¿ASILO PARA LOS ALIADOS?

OM
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26 de febrero de 2020
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12:30 am
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¿ASILO PARA LOS ALIADOS?

ANTES que nada, la exfiscal guatemalteca, requerida por la justicia de su país, ya puede dormir tranquila. Pese a que el puesto le sirvió de trampolín para lanzar su candidatura presidencial, no le inscribieron el partido. La fiscalía entabló requerimientos en su contra por supuestos actos de corrupción y salió en barajustada, huyendo a San Salvador, cuando el juez libró orden de captura. Desde entonces permaneció en paradero ignorado, aunque se especuló que había agarrado para los Estados Unidos. Hasta ahora aparece alborozada por la noticia que, en apenas 5 meses de estadía, le resolvieron favorablemente su petición de asilo. La fiscal fue la aliada del temido jefe de la CICIG. Juntos lograron meter preso al general “mano dura” mientras ponían especial empeño a enjaular a otros expresidentes. Cuando le cayeron encima a Jimmy las cosas cambiaron. Habilidosamente fue el primer socio en trasladar la sede de su embajada a Jerusalén. Además, hizo primicia con la firma del convenio de “tercer país seguro” –alias “acuerdo de cooperación de asilo”– con lo que pudo granjearse invitaciones especialísimas a la Casa Blanca.

Así, con esos dos ases en la mano se juega el todo por el todo. Expulsa la CICIG y manda al terrible fiscal colombiano a echar pulgas al sótano de la oficina del Secretario General de la ONU. Allá estuvo refunfuñando, dando entrevistas, mandando notas contra Jimmy –que lo declaró non grato– a embajadas y gobiernos de la comunidad internacional, sin éxito alguno. No hubo prórroga del convenio de la CICIG y el nuevo inquilino guatemalteco de la casa de gobierno, que por su culpa purgó 10 meses de cárcel, lo menos que haría es regresarla. A lo más –aunque se opuso en la campaña– sería ratificar el tratado de “cooperación de asilo” que le dejó Jimmy de legado. No es cacha llevarle la contraria a POTUS, aparte que su país ya comenzó a recibir los primeros refugiados de distintas nacionalidades. La fiscalía guatemalteca inició trámites pidiendo la extradición de Aldana a Guatemala. Sin embargo, puede darse por servida –y archivar el caso– ya que con el asilo otorgado por el “imperio” no la va a llevar a enfrentar la justicia guatemalteca. Más bien se alegró la doña que le dieran su asilo político exprés, en tiempo récord. El trámite solo duró cinco meses. Mientras que cientos de inmigrantes llevan más del año esperando para que al final les digan que no. “Es una persecución política –arguye la exfiscal– como venganza a mi trabajo con la CICIG y por haberme querido inmiscuir en la política que está capturada en Guatemala”. Congresistas norteamericanos de la comisión de relaciones exteriores, festejaron la gracia concedida a la guatemalteca: “Thelma es una defensora de la justicia y esta es una gran victoria en la lucha internacional contra la corrupción”.

Lo interesante será ver si Jimmy obtiene igual consideración –en retribución de todos los servicios prestados por su gobierno al socio norteamericano– cuando le toque su turno. Se intuye lo anterior porque ya días le andan las moscas zumbando. Minutos antes que se le venciera el goce del fuero especial como jefe de Estado, apuradísimo leyó su último mensaje en la toma de posesión de Giammattei, para salir disparado a juramentarse al PARLACEN y no perder la inmunidad. Probablemente, cuando la justicia guatemalteca comience a agitarle las causas pendientes en su contra, recurrirá, como lo hizo la exfiscal Aldana, en amparo del aliado. Aunque a otros –que se creían cercanos a Washington– no les haya ido bien. Martinelli, después de permanecer meses refugiado en Miami, fue extraditado a Panamá. Allá se bajó esposado del avión. Para más el comandante Ortega mantiene asilado a Mauricio Funes, su aliado, salvadoreño. Hasta le concedió la nacionalidad nicaragüense. AMLO mandó a rescatar a Evo y lo tuvo como huésped varias semanas, mientras el kirchnerista argentino no dudó en darle asilo. Al finado Allan García le negaron asilo en Uruguay. Rafael Correa mejor fue a pedir asilo a Bélgica. Y Fujimori, que lo tuvo en el Japón, solo regresó a Perú a que lo metieran a la bartolina. Con estos y los demás antecedentes, los que llegan al poder –por si les toca martirio– deben sopesar cuidadosamente quiénes son sus aliados.

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