Importaciones diabólicas

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13 de marzo de 2020
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12:22 am
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Importaciones diabólicas

Por: J. Wilfredo Sánchez V.
J. Wilfredo Sánchez V.

La autoridad del Estado y la ley han sido desbordadas por la delincuencia, la actual política antiinmigrante de los Estados Unidos, viene a agravar aún más nuestras endebles instituciones de seguridad, al exportarnos los pandilleros que allá se han formado, con una especie de mística confrontativa de rebeldía, pues ellos encuentran cierta belleza en oponerse a la autoridad y están convencidos que el ser pandillero es prueba de machismo.

En una sociedad internacionalizada por los modernos medios de comunicación, en donde los modelos de conducta se han objetivado como las modas en los vestidos o los zapatos, así también la rebeldía pandillera se imita y se adopta en nuestros países; el consumo de la droga, el alcohol y la práctica del sexo por la juventud ha llegado a que estos se inicien a temprana edad.

Formados en San Francisco, y como un virus exportado hacia el sur, han llegado a cuestionar la ley y la autoridad del Estado, llegando a establecer el control sobre la población, como ha sucedido en ciudades de México, El Salvador y aquí en Honduras, regulando una organización vertical, un sistema tributario y normas legales para castigar y proteger a sus miembros, a la población y a los bienes de quienes se someten a su autoridad; el hábil aprovechamiento que la delincuencia ha hecho de las concepciones jurídicas para modernizar el derecho, tal como el respeto y protección de los derechos humanos, incorporado a nuestras leyes como uno de los elementos de la democracia, han sido capitalizados por los narcotraficantes primero y por los demás delincuentes después, han sido incorporados en el pensamiento sociológico, una especie de predisposición primero, una confrontación después y un rechazo de los órganos del Estado por último, exponenciado esto último por ONG, que como tontos útiles, o conscientes, se han convertido en escudos de delincuentes, obstaculizando a la autoridad que en determinado momento tiene un contacto con el ciudadano para imponerle o sancionarle ante la inobservancia de la ley, así, lo que los pandilleros consideran una cierta belleza en oponerse a la autoridad, ha ido conformando una especie de cultura que en las pantallas de TV, en el cine o en las redes sociales nos llegan desde el norte, considerando normal oponerse a la justicia, a la Policía o a los militares, debilitando a estos organismos se fortalece la impunidad de los delincuentes, los ejércitos privados van creciendo.

El fácil acceso a los medios de la moderna tecnología, pone a disposiciones de estos criminales, elementos que en muchos casos superan los medios disponibles a las autoridades. Esta es la actual situación, que como un “diálogo en el infierno” tienen que convivir los órganos de justicia y sus auxiliares, los cuerpos de policía y las Fuerzas Armadas, es precisamente la inteligencia el recurso que tenemos que explotar para superar al que tiene la ventaja de la iniciativa en cuanto a modo, lugar y momento de delinquir: Maurice Joly en su libro supra referido, nos retrata la maldad del hombre cuando se suelta de los frenos sociales al decirnos en boca de Maquiavelo: “El instinto malo es en el hombre más poderoso que el bueno… el temor y la fuerza tienen mayor imperio sobre él que la razón… Todos los hombres aspiran al dominio y ninguno renunciaría a la opresión si pudieran ejercerla. Todos o casi todos están dispuestos a sacrificar los derechos de los demás por sus intereses. El hombre experimenta mayor atracción por el mal que por el bien; el bien puede surgir del mal; que se llega al bien por el mal. ¿Qué es lo que sujeta a estas bestias devoradoras que llamamos hombres?”.

El medio ambiente o medio social es uno de los factores que inducen a la conformación de la conducta del delincuente, este criterio confirma el aforismo del filósofo José Ortega y Gasset: “Yo, soy yo y mis circunstancias”, esta lapidaria sentencia confirma el aserto de que las actuales condiciones depauperantes en que el modelo económico y la corrupción, que incorpora la ley natural de la supervivencia del más apto, aquel que no dispone de los recursos tecnológicos para competir por la supervivencia con las reglas que le impone la sociedad gobernante, echa mano de los recursos desenfrenados de la fuerza y la astucia para satisfacer las necesidades que le impone su natural instinto de supervivencia en un mundo para él inadaptado, hostil.

Este es el mundo violento y rebelde a que se enfrenta la justicia y sus órganos auxiliares, es impostergable que el órgano político haga, tiene y debe hacer lo suyo, la justicia no puede, por ello, dar tregua, ni contemplar como Nerón que las llamas destruyan el orden establecido, ni esperar que venga El Quijote con la pócima de Fierabrás para curar los males que nos aquejan.

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