Los niños y niñas en tiempos del coronavirus

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16 de marzo de 2020
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12:03 am
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Los niños y niñas en tiempos del coronavirus

Por Ángela Marieta Sosa
Especialista en derechos humanos

“¡Mami, hoy llegaron enfermeras y doctores a mi escuela, fue muy emocionante! Mami, quiero dormir contigo, para que no venga el coronavirus y nos enferme”; así comienza la historia en cada hogar hondureño que se autoaísla para no ser víctimas del coronavirus.

Lo cierto es que esta pandemia, nos deja en claro que el fervor a Dios y la obediencia disciplinada a las normas sanitarias son necesarias para evitar el contagio, debemos aumentar nuestro amor al prójimo y la disciplina para cumplir con los consejos que los entendidos nos dan.

Está bien que las autoridades atiendan y les pongan mayor atención a las escuelas, y promover en los niños una actitud consciente para prevenir los efectos del virus, llenarlos de esperanza y templanza ante las consecuencias de tan alarmante amenaza.

Los padres o las madres debemos aprovechar la felicidad que sienten los chiquitos, de poder pasar días y noches enteras con su familia, compartiendo un tiempo que, si no hubiese sido de esta forma, no lo podrían tener, pues la vida diaria, nos roba oportunidades de compartir con nuestros seres más cercanos.

Parece que estos “querubines” sienten un revolú de emociones, miedo, alegría y afán por la limpieza en sus pequeñas manos, ahí se le ve corriendo en el recreo con sus caritas tapadas por una mascarilla, y sus mentoras, observándolos para que no vayan a cometer errores, cada día están a la expectativa de los medios de comunicación y así enterarse de las últimas noticias, exageradas por los medios amarillistas.

El temor a Dios es el principio de la sabiduría humana, pues actualmente, el temor al coronavirus, refrescó la memoria de las personas adultas, sobre Dios y lo vulnerable que somos, una actitud natural en los pequeñines, es temer a Dios y a sus padres, cuando estos los disciplinan, claramente.

En las escuelas públicas, sobre todo, las maestras con un sentimiento maternal devuelven la fe y la conciencia de prevención a los niños y niñas, haciendo una labor extraordinaria que rompe la rutina pedagógica acostumbrada; y que las hace ocuparse de otras familias, sabiendo que deben también cuidar las de ellas.

En las calles se ve desolación, y los niños se ven limitados de salir a jugar con sus otros amiguitos, lo que genera un tanto de desesperación, sobre todo al pasar los días y verse atrapados en sus casas, que, aunque estén llenas de comida, no tienen la diversión del compañerismo y la camaradería de los cipotes de las calles, en las noches frescas de Tegucigalpa.

Importante es cuidar la psique de los pequeños, enseñarles a enfrentar y superar adversidades, a no exponerse, pero tampoco discriminar o rechazar con repudio a otros, como fue el caso sucedido en una escuela de las más renombradas y caras de Tegucigalpa, salieron enajenados los padres a recoger a sus hijos, por la sospecha de que un niño era hijo de una persona supuestamente positiva de coronavirus, qué lamentable, la histeria y el pánico se adueñó de los adultos, enseñándoles a sus hijos, que la impulsividad se justifica en circunstancias como estas, lo que podría incentivar la sobrevivencia salvaje y despiadada en los pequeñines.

Esta tempestad pasará, y pronto, y lo menos que podemos hacer, es agradecer a Dios haberla sobrevivido, resguardando a nuestras familias, agradezcamos en todo tiempo, demos a Dios el reconocimiento de su poder y su gloria, tomemos las prevenciones sin caer en actitudes mezquinas y de repudio a los demás, los niños y niñas deben aprender de esta experiencia, que deben ser limpios y ordenados, buenas personas y buenos hijos de Dios.

Dios es soberano, y sería sabio reconocer nuestra inferioridad, se debe aprovechar este tiempo, desde una perspectiva de oportunidad para crecer como seres humanos, niños o no, unirnos y tener más que una religión, una relación personal con Dios, o como le llame cada quien, a su ser superior, es importante que estos días de segregación, se fortalezcan los lazos familiares y de amistad, darnos cuenta que la vida puede ser muy corta, y que el tiempo debemos aprovecharlo para enseñar en amor a los menores.

Finalmente, no se trata de iglesias, ni rituales litúrgicos, se trata de autoevaluarnos y determinarnos en el amor a Dios, así entonces, “El que habite al abrigo del Altísimo morará bajo la luz del Omnipotente… y ninguna plaga tocará tu morada”.

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