César Elvir: “misión cumplida”

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1 de marzo de 2020
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12:01 am
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César Elvir: “misión cumplida”

Por: Óscar Lanza Rosales
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El pasado 14 de febrero falleció en esta capital el coronel (r) César Elvir Sierra, una figura prominente de las Fuerzas Armadas de Honduras (FF.AA.) y del país, que ocupó posiciones relevantes entre 1974 y 1985.

Él era tío mío. Eran hermanos con mi mamá. Hijos naturales -como se decía antes- de José María Elvir, oriundo de El Piligüín, pero que se fue a vivir a San Juancito, donde llegó a ser una persona muy próspera, como proveedor de la famosa Rosario Mining Company. Y en hijos también, llegó a tener como 16, entre legítimos y naturales.

César, desde su adolescencia le gustó la milicia, y aunque era de Potrerillos, Cortés, se vino para Tegucigalpa, y se matriculó en la Escuela de Cabos y Sargentos, contando con el apoyo de su papá y de su mamá doña Antonia, que -pese a sus limitaciones económicas- puso sus mayores esfuerzos para que él se graduara, tal como él lo reconocía en sus pláticas.

César Elvir: misión cumplida
César Elvir Sierra.

Después realizó estudios en la Escuela de Altos Oficiales de las FF.AA., y en el exterior, en el Colegio Militar de México y en el Ejército de Alemania, donde logró estudiar a fondo los acontecimientos de la Segunda Guerra Mundial, estrategia militar, y la disciplina de los alemanes, de quienes fue un ferviente admirador.

En todas estas escuelas y cursos, César siempre ocupó el primer lugar, con grado de excelencia
Fue edecán del presidente Ramón Ernesto Cruz.

Jefe del Estado Mayor de las FF.AA. entre 1974-1976. Cuando ocupaba esta posición, se dio el soborno del Bananagate. Se formó una comisión, integrada por el licenciado Jorge Arturo Reina, rector de la UNAH, monseñor Héctor Santos, arzobispo de Tegucigalpa, y César, en representación de los militares para investigar este sonado caso. ¡Miren qué honor para César, investigar a su propio jefe, el general Oswaldo López Arellano, que era el jefe de Estado de Honduras, y que supuestamente estaba involucrado en el soborno. El resultado, todos lo conocemos: López Arellano, prefirió renunciar a su posición, en vez de que le investigaran sus cuentas bancarias.

A principios de 1976, el coronel Juan Alberto Melgar Castro, que era el jefe de Estado de ese entonces, llamó a César, que tenía el rango de Teniente Coronel, para pedirle que creara y presidiera el Consejo Asesor de la Jefatura de Estado (CADEJE), para armonizar las relaciones entre las fuerzas vivas del país -principalmente de los campesinos- con el gobierno, agraviadas por las masacres de la Talanquera en 1972, y Santa Clara y Los Horcones en 1975.

Nos contaba César, que cuando Melgar le comunicó eso, él le respondió que lo quería marginar, que ese papel era para un civil, que tuviera experiencia en el tema. Melgar lo convenció que él era el militar idóneo, por su alta preparación, su roce con los civiles, los diplomáticos y la cooperación internacional. En ese momento, César ya había estado como representante de las FF.AA. en varias comisiones con la sociedad civil, incluido el Consejo Superior de Planificación Económica (CONSUPLANE), donde se había ganado el respeto por sus profundos análisis y propuestas.

Aceptó el reto y el 15 de junio de 1976 estaba inaugurando la instalación del CADEJE.

El punto culminante lo tiene, cuando la Junta Militar que presidía el general Policarpo Paz García -y cuando a este último el Congreso Nacional lo nombra como presidente provisional- lo incorpora como su ministro de Relaciones Exteriores (1980-1982) en su gabinete. De inmediato aceptó el puesto, porque según él, a Paz García fue el superior jerárquico, a quien más admiró por su humildad, honradez y patriotismo.

César puso su talento y mayores esfuerzos para firmar un “Tratado General de Paz entre El Salvador y Honduras” el 30 de octubre de 1980 en Lima, Perú, poniendo fin a once años de rompimiento de relaciones diplomáticas a raíz de una “guerra de cien horas” de 1969.

César Elvir: misión cumplida
El presidente peruano Belaúnde Terry y el mediador Bustamente y Rivero en la trascendental ceremonia.

Fue un acto grandioso, en presencia de cancilleres y embajadores del continente, representantes de la OEA y la ONU, y el presidente de Perú, Fernando Belaúnde Terry.

Es innegable, que la voluntad política de los gobiernos de ambos países en conflicto, fue determinante para firmar este tratado, pero César, atribuía en gran parte el éxito del mismo, al expresidente peruano y prestigiado jurisconsulto José Luis Bustamante y Rivero, que fue el conciliador de Honduras y El Salvador para llegar a ese acuerdo, a quien admiraba por su prudencia y sabiduría y reconocía que aprendió mucho de él.

Estas fueron las declaraciones que recogió la prensa internacional de Elvir Sierra, en la firma de este tratado:
“Esperamos que el tratado ayude a aliviar la tensión en el área y también esperamos que traiga de vuelta la fraternidad y concordia a Centroamérica”.

Esa posición de ministro, también le permitió subir al pódium de la ONU, en representación de Honduras, para dirigirse a su Asamblea General, en su trigésimo quinto período ordinario de sesiones, el 22 de septiembre de 1980, en Nueva York.

En sus últimos años en las FFAA, en los tiempos de Gustavo Álvarez Martínez, este lo llamó un día a su despacho para ordenarle que asumiera la dirección del Programa de Proyecciones Militares. César desde el inicio de la conversación se opuso a tal nombramiento, argumentando que desconocía ese campo de relaciones públicas, y en sus adentros pensaba que era como pasar de zapato a caite, después de ser ministro de Relaciones Exteriores, y con buen suceso. Además que ese programa estaba por los suelos, era una simple oficina, que no tenía ninguna trascendencia en las FF.AA. La entrevista se puso tan tensa, que Álvarez Martínez le dijo finalmente, que era una orden asumir ese puesto, respondiendo César, que lo pusiera por escrito, pero recordaba él, que cuando le dijo eso, lo quedó viendo bien serio a Álvarez, como recordándole que cuando había sido su subordinado, en unos ejercicios militares en Lepaterique, se había rendido, y no había dado el ancho.

Con la orden por escrito, no le quedó de otra que hacer de ese programa de Proyecciones Militares, un gran programa, con el apoyo de embajadas y la cooperación internacional, para levantar la imagen de los militares, que en esos días estaba de capa caída. De esa reingeniería surgió la prestigiada presentadora de televisión Neida Sandoval.

César Elvir: “misión cumplida”
César, también se distinguió como escritor, historiador e investigador. Escribió tres libros: 1) El Salvador, Estados Unidos, Honduras: la gran conspiración del gobierno salvadoreño para la guerra de 1969: la historia militar y diploma?tica de la guerra de los 100 horas de 1969. Una de las mejores obras sobre el conflicto, sustentada en una rigurosa investigación de información, recolectada en Honduras, El Salvador y los Estados Unidos; 2) Las campan?as militares del general Manuel Bonilla: de?cada tra?gica y sangrienta de la nacio?n honduren?a, 1903-1913; 3) golpe de Estado o decreto de destitucio?n: ¿el ocaso del pluripartidismo?

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Los cancilleres de Honduras y El Salvador en el justo momento de suscribir el Tratado de Paz en Lima, Perú.

Elvir Sierra se retiró con honores del ejército en 1985, asesoraba al gobierno en asuntos exteriores, formó parte -con Hernán Corrales Padilla y Alfredo Landaverde- de la primera comisión depuradora de la Policía Nacional.
Recibió varias condecoraciones de países amigos y en el 2015, recibió del gobierno de Honduras un reconocimiento por considerarlo un abanderado en la defensa de la soberanía hondureña.

Cuando ya estaba como militar retirado, yo tuve mayor relación con él. Hablamos mucho sobre la numerosa familia Elvir. Creo que ambos ganamos con lo que él sabía y yo le aporté y viceversa. Fue un gran admirador de su padre José María Elvir, un bueyero que llegó a tener mucho éxito en los negocios. Varias veces lo visitó en San Juancito y se enamoró de este lugar y de su vivienda, donde vivió por tres décadas.

Desde ese lugar atendía sus negocios de la caña de azúcar y del café, y los sábados y los domingos, los tenía destinados para recibir a sus amigos y excompañeros militares, para almorzar y conversar sobre temas del acontecer nacional o internacional. Sus temas favoritos eran la guerra Honduras-El Salvador y las experiencias que vivió en su visita a Alemania.

Los amigos que más vi en esos conversatorios -y que siempre lo visitaban- fue a Fernando Callejas, Evaristo López, el doctor Ramón Custodio López y el coronel de aviación Adán Suazo.

En mi caso, acostumbró a llamarme con frecuencia para comentar mis artículos que escribía en LA TRIBUNA, y siempre para invitarme para sus reuniones de los fines de semana. Recuerdo que la primera vez que lo hice, fue en compañía del poeta Óscar Acosta y el historiador Mario Argueta.

Que Dios reciba en su gloria y con misericordia al soldado César Augusto Elvir Sierra -como él solía autollamarse- que quiso mucho a su patria, que fue muy eficaz y eficiente como funcionario público y que promovió la paz entre dos países hermanos.

Mi abrazo solidario para toda su familia, en especial a sus hijos.

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