La Tribuna en la frontera: Municipios del sur de Lempira al desarrollo con nueva carretera
El tramo de 37 kilómetros de San Juan a Erandique quedará a nivel de terracería y se negocia la pavimentación.
Nota del autor
Los municipios de Erandique, Gualcinse, Candelaria, Mapulaca, La Virtud y Valladolid, entre otros del sur de Lempira, conforman una de las regiones más ricas en biodiversidad, culturas vivas y herencia colonial, pero al mismo tiempo una de las más vulnerables y desconocidas de la frontera de Honduras con El Salvador. En este especial, LA TRIBUNA describe el aislamiento histórico de estos pueblos y las oportunidades económicas, laborales, sanitarias, educativas y turísticas con el inicio de la pavimentación de la nueva carretera, por parte del gobierno, para unos 100 mil pobladores de ascendencia indígena en su mayoría y para quienes una vía de esta magnitud es asunto de vida o muerte.
Texto y fotos: Eris Gallegos
LA VIRTUD, Lempira. Apenas sale el sol, las máquinas encienden sus motores y comienzan a excavar. Patroles, retroexcavadoras, volquetas y motoniveladoras trabajan por separado los siete días de la semana en tres tramos carreteros para acortar tiempo y distancia entre estos pueblos, donde viven unos 100 mil pobladores del sur de Lempira.
Contratada por el gobierno del Presidente Juan Orlando Hernández, como parte de una promesa a sus paisanos, la pesada maquinaria abre una brecha de ocho metros de ancho, sacando enormes rocas y derribando montículos completos sin alterar sustancialmente la rica biodiversidad de la zona.
En un primer frente, la constructora Eterna trabaja a nivel de terracería desde San Juan, Intibucá, hasta Erandique, Lempira; el segundo, a cargo de la empresa Sermaco, corre en sentido opuesto desde Mapulaca, pasando por Candelaria, hasta Gualcinse, en las faldas de El Congolón, el mítico cerro de 2,000 metros de altura donde, según la leyenda, murió el cacique Lempira.
Más al sur, el tercer segmento, avanzado en un 70 por ciento con pavimento hidráulico de 20 centímetros de grosor, a un costo superior a los 400 millones de lempiras, conecta a Mapulaca con Valladolid y unos diez municipios más, ubicados de forma paralela al río Lempa, la línea divisoria natural entre Honduras y El Salvador.
Los tres tramos suman unos 100 kilómetros. Una vez concluidos, al final de este periodo, según la promesa del gobernante, le pondrán fin al histórico aislamiento de estos pueblos. Hasta hace poco, la gente tardaba semanas en llegar a lomo de mula por caminos reales, dejados por los españoles, a los centros urbanos del occidente como Santa Rosa de Copán, Ocotepeque, Gracias y La Esperanza.
BIODIVERSIDAD Y BELLEZA
A más de 220 kilómetros de la capital, en el primer tramo y a unos 333 kilómetros, del tercero, las máquinas abren paso en medio de un paisaje encantador y biodiverso con bosques de pinos, macuelizos con sus flores rosadas, encinos gigantes y un clima agradable todo el día.
Una verde foresta rodea el ambiente y se disputa el paisaje con el azul denso del cielo. Las montañas lejanas impresionan a los transeúntes y los obliga a plantearse preguntas como quién vivirá en aquella casita escondida y cómo subsisten en medio de tanta soledad.
Los cantos de los pájaros sacan al viajero de sus reflexiones y de pronto, una hora después, aparece la majestuosidad del gran Congolón, la montaña sagrada de los lugareños y fuente de la mayor parte del agua que consume toda la frontera sur.
La vía pasa también por poblados tan olvidados por los gobiernos, pero muy conocidos en los textos escolares, como Erandique, un antiguo centro minero del oropel; Gualcinse, en las faldas del Congolón y famoso por sus canciones custumbristas como “Jelipita” y el “Indio Gualcinse”, así como los cuentos y leyendas de “La Sucia” que le ponen los pelos de punta a niños y adultos.
Más al sur, cuesta abajo del Congolón, la infraestructura llega a los municipios de Candelaria, Mapulaca, La Virtud y Valladolid, además de hacer conexiones, siempre en carreteras de tierra que más parecen caminos, con Virginia, San Juan Guarita, Guarita, Tambla y otros tantos cercanos al río Lempa y testigos fieles de un pasado colonial que aún persiste en sus casas, callejones, iglesias y rasgos de su gente con sus arraigadas costumbres.
Debido la velocidad con la que se construye, la nueva carretera está alentando desde ya la actividad económica entre los emprendedores habitantes. A pesar de ser una de las regiones más porosas y desconocidas, aquí producen al año unos 500 mil quintales de café y más de 100 mil de maíz, además de una selecta ganadería, hortalizas, lácteos de buena calidad, vinos, agua potable, artesanías y pequeños hoteles.
La carretera le dará un fuerte impulso al histórico flujo comercial con las ciudades salvadoreñas vecinas como Chalatenango, Sensuntepeque, San Miguel y San Salvador. Pero lo mejor de todo, aparte del beneficio al sector transporte, es que aliviará el viaje de los pasajeros al sacarlos en menos tiempo a los grandes centros urbanos del país.
HISTORIA DE AISLAMIENTO
Hasta 1970, estos pueblos no tenían una carretera. Salir a Tegucigalpa o las ciudades cercanas del centro del país, vía terrestre, fue muchas veces cuestión de vida o muerte.
“Cuando yo estudiaba en la Normal de Varones de La Esperanza, tenía que viajar tres días para llegar”, recuerda Arnulfo Rodríguez, ahora alcalde de La Virtud. “Salía a Santa Rosa de Copán y llegaba a dormir a San Pedro Sula. Al día siguiente, salía rumbo a Siguatepeque y de ahí a La Esperanza, lo irónico es que de aquí de La Virtud a La Esperanza no hay ni 100 kilómetros en línea recta”, detalla.
En los últimos 50 años, la infraestructura vial llegó por kilómetros y según el color político del gobierno de turno. Un gobierno les abrió una brecha, otro avanzó un poco más. El resto no hizo nada.
Los caminos de herradura, los mismos que dejaron los españoles 200 años atrás, marcaron la ruta y determinaron la vida para los pobladores. Familias enteras emigraron a las grandes ciudades para que sus hijos siguieran estudiando o en busca de trabajo.
La travesía que describe el alcalde implicaba una vuelta casi completa de más de 300 kilómetros para terminar casi en el mismo punto. La ruta alterna vía Candelaria implicaba subir el Congolón y pernoctar en Erandique, para luego continuar a San Juan y finalmente llegar a La Esperanza, Intibucá. Tres días por lo menos.
“De Candelaria le pegábamos un día en bestia y a veces caminando a Erandique. Otras veces me sacaban en avioneta”, recuerda Leonel Amaya, quien lidera Cocepradil, una Organización No Gubernamental que maneja las juntas de agua de 16 municipios y capacita en buenas prácticas agrícolas a los pequeños productores.
“Mire, se sufría, pero gracias a Dios estamos cambiando, las oportunidades se han dado poco a poco”, agrega este ingeniero agrónomo, oriundo de Candelaria y un referente de las actividades agrícolas de la zona.
FUTURO ALENTADOR
Motivados por la infraestructura en construcción florecen nuevos emprendedurismos a lo largo de este corredor. En Gualcinse acaban de inaugurar el hotel ecológico “Buena Vista”, con cabañas y restaurantes. También lanzaron al mercado la marca de vino de piña “Esencia de la Frontera” que ya está llegando a Estados Unidos, a través de los viajeros de productos nostálgicos.
En Candelaria, dos locales más abrieron sus puertas: el restaurante y bar “El artesano” y el hotel “La Vista”, con bebidas y comidas típicas como el “chimpilín” y “loroco”, dos plantas comestibles de la zona; “montucas” y “ticucos”, a base de maíz nuevo con carne, y el café de altura. “Nosotros le apostamos al crecimiento de la zona con la nueva carretera”, dice Nery Argueta, quien, con un préstamo de una cooperativa local, abrió también su hotel “Don Jorge”, con piscinas y cabañas, ideal para el senderismo y cuatrimotos.
La misma pujanza puede verse entre Mapulaca y La Virtud. La plusvalía de sus bienes inmuebles tiene mayor relevancia y comienzan a llegar nuevos inversionistas salvadoreños y de otras ciudades hondureñas.
A lo largo de la vía pueden verse muchas casas grandes, cuyos propietarios viven en Estados Unidos y sus remesas son otro motor que mueve la economía de estos pueblos.
OPINIONES
“Estamos acariciando un sueño de muchos años”
Arnulfo Rodríguez (alcalde La Virtud): “Por muchas décadas hemos sufrido el olvido y el aislamiento con el resto del país. Ahora, gracias al Presidente Hernández, estamos acariciando un sueño de muchos años”.
“Nos alegra por los beneficios que traerá”
Leonel Amaya (ingeniero agrónomo): “Nos alegra más por los beneficios sociales y económicos que traerá para la población en general en salud y educación y, sobre todo, en el flujo comercial y la producción agrícola”.
“Vamos a aprovechar al máximo este proyecto”
Nery Argueta (emprendedor local): “Se nos presenta una nueva oportunidad para muchos negocios pequeños. Estamos seguros que vamos a aprovechar al máximo este proyecto carretero, ya que esta zona tiene mucho potencial”.
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