Había una vez…

OM
/
29 de febrero de 2020
/
12:52 am
Síguenos
  • La Tribuna Facebook
  • La Tribuna Instagram
  • La Tribuna Twitter
  • La Tribuna Youtube
  • La Tribuna Whatsapp
Había una vez…

 

Klaus”, la bellísima y encantadora ópera prima deSergio Pablos, era a mi juicio, pero lejos de sus contrincantes, la vencedora al Oscar en la categoría de Mejor Película Animada del año, galardón que finalmente fue a parar a la todopoderosa productora Pixar por su cuarta entrega de la saga “Toy Story”. La película de Pablos tiene un mérito redondo por donde se la vea. Empecemos por decir que el cineasta español después de casi una década trabajando en Los Ángeles, Estados Unidos, regresó a Madrid, y allí fundó su propia compañía productora: SPA Studios, donde nacería con el apoyo millonario de Netflix, su obra “Klaus”.

 

Cinta en la que participarían más de 250 artistas procedentes de 27 países del mundo, y con 15 lenguas maternas diferentes, que optaron por volver a los orígenes del cine de animación utilizando la técnica de dos dimensiones (2D), dedicándose en cuerpo y alma durante año y medio a facturar el millón de dibujos a mano que requería la historia de “Klaus”.Con ello, Pablos decidió recuperar el estilo de las cintas clásicas de Disney, donde trabajó en “Tarzán” (1999), “Hercules” (1997) o “The Hunchback of Notre Dame” (1996).

La gesta fue reconocida internacionalmente. De esta forma, Los Premios Annie (los galardones que entrega la International Animated Film Association, afincada en Los Ángeles, California, desde 1972), le concedieron el pasado 25 de enero, los siete galardones a los que optaba: mejor diseño de producción, mejor trabajo editorial, mejor diseño de personajes, mejor animación de personajes, mejor storyboarding, mejor dirección y mejor película. Yla Academia Británica de las Artes Cinematográficas y la Televisión, le otorgó el Bafta como Mejor Película de animación.

 

Dicho así las cosas, su atractivo pasa entonces por su dibujo estético, pues como dijimos previamente, “escapándose de las imágenes generadas por computadoras, “Klaus” rescata el rasgo intemporal y artístico de cuando se realizan películas en 2D, pero mejorada con nuevas técnicas. Rica en detalles y fluida en movimiento, la animación tiene una estética poética y familiar, que agrada tanto a niños como a adultos por la calidad del diseño”.

 

En segundo lugar, “aunque las animaciones son vistas como películas más livianas y sólo para niños, “Klaus” es mucho más que eso, ya que ofrece mensajes importantes para todos. De hecho, resulta imposible no establecer un paralelismo con el mundo extremo en el que vivimos mirando el retrato de Smeerensburg, donde eres del equipo A o del equipo B, pero definitivamente te identificas con alguno. Con el lema “un acto amable de verdad siempre genera más amabilidad”, la película habla sobre valores”. Léase: amistad, generosidad y el respeto por la diferencia, trayendo varios mensajes de palpitante actualidad”.

Hablamos pues de “una historia diferente que atrapa al espectador, gracias a que ofrece una trama que encuentra formas originales de explicar cada una de las leyendas de Santa. Además, los dilemas de maduración de Jesper(el cartero) también causan identificación en cualquier adulto que necesita crecer en distintos aspectos. Los niños se divertirán con la estética y el humor inteligente de la historia, que no apuesta por bromas obvias”.

 

La historia de “Klaus” comienza con Jesper, “un joven de familia acomodada a quien su padre, responsable del servicio de correos, trata de convertir en un hombre de provecho inscribiéndole en la academia postal. A pesar de ello sigue mostrando una actitud apática y se niega a aprender el oficio, por lo que su padre decide destinarlo a Smeerensburg, capital de una remota isla del círculo polar ártico, para abrir una oficina de correos. Además de ir allí en contra de su voluntad, se le impone una misión: deberá entregar 6000 cartas en un año o de lo contrario será desheredado”.

 

“Al llegar a la isla, Jesper descubre que en Smeerensburg nunca se han intercambiado cartas porque sus habitantes pertenecen a dos clanes, los Ellingboe y los Krum, que viven enfrentados a muerte desde tiempos inmemoriales. Sin embargo, todo cambiará después de conocer a Klaus, un misterioso carpintero que vive aislado en una cabaña repleta de juguetes que él mismo ha fabricado, y a Alva, una pescadera que antes había sido maestra de escuela”.

 

“Después de que Klaus encuentre el dibujo de un niño entristecido porque su padre no le deja salir de casa, busca a Jesper y le obliga a entregar un regalo misterioso por la noche: una rana de juguete que tenía en su almacén. Tras recibir este obsequio, los niños del pueblo visitan al cartero rogándole más juguetes y Jesper lo aprovecha para impulsar el envío de cartas que le permitan conseguir su objetivo, utilizando tanto los regalos de Klaus como las enseñanzas de Alva. Los distintos actos de generosidad que se suceden terminarán por transformar el pueblo entero, aunque los líderes de los clanes enfrentados quieren impedirlo”.

 

Uno de los aspectos más destacables de la película son los personajes del pueblo lapón, que en el guion terminan siendo los acompañantes de Klaus, y que el director decidió incluirlos como un elemento distintivo de la cultura escandinava.

Como dato curioso, durante el rodaje, estos solo hablan en lengua sami sin subtítulospara reforzar el choque cultural de Jesper en su nuevo destino.

 

Por último destacar el hecho que para crear la ciudad de Smeerensburg, “Pablos se inspiró en el asentamiento real de Smeerensburg en el archipiélago noruego de Svalbard. Este lugar, hoy abandonado, estuvo habitado en el siglo XVII por neerlandeses y daneses que se dedicaban a la pesca de ballenas”.En resumen, la animación española da un paso de gigante con Klaus, no sólo por la perfección de su estilo, sino también por su originalidad, que la convierten en una entrañable obra cinematográfica para el disfrute de todos. ¡Bravo por Sergio Pablos!

Más de Cine
Lo Más Visto