La prolongada dictadura de Carías Andino

ZV
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7 de marzo de 2020
/
12:50 am
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La prolongada dictadura de Carías Andino

Sólo la insensatez de los escribidores de “La Época” y la miopía de los holgazanes diplomáticos del oficialismo pueden conceder importancia, como fuerza de opinión, a las actas arrancadas a los milicianos con castigos y amenazas, o a la prédica beocia de la prensa fiscal

Desde el corazón de la patria lejana, llegan a mis oídos, claros y distintos, los ecos clamorosos que difunden el reclama servil de los intransigentes y la amenaza conminatoria de los esbirros, moviéndose en afiebrada actividad, a efecto de propiciar la permanencia indefinida de Tiburcio Carías Andino en la jefatura del poder público en Honduras, al amparo de una comedia electoral.

Cuando en enero de 1936, el actual dictador hibuerense y los principales corifeos del partido reaccionario consumaron el golpe de Estado con que desde entonces se destrozará el sistema legalista en las instituciones de aquel país, fui el primero en protestar contra el inicio atentado, a nombre del PARTIDO LIBERAL, y hoy que se prepara otro ignominioso asalto contra la dignidad de la república, quiero dejar constancia de la repulsa unánime con que el liberalismo hondureño condena ese nuevo crimen del bando usurpador.

Si se pregunta cuáles son los títulos que ante la opinión se sustentan a fin de proclamar hombre necesario para Honduras a Tiburcio Carías Andino, la claque esclavista que disciplina el rebenque dictatorial, solidarizada por la bazofia burocrática, contestará a coro: LA PAZ DE LA REPÚBLICA.

Pero no es paz el silencio de muerte y de espanto que impera en los cementerios.

Honduras está convertida en un camposanto, para los hombres libres que allá intentan mantener incólumes las instituciones democráticas de la nación barteardadas por la sede mando de Tiburcio Carías Andino y la temeraria codicia de sus secuaces.

¿Qué fue de los valerosos generales Leonardo Nuila y Juan B. Pagoaga, portaestandartes de la legalidad republicana contra la usurpación dictatorial…?

Los manes de aquellos esforzados varones, reclamando están de la gratitud del pueblo hondurense, el bronce que la conciencia pública reserva a los héroes y a los ciudadanos beneméritos.

Lo que prevalece en la desventurada Honduras, desde hace siete años, es el reinado del terror, de la violencia criminal e irresponsable, y del vil endiosamiento de la galoneada nulidad que se ha alzado con la suma de los poderes del Estado.

No existe paz pública en un país donde las cárceles están permanentemente llenas de prisioneros políticos, donde los proscritos han podido contarse por millares y donde centenas de ciudadanos han sido asesinados por los agentes del gobierno.

No puede haber paz donde las garantías individuales son un mito, donde los poderes públicos, la justicia, la legislatura nacional dependen del capricho arbitrario del dictador, y donde la vida, el patrimonio y el honor de los ciudadanos, así como el sosiego público están sujetos a las veleidades del togado sargentón que asaltó el solio por la violencia y por artes de birlibirloque.

¿Qué fue de los generales Jesús Zelaya, Adolfo Fiallos, Bruno García, de los honestos y pacíficos ciudadanos Julio Zamora, Claros del Cid, Procopio Bonilla y trescientos más, cobarde y alevosamente asesinados por la pandilla que encabeza el ingaro rábula de Zambrano…?.

La vindicta pública está reclamando a gritos el castigo de los criminales, y la justicia inmanente que conserva la solidaridad de los pueblos hondurenses, el bronce que la conciencia pública reserva a los héroes y a los ciudadanos beneméritos.

Lo que prevalece en la desventurada Honduras, desde hace siete años, es el reinado del terror, de la violencia criminal e irresponsable, y del vil endiosamiento de la galoneada nulidad que se ha alzado con la suma de los poderes del Estado.

No existe paz pública en un país donde las cárceles están permanentemente llenas de prisioneros políticos, donde los proscritos han podido contarse por millares, y donde centenas de ciudadanos han sido asesinados por los agentes del gobierno.

No puede haber paz donde las garantías individuales son un mito, donde los poderes públicos, la justicia, la legislatura nacional dependen del capricho arbitrario del dictador, y donde la vida, el patrimonio y el honor de los ciudadanos, así como el sosiego público están sujetos a las veleidades del togado sargentón que asaltó el solio por la violencia y por artes de birlibirloque.

¿Qué fue de los generales Jesús Zelaya, Adolfo Fiallos, Bruno García, de los honestos y pacíficos ciudadanos Julio Zamora, Claros del Cid, Procopio Bonilla y trescientos más, cobarde y alevosamente asesinados por la pandilla que encabeza el ignaro rábula de Zambrano…?

La vindicta pública está reclamando a gritos el castigo de los criminales, y la justicia inmanente que conserva la solidaridad de los pueblos y de la humanidad no dejará impunes a los delincuentes.

Las manos de Tiburcio Carías chorrean sangre fraterna, como las garras de las bestias de presa.

La paz pública es un sistema de orden en que coexisten la libertad y la justicia en consorcio con la autoridad; y en el régimen despótico que encabeza Tiburcio Carías Andino, solo hay campo para lo inicuo y para lo vitando.

En cualquiera de los sectores administrativos que se investigue sobre la acción funesta y barbarizante del selvático gobernante hondurense, se encontrarán las huellas de la incapacidad, de la incomprensión y del crimen.

Es el desarrollo económico y financiero del país lo que eleva a Tiburcio Carías Andino al plano de hombre indispensable para la prosperidad de la nación y el bienestar de los ciudadanos…?

Los órganos más autorizados de la república, el Ministerio de Hacienda y el Congreso Nacional han dicho oficialmente, en enero del año que corre, que el sistema fiscal y la economía del país están en completa bancarrota, desde que el general Carías y su famélico

séquito tomaron a su cargo las riendas del gobierno.

La educación del pueblo ha dado un salto atrás en su progresivo desarrollo bajo el régimen liberal último llegaron a funcionar hasta mil quinientas escuelas primarias, y esta estadística ha descendido bajo los auspicios de la actual dictadura a cifras que oscilan entre 600 y 900 escuelas de enseñanza elemental.

La disciplina del terror y el dogmatismo medioeval imperan en el liceo y la universidad; y es por eso que la juventud de Honduras entrenada por el troglodita cesarismo del “Ogro de Zambrano” brillará en el futuro por su mediocre intelectualidad ética y cívica, si no rinde oportuno testimonio de su divorcio con el sistema de oprobio en que le tocara desenvolverse por fatal a infausto designio del destino.

El sistema vial de la república, que bajo optimistas horizontes se iniciará en el gobierno de Sierra ha sido abandonado al presente, y para engañar al pueblo se recurre al trabajo forzado y gratuito de los reos comunes, de los faltistas a las paradas dominicales y de los insolventes con el tesoro de los municipios, mientras las rentas propias del ramo de caminos toman rumbos ignorados, y la red de comunicaciones terrestres avanza con pasos de tortuga, en condiciones deficientes y precarias, al paso que el tiempo y la incuria destruyen lo que antes edificaran mandatarios progresistas.

Ene l ramo de guerra el adelanto es invisible. Solo se sabe que los fondos de esa dependencia del gobierno se distribuyen entre los sostenedores de la dictadura, desde el más alto jefe hasta el comandante del último resguardo.

La policía de seguridad es un organismo que opera tan solo en la persecución y hostilidad de los ciudadanos honestos adversarios del usurpador.

Por lo que respecta al servicio sanitario, abandonado en parte a los buitres y a los cerdos, es por lo demás un casillero propicio a los zánganos del partido imperante.

El régimen penitenciario en vigor, es la ergástula en que se atormenta a los enemigos de la dictadura y en la que se amparan los asesinos de los liberales, díganlo si no, los victimarios del periodista Ribera Suazo y de la familia del general Justo Umaña.

El progreso material en que fundamentan su bondad y su prestigio los gobiernos despóticos, es en tal forma mínimo, en el lapso de gobierno caristia, que el inventario de las obras de mayor aliento imputables a la dictadura, caben en este modesto y único renglón: “Tres puentes sobre el río Choluteca”, y con un costo máximo de seiscientos mil dólares, y en los que han cooperado, en forma valiosa, la precedente administración del doctor Mejía Colindres (en el puente de La Moncada) y el gobierno de Estados Unidos de Norteamérica (en el puente de la ciudad de Choluteca).

Lo que Tiburcio Carías Andino ha realizado en orden a la integridad territorial del país que regentea, es, sencillamente, vergonzoso y delictivo; vio con indiferencia el avance de la voracidad guatemalteca al fijarse la frontera de occidente; obsequió parte de nuestro patrimonio terrestre a El Salvador, sin que hubiese reclamo de aquel país sobre nuestra línea divisoria; y, finalmente, ha permitido que la rapacidad de la diplomacia nicaragüense plante sus reales en Cruta, sin la consiguiente protesta viral y decorosa, sacrificando el honor de la república a sus mezquinos anhelos de logrero predominio.

General Tiburcio Carías Andino

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