Por Leónidas Rosa Bautista
Las grandes catástrofes, pandemias, epidemias, desastres naturales, dejan grandes lecciones y consecuencias positivas.
Igual que con los riesgos naturales hemos aprendido a prevenir sus efectos especialmente en vidas humanas, a atender las demandas provocadas por el evento y reconstruir los daños causados; cada una de estas etapas ha sido evaluada y separada como materia de estudio y análisis de manera que hoy contamos con expertos en cada etapa y los efectos nocivos de los riesgos se han minimizado, especialmente en la protección de la vida.
La solidaridad que un viejo guerrillero salvadoreño definía como “el amor revolucionario”, aparece como parte del ADN humano, la compasión, misericordia, amor al prójimo, de manera que empezamos a actuar como nación, como comunidad, con lazos e intereses espirituales y materiales comunes, como diría mi abuela, sacamos lo mejor de lo que tenemos dentro.
La reconciliación, como dejar inútiles diferencias, viejas rencías o malsanos odios que pasan al olvido, sustituidos por el amor a la vida, por el bien superior de amarnos los unos a los otros como decía el Maestro.
La unidad que nos obliga a actuar al unísono sin diferencias para atender la crisis de manera racional, científica y ordenada, sin egoísmos ni rencores, con solidaridad.
Que estas sean las guías que nos orienten e iluminen en esta situación que hoy afrontamos que pone en riesgo el bien más preciado, el don de la vida, eliminando los naturales miedos y sustituyéndolos por solidaridad, reconciliación y unidad.
