pese a su rotunda negativa de cumplir con el requisito?
Los grupos delincuenciales tienen de rodillas al estamento militar y policial. Se han burlado muchísimas veces de la incapacidad de sus servicios de inteligencia para cometer tropelías y fugarse tranquilamente de los centros penitenciarios en las barbas de la misma Policía que cuentan ahora con siete nuevos generales que no han aportado iniciativas orientadas a fortalecer y dar prestigio a la institución policial y fundamentalmente a generar confianza en la ciudadanía dedicada al trabajo creador y constructivo. Con esta reciente humillación de que han sido objeto en los juzgados de la ciudad de El Progreso los capitostes de la Policía Nacional -y también del estamento militar- tienen que efectuar una reingeniería de sus actuaciones específicamente en los servicios de inteligencia para fortalecer su despedazada imagen.
Es tiempo ya que las millonarias sumas que recauda la Tasa de Seguridad retribuyan con creces la tranquilidad y la paz de la sociedad hondureña. Es tiempo que se investiguen pero de verdad, a los policías en su totalidad desde los que ostentan rangos inferiores hasta los grados superiores de la oficialidad ya que el poder económico de las maras ha llegado a un nivel preocupante para comprar conciencias de abogados, políticos, militares, policías y al igual que una empresa mercantil, manejan registros contables importantes producto de los impuestos de guerra y de la extorsión.
Las maras han adquirido preponderancia en las páginas noticiosas de los medios de comunicación que diariamente señalan su papel en las acciones delictivas y gozan en el país de la protección de personajes y de organizaciones que el pueblo hondureño ya los conoce. Ya LA TRIBUNA del 17 de febrero en su página 60 nos informa: “El Porky” mantuvo su postura de líder sanguinario ante los fiscales”.
Un amigo me comentaba con marcada preocupación: “el tiempo se nos acaba”. Presumo que sus palabras denotan el futuro que le espera a Honduras de continuar con esta línea de situaciones totalmente negativas y que hacen mucho daño al país. Es menester que las fuerzas vivas conformada por los obreros, profesionales, etc., converjan en la búsqueda de esfuerzos mancomunados por superar esta situación de connotaciones peligrosas para la paz del país. Hay que reconocerlo: Las maras en el país se han constituido en una fuerza significativa de enorme incidencia y de no tomar el gobierno y las fuerzas vivas el tratamiento del caso como muy bien dice el amigo, las consecuencias para Honduras a futuro serán de connotaciones insospechadas y tal como lo apunta, el tiempo para la paz del país… se acabará irremisiblemente.
Ante esta disyuntiva la situación será: O todos en la cama o todos en el suelo.
¡Que Dios bendiga a Honduras y sus hijos!
Esperaremos…
César Augusto Bonilla Ochoa
Tegucigalpa, M.D.C.
