Víctor Galindo, zapatero de la Séptima Avenida:

ZV
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14 de marzo de 2020
/
12:03 am
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Víctor Galindo, zapatero de la Séptima Avenida:

El “toc toc” del martillo golpea leve, pero incesante en los puestos de calzado de la Séptima Avenida de Comayagüela. En el ambiente suena “Yo te necesito”, de El Bukis, un “himno” entre todos los trabajadores del inmueble impregnado de olor a resistol y cuero. Aquí, hace muchos años, operó una agencia famosa de carros. Ahora, es una auténtica maquila de zapatos, donde decenas de microemprendedores, ávidos de clientes y créditos blandos, encaran estoicamente la competencia desleal de las importaciones que los tiene en la ruina. En el local No. 17 se encuentra uno de estos artesanos, Víctor Galindo, el ideólogo de los famosos “burritos” que tanto publicita el Presidente de la República, Juan Orlando Hernández, y muchos de sus ministros. Su calzado ha cobrado tanta fama, que ahora tiene pedidos de Centroamérica y Estados Unidos, pero no todo es color de rosa para su pequeño taller. En nombre de sus colegas, Víctor lanza un llamado de auxilio a los bancos, tiendas y los hondureños en general para que apoyen el calzado nacional y no se derritan por las marcas extranjeras. De paso, comparte los secretos de este noble oficio en peligro de extinción. En el ambiente sigue la música, “Sacrificio”, de Elton John.

¿Desde cuándo trabaja en la zapatería?
Desde los 13 años, al salir de sexto grado.

¿Cómo llegó?
Cuando salí de la escuela, mi mamá me dijo que no había dinero para seguir en el colegio y que tenía que buscar trabajo para llevar comida a la casa.

¿Dónde aprendió?
Con un vecino que tenía una zapatería en el barrio, fue a decirle a mi mamá que ocupaba aprendices y como yo no estaba estudiando, ni haciendo nada, me fui a trabajar.

¿Cuánto ganaba?
Ganaba 25 lempiras a la semana en aquel entonces, le ayudaba a costurar el zapato.

¿Qué hacía con ese dinero?
Hacía milagros para sobrevivir. Le daba 10 lempiras a mi mamá y con el resto pagaba mis cosas.

Esos “burritos” están de moda, ¿cómo surgió la idea?
Desde hace muchos años estamos innovando en diseños y estilos y gracias a la publicidad que le dio el Presidente nos han llegado más clientes.

¿Cómo llegaron al Presidente de la República?
Tuvimos el acercamiento con la Asociación de Zapateros de la Séptima Avenida y el Presidente Hernández nos recibió amablemente en Casa Presidencial y como regalo le llevamos un par de zapatos de los míos.

¿Les ha ayudado esa publicidad del Presidente?
Por supuesto, desde entonces ha venido más gente a comprar para ellos o para pequeños negocios que están emprendiendo. Eso nos ha sostenido.

¿Los están apoyando desde el gobierno?
Estamos en el programa Semprende, el Presidente nos ha prometido darnos créditos blandos a largo plazo y bajas tasas, además, de quitarnos muchas trabas en las aduanas al momento de exportar el calzado. Independientemente de lo que se diga, admiro su carácter y creo que así será.

¿Qué tan buenos son estos zapatos?
Es un zapato de puro cuero por dentro y por fuera, bastante fresco, pegado con compresor, lo que garantiza comodidad y durabilidad, a las pruebas me remito.

¿Cuánto cuesta?
Este burrito lo estamos dando en mil lempiras o 1,200 pero en docena le sale a menor precio para que le puedan ganar.

¿Hay más estilos?
Tenemos burritos para dama con un cuero extremadamente suave y material virgen con el mismo tratamiento de varón.

¿Cuál es el secreto de un buen zapatero?
El secreto no es más que le guste su trabajo, que sienta la pasión por el arte de la zapatería.

¿Siguió estudiando?
Llegué hasta el tercer curso en el Instituto Hibueras, de noche, pero me metí en la bebida. Luego pasé a otro taller donde ganaba mejor y sentí que ya no era necesario estudiar, ahora me arrepiento.

¿Qué tanto se metió en la bebida?
Muy bajo, caí en drogadicción y para poder comprar las drogas tenía que asaltar cuando andaba bolo.

¿Siempre fue zapatero?
Siempre, pero hubo un tiempo que me quedé sin trabajo y me fui “mojado” a los Estados Unidos cinco años.

¿Cumplió el “Sueño Americano”?
No existe el “Sueño Americano”, el sueño está en Honduras, porque allá vive mejor un perro que un ilegal, yo aguanté más hambre en Estados Unidos que aquí en Honduras.

¿Tan mal le fue?
No me fue mal, logré hacerles la casa a mis hijos. Para ese entonces había dejado la bebida, pero los Estados Unidos no es como lo pintan, hay que sobrevivir, sin papeles, no hablas inglés, no puedes manejar, es terrible.

¿Por qué se regresó?
Por mi familia.

¿Qué hizo al venir?
Como tenía unos ahorros y no quería regresar a la zapatería, puse un negocio de vender electrodomésticos al crédito; pero, a los tres meses, me asaltaron y casi me matan. Intenté irme tres veces mojado, pero la última vez caí preso, estuve tres meses encerrado en una cárcel federal con los peores delincuentes. Me sacaban una hora al sol. Me castigaron de tal forma, que me quitaron las ganas de volver.

¿Qué lo motivó retomar la zapatería?
Al principio fue duro después de ganar 150 dólares diarios vine a ganar 850 lempiras a la semana, pero no tuve otra opción. Gracias a mi amigo Gabriel, que me dio trabajo y don Atiliano Rodríguez, que nos compraba el calzado por mayor, me pude independizar. Le gustaron mis estilos y volví a enamorarme de la zapatería. Lastimosamente, don Atiliano cerró las tiendas y mi negocio cayó también.

¿Cómo se recuperó?
Sigo operando con números rojos, por eso me trasladé a este mercado para bajar costos. Hacíamos 200 pares semanales, tenía 16 trabajadores, había sacado máquinas financiadas. Solo de ahí deduzca. Recuperar el mercado es lo que más cuesta, además, hay que pagarles bien a los trabajadores.

¿Qué necesita para recuperar el mercado?
No solo es mi caso, es el de todos mis compañeros en general. Necesitamos gente que crea en este calzado, que abran tiendas o las tiendas que ya están que metan el calzado hondureño, porque solo calzado importando venden y de muy mala calidad.

¿Siente que los hondureños no apoyamos lo nuestro?
Desgraciadamente, la gente compra por la marca, el hondureño ha caído en una vanidad, solo mire que anda un celular de 16 mil lempiras, pero alquila en vez de comprar un terreno. Si no mira una marca en un zapato, no lo compra.

¿Este taller es suyo?
Es mío y ellos son mis compañeros de trabajo (se refiere a Gerson, Karla y Tulio) no los veo como empleados. Soy justo con ellos, en la medida de lo posible; quiero hacer crecer el taller entre todos, aspiro a que estemos mejor.

¿Es agotador trabajar la zapatería?
Lleva de todo, concentración, se trabaja con cuchillas, se necesita esmero, conciencia, pasión y es un trabajo a tiempo completo, esta gente trabaja de siete a siete y en temporada alta hasta las 3:00 de la mañana para llevar más dinero a su casa. Yo me voy después de las 8 de la noche, todos los días.

Mucha gente discrimina al zapatero por su apariencia, ¿qué piensa?
Son opiniones viejas porque decir zapatero antes era decir drogadicto, borracho y ladrón, obsceno, pero la verdad es que somos auténticos artistas, por cierto, mal pagados. A nosotros nos entregan un producto en bruto y lo transformamos para cuidar una de la partes más delicadas del ser humano como es el pie.

¿Cómo cambiar la mentalidad para valorar la zapatería hondureña?
Como le decía, nuestra zapatería es de calidad, pero, desgraciadamente, muchas personas la desprecian. Tenemos un trabajo largo para cambiar esa mentalidad vieja porque mucha gente siente que valen por la marca que andan y no por lo que son, es cuestión de autoestima.

¿Cuál es su especialidad dentro de la zapatería?
Me especializo en suela, le hago lo que usted quiera. En las otras ramas tengo conocimiento y gusto para dar la idea de lo que quiero.

¿Sus “burritos” ya salieron al extranjero?
Sí, mucha gente los ha llevado por Centroamérica y hay una persona que los está proponiendo a las tiendas Marshall y Ross en los Estados Unidos. Estamos esperando la respuesta.

¿Tiene una marca?
Mi marca es YESER, que son las iniciales de mis hijos: Yevic, mi hija mayor y Serget, de ahí nació la marca. Mis hijos se graduaron y trabajan en lo suyo, pero los dos pasaron por este taller, durante estudiaron y mientras, hallaban trabajo.

¿En su familia hay más zapateros?
Mis dos hermanos mayores fueron zapateros, pero no les gustó y se retiraron: Uno se fue a la albañilería y el otro trabaja en un taxi.

¿Cuál es el principal problema que enfrenta la zapatería en general en estos momentos?
Como le decía, uno de los obstáculos es la competencia desigual y así se lo hicimos saber al Presidente. Entran cantidades industriales de calzado pero para que salga un zapato de aquí hay muchas trabas, en la aduana nos quitan la ganancia.

¿Y con los créditos?
Ese es otro problema, los bancos nos ponen muchos obstáculos porque no creen en nosotros, por temor a pérdidas, solo creen en las grandes empresas.

¿Hay suficiente mano de obra?
Cuesta hallar un aprendiz. Antes, los padres mandaban a sus hijos a los talleres a que se les enseñara a trabajar, pero ahora es raro ver un aprendiz en un taller; la mano de obra está en peligro de extinción y hasta el INFOP canceló los cursos.

¿Sigue siendo rentable tener una zapatería?
Ya casi nadie quiere aprender el negocio por los bajones del mercado. Hay temporadas que se cierran porque no hay ventas y hay que esperar septiembre, después diciembre y luego enero, por lo de la temporada escolar.

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