Los “idus de marzo”

OM
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9 de marzo de 2020
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12:13 am
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Los “idus de marzo”

Por Edmundo Orellana

Es el título del libro que nos anunciara hace algunos años el estimado amigo, Carlos Roberto Flores Facussé, recomendado por uno de sus familiares, que evoca un extraordinario acontecimiento, el asesinato de Julio César, que marcó la muerte de la República Romana agonizante por las reformas políticas que el mismo César promovió, entre las que sobresalía la conversión del Senado, que le había concedido el título de dictador, en un simple cuerpo consultivo, inaceptables para quienes, como Cicerón, habían pronunciado, en su seno, defensas sublimes a favor de la República.

Los “idus” eran días de buenos augurios, pero ese 15 de marzo del año 44 a. C., un grupo de senadores, entre quienes estaban sus más cercanos y queridos, conspiraron contra César, alegando que ese día se autoproclamaría Rey, con los resultados conocidos.

¿Por qué decidió aceptar el título? Prefiero que el lector lo descubra leyendo el libro, que con el estilo que nos tiene acostumbrados en sus editoriales diarios, expone, ante quien decida abrir sus páginas, la historia político-constitucional moderna de nuestro país, uniéndose, así, a los pocos expresidentes que han escrito sobre su vida política.

Desde el proceso que condujo a la Constituyente, hasta hechos recientes de la vida política del país, forman parte de este relato. Se cuida, sin embargo, de narrar únicamente lo que le consta, por haber participado directamente, lo que hace del lector un observador privilegiado de esos acontecimientos históricos.

Los actores de este drama son hombres y mujeres de carne y hueso, que la mayoría aún se encuentran entre nosotros, y, por consiguiente, como advierte el autor, podrán ofrecer su propia versión, que podrá variar en la interpretación, pero no en el hecho en sí y sus circunstancias.

La narración de hechos históricos como las negociaciones que condujeron al regreso del régimen constitucional y del proceso que culminó con la aprobación de la Constitución, el desprecio del Estado de Derecho de Álvarez Martínez y el socavamiento de su autoritarismo hasta su defenestración definitiva, las incidencias del proceso para situar a las Fuerzas Armadas dentro del régimen republicano, abandonando su posición privilegiada que desequilibraba los poderes del Estado, para rematar con las circunstancias del golpe de Estado del 2009, es un relato fascinante, que nos ofrece la visión de un protagonista fundamental.

Sobre la incorporación de la Policía al régimen civil, nos deja claro quien fue el responsable de dejar al país sin investigación criminal profesional por más de 20 años, con las consecuencias que de ese crimen se derivan.
Tengo el singular honor de ser parte de lo narrado. No aparezco mencionado por mi nombre, igual que los demás que aparecen en el relato, curiosidad que de inmediato se capta y que, seguramente, habrá de explicar oportunamente a sus distinguidos lectores. No menciona nombres, pero nadie dudará a qué actor se refiere en cada escena.

El debate que sobre la Constitución protagonizamos y en el que demostró ampliamente su cultura jurídico-constitucional – mucho más sólida que la de muchos profesionales del Derecho- ocupa un capítulo de la obra intitulado “En defensa de la Constitución”, y del que dice: “…uno de los pocos debates escritos -que no descienden a lo pedestre- inusuales en ese medio; saturado del antagonismo grosero de gente a la que, sin mucho talento, lo que le sobra es capacidad para ofenderse”.

También narra un hecho del que debo hacer una aclaración. Para conmemorar los diez años de incorporación de las Fuerzas Armadas al régimen civil, se decidió invitar, previa consulta al presidente Zelaya, al expresidente Flores Facussé, quien desde la presidencia del Congreso Nacional aprobó, en las circunstancias que relata en el libro objeto de este artículo, la pertinente reforma constitucional. En la narración aparece que Zelaya insinuó al invitado que no había sido consultado previamente; sin embargo, las gestiones se hicieron, por dificultad en la comunicación, por medio de su secretaria personal, quien se lo comunicó e hizo saber al autor de este artículo que el presidente autorizaba la invitación. Se trataba de un evento de un simbolismo extraordinario, referido a uno de los acontecimientos de mayor significación en la vida republicana del país, y, por consiguiente, debía celebrarse con el protocolo que su importancia demandaba.

Quien desee conocer las interioridades de cómo llegamos nuevamente al régimen constitucional y los vaivenes que lo han mecido desde 1980, está obligado a leer el libro, especialmente la academia, porque, además de relatar hechos históricos contemporáneos, ofrece perspectivas interesantes en temas fundamentales, particularmente sobre el Derecho Constitucional y la Ciencia Política. Seguramente, será un éxito bibliográfico y provocará reflexiones y reacciones.

¡Enhorabuena, señor expresidente!

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