Ayer, hoy y mañana

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24 de marzo de 2020
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12:25 am
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Ayer, hoy y mañana

El Tratado de Bogotá

Por Juan Ramón Martínez

Hasta ahora, no nos ha dominado el miedo. Y cierta racionalidad parece orientar el comportamiento colectivo. La reacción del gobierno, ha sido buena. Y a tiempo. Con los recursos disponibles, se ha hecho lo correcto. JOH ha sido mesurado y ha renunciado a discursos altisonantes y retóricos. Ha dicho que, debemos prepararnos para enfrentar, peores escenarios. Obligándonos a usar todo lo disponible, para evitar que el “adversario” nos derrote. Evitando –como Maduro que ingenuamente decía, partimos de cero, porque las cosas por primera vez ocurren–, desaprovechar las lecciones del pasado, aprendiendo del presente y proyectando acciones hacia el futuro, ejerciendo el pensamiento racional. Es decir, pensando por nosotros mismos, como enseñaba Kant, sin renunciar a los juicios ajenos; pero siendo consecuentes. No aceptar lo del otro, como verdad revelada; ni caer en la trampa de buscar la lucidez, en momentos de tribulación, juntando toda la información que circula en Internet, sin aplicarle las razonables exigencias de la coherencia con la verdad.

En 1969, López Arellano ya tenía “cansada” a la sociedad. Los políticos, no lo tragaban. Y algunos gremios, especialmente los maestros, estaban en las calles protestando. Los empresarios todavía lamían sus heridas y recordaban el cierre y asalto a La Prensa. Pero con todo, frente al peligro, nos hicimos un nudo. López, cuya inteligencia política nadie puede poner en duda, entendió las cosas. Diferenció la lucha militar para detener a los salvadoreños, –después de mucho negarse a creer que se iba a producir–, de la acción ciudadana, en la retaguardia. La guerra y las pandemias se enfrentan con dinero. Por ello, convocó a la ciudadanía para que se organizara. Esta creó el Comité Nacional de Defensa Civil, presidido por Miguel Andonie Fernández que, en los primeros días del conflicto, pareció ser el gobernante del país, porque López dio un paso al lado, para defender el otro frente problemático suyo: la posibilidad del golpe de Estado por parte de sus compañeros críticos, como no podía ser de otra manera. Por ello, se resistió inicialmente a movilizar la Brigada Guardia de Honor, para no alentar a sus adversarios. Y neutralizó injustamente a Melgar Castro. Al final, cuando los salvadoreños aseguraron Ocotepeque y avanzaban a Santa Rosa, accedió al envío de parte de la Guardia de Honor a occidente y a desplazar algunas de sus unidades a otras zonas del país, que enfrentaban posibles acciones de penetración.

Lo relevante es que logró integrar al pueblo en la lucha. La población se organizó y con armas deportivas, machetes y palos, crearon patrullas para dar seguridad ante un posible avance de los salvadoreños, a los que se esperaba que desplegaran inexistentes batallones de paracaidistas. Y López, hizo otra cosa inteligente: entregó la comunicación al pueblo, a los locutores que eran mejor aceptados por el auditorio nacional. De forma que estos, levantaban el ánimo porque tenían legitimidad ante los oyentes hondureños. Pero en la acción guerrera, en la lucha contra los invasores, destacó el Colegio Médico que, encabezado por Ramón Custodio, junto a centenares de colegas suyos, formaron las unidades médicas de cada uno de los batallones desplegados. Y jamás dio declaraciones, quejándose de la falta de medicinas; o poniendo en duda la eficacia de las que le habían dado. Sabía que era lo único que teníamos.

El otro caso es el del huracán Mitch. Aquí el gobierno –por razones diferentes; pero con una conducta similar– rechazó la participación de la ciudadanía. El protagonista fue el gobernante; el único que daba declaraciones y que, mantuvo con enorme habilidad, los contactos con el exterior. Logró, en circunstancias diferentes, focalizar y mantener la atención internacional, trayendo incluso a los gobernantes más influyentes para que vieran los daños recibidos. El espectáculo eran los daños y los peticionarios, heridos y dañados, en silencio, veían a su gobernante haciendo el mejor ejercicio de relaciones públicas que se tiene memoria. El éxito fue notorio; pero la ausencia de la participación popular, evidente.

JOH, ha seguido el modelo de Flores. No el de López. Hasta ahora. Para la siguiente fase, –no podremos seguir encerrados, indefinidamente–, es necesario desarrollar una estrategia con participación ciudadana. No basta con silenciar a los políticos. Hay que involucrar al pueblo para que participe en este escenario que, puede ser más difícil, como anticipa nuestro gobernante.

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