LOS TITULARES Y LA PRENSA CONVENCIONAL

OM
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9 de marzo de 2020
/
12:14 am
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LOS TITULARES Y LA PRENSA CONVENCIONAL

ASÍ como están actuando las sociedades –donde una vasta multitud de espectadores pasa en las nubes, hipnotizados en sus móviles y pantallas digitales, hostiles hacia las instituciones tradicionales, influenciadas electoralmente por sus fobias y aversiones, por quienes más apelan a sus impulsos primarios– la política se ha convertido más en un espectáculo para el entretenimiento y el desquite que en el arte de gobernar. La valía del servicio público, para beneficio de la colectividad, políticos amargados lo han desfigurado en un afán de alcanzar el poder como instrumento de venganza contra enemigos. En la cambiante sociedad, el ciudadano armado de nuevas tecnologías –que pone el conocimiento al alcance de un botón– no las ocupan para educarse, instruirse o informarse. Más bien como pasatiempo, como un arma para transmitir frustración, distorsionar la verdad, manipulándola. En esta atmósfera polarizada las “chatarras” de los chats y los adictos de las redes sociales pareciera que son elemento predominante de la opinión pública. No estén tan seguros. La prensa convencional sigue siendo el factor preponderante de mayor influencia en la sociedad. Como muestra un botón.

Decíamos ayer que seguimos de cerca el proceso electoral en los Estados Unidos no solamente por su fascinación sino porque se presenta como un modelo para asimilar lecciones. Hasta antes del supermartes el socialista parecía imparable. Bernie Sanders, hasta ese momento, auxiliado por sus jóvenes seguidores de los Twitter y los universitarios identificados con sus posturas dadivosas y antisistema, tenía al exvicepresidente arrinconado, en cuarto y quinto lugar. Aventajaba en todas las encuestas entrando a las primarias del supermartes. Sin embargo, la voltereta de Biden es considerada una de las más asombrosas proezas en la historia política norteamericana. El vicepresidente se había quedado sin dinero para invertir en su campaña, superado por Bernie que cuenta con un aparato bien aceitado de contribuciones online, gracias a sus fans de las redes sociales. Y por supuesto, sin la guaca del billonario de Nueva York que solo en el supermartes invirtió $550 millones de su propio peculio. ¿Qué pudo haber sucedido para revertir la ola predominante en la opinión pública? Sí, el endoso del respetado congresista de Carolina del Sur. Las llamadas de las reliquias sagradas persuadiendo a varios contrincantes que dividían el voto moderado de los demócratas que se salieran de la contienda y endosaran al Biden. Pero –de acuerdo a los expertos analistas– el vuelco de Biden tomó inercia de la cobertura mediática, de la prensa convencional, con una narrativa positiva a las posibilidades del exvicepresidente. En vez de destacar aspectos sensacionalistas –que por supuesto llaman la atención– de una campaña fracasada, la cobertura –en grandes titulares de periódicos y de las principales cadenas noticiosas– fue otra.

La de un luchador caído en la lona que se repone de la marimbeada y regresa a dar la pelea. Los medios de cable le cubren ampliamente sus concentraciones destacando que los otros aspirantes demócratas se salen de la carrera para darle el respaldo. La percepción que líderes importantes del partido se adhieren en coalescencia a su candidatura. Las piezas de dominó comienzan a alinearse. El mensaje, después de Carolina del Sur, que reverberó claro y repetido durante las siguientes 78 horas, fue que Biden regresaba. La onda expansiva repercute en los que se deciden a última hora, incluso en el voto hispano –ayudándole a remontar en Texas– que hasta entonces parecía favorecer a Sanders. La narrativa impulsa a que salgan los votantes masivamente a las urnas. Por supuesto que en los estados del sur juega el voto de los electores afroamericanos. Los que salen motivados por estímulo de ganarle a Trump. Los que no veían esa cualidad en el exvicepresidente, hasta ese momento que la prensa tradicional lo hace historia, masifica la cobertura, le dedican grandes titulares en los periódicos y lo colocan como centro de un resurgimiento milagroso.

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