Ernesto Cardenal: Poeta y sacerdote revolucionario

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15 de marzo de 2020
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12:04 am
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Ernesto Cardenal: Poeta y sacerdote revolucionario

Por: Dagoberto Espinoza Murra

Antes de sacerdote ya era reconocido poeta y siendo religioso se incorporó a la lucha revolucionaria de su país, contribuyendo —con otros intelectuales— a la caída de la dinastía de la familia Somoza de Nicaragua.

Nos conocimos en Moscú en agosto de 1978. Asistíamos a una reunión del Consejo Mundial de la Paz y muchos iberoamericanos (hombres y mujeres) tuvimos la suerte de saludar al poeta que representaba las esperanzas de libertad de su país y de otros pueblos del continente.

En el hotel Ucraina (una de las construcciones faraónicas del período estalinista) nos alojaron a los participantes en el evento y allí saludamos en repetidas ocasiones a Ernesto Cardenal. Cuando él bajaba del ascensor –vistiendo camisa de algodón y portando una boina negra que hacía un atrevido contraste con su barba y larga y blanca cabellera–, era objeto de miradas de admiración y respeto de quienes nos congregábamos en el amplio lobby. “¡Allí viene el poeta!”—dijo un amigo de Ecuador. “¡Qué suerte he tenido al conocer a este poeta revolucionario”— me susurró al oído un colega argentino, quien también escribía versos.

Un día nos llevaron a conocer el Kremlin. En cada estación del metro, donde lucían bellas obras de arte o símbolos de la revolución, cardenal apuntaba en una pequeña libreta algunas de sus impresiones. “He viajado en muchos metros del mundo –decía–, pero ninguno iguala la majestuosidad de esta obra de transporte colectivo”. Ya en el Kremlin nos mantuvimos unidos por lazos invisibles de simpatía y recorrimos jardines y observamos construcciones que hablan de la época de los zares.

Cuando llegamos al mausoleo de Lenin, cardenal se ajustó sus lentes y con pasos que a mí me parecieron marciales, se aproximó al cuerpo embalsamado del gran conductor de la revolución bolchevique. Como luego nos llamaban para conocer otros lugares de interés, me le aproximé y le dije que era mejor regresar al mausoleo en otro momento que tuviéramos libre. Visitamos diferentes sitios, pero en su mente y en su corazón—estoy seguro—la imagen de Lenin se mantenía viva.

Después de una de las conferencias, el poeta se me acercó y, con un mapa de la ciudad en sus manos, me dijo: “¿Volvemos a la Plaza Roja? Quiero ver nuevamente la tumba de Lenin.” Lo acompañé (en el fondo me sentía importante al gozar de su confianza) y otra vez se repitió su mirada reverente al cuerpo embalsamado. Me imagino —es una mera suposición— que allí se gestó alguno de sus poemas.

Ya de regreso, en una de las estaciones del metro, me preguntó que si me gustaba la poesía. Mi respuesta inmediata fue un sonoro ¡Sí! Pero ante su mirada escrutadora pude entender que lo que él quería saber es si yo escribía poesía. Bueno, le dije, me gusta leer y escuchar poesías, pero mi estro no me da para tan bella empresa.

Con esos recuerdos, al leer una semblanza que del poeta hiciera un escritor centroamericano, me resultó fácil comprender su pregunta “¿Te gusta la poesía?” Dice Augusto Monterroso que en 1944 se encontró con cardenal en la cafetería de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de México. “Cardenal –refiere Monterroso–, que podía enseñarla, estudiaba allí literatura, y no se interesaba por nada más… Y así el poeta, creyendo en sus musas, maduró vital y políticamente más que nosotros, que nos volvimos meros escritores, burócratas o diplomáticos, mientras él ya no solo camina sobre las aguas, sino sobre las nubes, como el nefelibata de Rubén Darío, y lo más milagroso, sobre la tierra, porque cuenta con el secreto de creer en lo imposible y entonces lo imposible es posible para él…”

Con el triunfo de la Revolución Sandinista (1979) fue llamado a ocupar el Ministerio de Cultura; Fernando Cardenal, su hermano, el de Educación y Miguel D´Escoto, otro sacerdote revolucionario, el de Relaciones Exteriores. Rectorando la cultura de su país, Ernesto Cardenal fomentó los talleres de “Poesía Libre”. “Esta, dice uno de los editoriales, es una poesía directa y profunda, es la vida del pueblo con su lenguaje, es geografía física, es la historia de nuestra Revolución Sandinista escrita en verso.”

Años después nos dimos cuenta que el poeta Ernesto Cardenal –igual que otros valiosos intelectuales– se había distanciado de las esferas gubernamentales de su país. Algunos amigos me dicen que el poeta, desilusionado, ha escrito obras donde se pueden encontrar los motivos de su alejamiento. Mi saludo respetuoso al insigne poeta revolucionario, casi cuatro décadas después de aquel , para mí, afortunado encuentro al enterarme de su fallecimiento vienen a mi memoria aquellas palabras “te gusta la poesía?” y mi prosaica respuesta.

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