La economía en los tiempos del Covid-19

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14 de marzo de 2020
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12:39 am
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La economía en los tiempos del Covid-19

Por: Julio Raudales

En las últimas dos décadas del siglo pasado, el azote apocalíptico del Sida surgió como castigo escatológico contra el desenfreno sexual. Esa pandemia global, la última que habíamos tenido hasta ahora, renovaba la misteriosa relación entre la enfermedad y sus metáforas tantas veces enunciadas por profetas, novelistas, directores de cine y augures a lo largo de los siglos.

El coronavirus o Covid-19, para los más exquisitos, vuelve hoy a enardecer esa esfera imaginaria de la humanidad, pero su vértigo arrastra un torbellino apocalíptico que no es solamente mítico o religioso, esta vez también envuelve materialmente la globalización económica y el desorden ambiental que nos trasciende desde los albores del siglo XXI y hace inevitable la reflexión sobre el destino de la especie. Es como un desconcertante paréntesis para mirarnos otra vez en cámara lenta.

Los mapas del planeta que hoy circulan en todas las plataformas y pasean orondos por nuestros celulares como consecuencia de la pandemia, muestran a China, Europa y los Estados Unidos sin las manchas de polución que sombreaban sus zonas industriales, mientras que el descenso de viajes, eventos laborales y sociales, concentra a muchos en la meditación sobre el cambio histórico que los arrasa. La dimensión apocalíptica aplana en silencio las perspectivas cotidianas.

La hecatombe que las epidemias han causado en distintas épocas de la historia, ha configurado la humanidad no menos que las guerras: la peste negra renovó la economía europea porque la reducción de la población fortificó a los sobrevivientes. Por el contrario, la viruela y la sífilis de los conquistadores exterminaron a nuestros indígenas sin mayor redención, la influenza posterior a la Primera Guerra Mundial selló a la humanidad con una mortalidad gigantesca y misteriosa que sobreseía temporalmente la de los ingenios humanos y el Sida cambió dramáticamente nuestros hábitos venéreos.

Por su parte, el actual coronavirus parece otro estreno maligno del lado oscuro de la globalización. El tono alarmista que sacude las sociedades del planeta quizás no se debe tanto al desconocido mutante que viaja en todas direcciones, sino al tenebroso convencimiento de un desamparo global. Hemos visto cómo los líderes planetarios, desde Xi Jipin hasta Bukele, han pasado de la inermidad a la estupefacción y de ahí a la movilización, tan improvisada como alarmista, lo cual en muchos casos aumenta la histeria de la población global.

Si bien la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha declarado al Covid-19 pandemia mundial, ya que la enfermedad está ya en 108 países alrededor del planeta, incluyendo Honduras, lo más inquietante es que el director del organismo dijo que “hay una alarmante inacción por parte de poderosos gobiernos del mundo”. Esta declaración pareció hacer que los líderes más conspicuos del planeta comenzaran a hacer algo al respecto: La mayoría de los países europeos han cerrado sus fronteras, Trump canceló todos los vuelos desde el viejo continente -salvo Gran Bretaña- y con ello ha provocado el estallido de los mercados de valores.

En Latinoamérica, los líderes aparecen día a día en la pantalla improvisando alrededor del tema y sobre todo colocándose medallas en el pecho con el fin de aparecer como los adalides del combate al mal: Fernández en Argentina, al igual que Bukele aquí cerquita, confinan en cuarentena a los viajeros que llegan de países donde se han reportado casos del brote.

Acá en Honduras, como en casi todos lados, cunde la incertidumbre y el desasosiego. Los empresarios de turismo comienzan a padecer su ancestral aflicción y llaman a la tranquilidad, los farmacéuticos y comerciantes de productos de higiene aprovechan su agosto en marzo y poca gente parece entender la importancia de mejorar los hábitos, ante una escasez de agua que se consolida como la verdadera amenaza.

La recomendación de Pascal: “La mejor manera de evitar el mal es quedarse sentado en casa”, vuelve por sus fueros tres siglos más tarde. Aunque el filósofo se refería a la ruinosa mundanidad, el ánimo de repliegue cunde en nuevas propuestas ambientalistas. Grupos de jóvenes reclaman asambleas con simplicidad aldeana y advierten la inevitable reducción civilizatoria frente al futuro incierto.

Pero ya una compañía española anunció la obtención de la vacuna. Si esto es cierto, las posibilidades de extensión de la crisis se atenúan y solo quedarán las lecciones para que el futuro sea menos catatónico de lo que ha sido el pasado, tanto el ancestral como el reciente. Ojalá que la lección nos fije más la atención en los retos que como humanidad tenemos de cara al siglo XXI y permita campear a la ilustración y a la inteligencia por sobre la ignorancia y el prosaico afán de lucro. ¡Así sea!

Economista y sociólogo, vicerrector de la UNAH.

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