Consejo Superior de Planificación Económica

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27 de marzo de 2020
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12:55 am
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Consejo Superior de Planificación Económica

El Tratado de Bogotá

Por Juan Ramón Martínez

Posiblemente, lo más grave que nos ha ocurrido hasta ahora, después de la pandemia que sufrimos, es la crisis económica fruto de la paralización interna, el cierre de las fronteras y la recesión mundial. Si para lo primero no estábamos preparados –y ningún país, puede afirmarlo– menos para la crisis económica. Por ello, necesitamos hacer uso de los mejores recursos de la imaginación, revisando inteligentemente las experiencias nacionales y promoviendo el concurso ordenado de todos. Sin perder de vista que el gobierno, tiene una capacidad limitada aunque mantenga su disposición para convocar a las mejores voluntades, de forma que todos, los productores y los consumidores, los capitalistas, los asalariados y los “cuentapropistas”, podamos participar preferentemente en el diseño ordenado de la demanda y la organización de la oferta en términos de la mayor racionalidad. Y usando las oportunidades y ventajas comparativas con las que contamos.

Hasta el gobierno de Carlos Roberto Reina, operaba como parte del Gabinete integrado por varias Secretarias de Estado, el Consejo Superior de Planificación Económica. El último titular de esta cartera, fue Guillermo Molina Chocano. La supresión del Consuplane, fue un error, dictado por la moda y por la creencia que la planificación estaba, políticamente asociada a los gobiernos “socialistas” y que caída, la Unión Soviética, significaba que el mercado sería quien movería la cuna de la economía. Los hechos confirman lo contrario. Todos los países tienen sus unidades de planificación, bajo diferentes denominaciones e incluso, Estados Unidos, paradigma de la libertad de los mercados para autorregularse, tiene la FED que, manejando información sobre el comportamiento de los agentes económicos, anticipa con una inteligente planificación, la marcha y la velocidad de la economía de aquel país.

Consejo Superior de Planificación Económica

Ahora, cuando tenemos que enfrentar los mayores daños que haya sufrido jamás la economía hondureña, necesitamos echar mano de los recursos de la planificación y vía la participación de todos los actores, no solo establecer metas, prioridades y sistemas productivos, sino que además, garantizar canales adecuados de distribución para frenar la acumulación de utilidades y asegurar justicia en la distribución del Producto Interno Bruto. La operación económica, hay que descentralizarla, de forma que cada municipio del país, pueda dentro de la lógica de la prudencia aprovechar lo disponible, identificar las necesidades básicas de la población, estableciendo los mecanismos de reservas locales y contribuyendo con el resto del país, con excedentes intercambiables. De este modo, sumando esfuerzos, cantidades productivas, el país puede anticipar las necesidades de su población no solo en términos de consumo sino que en concepto de empleo, para que al final, tengamos la autosuficiencia mínima en bienes materiales y los recursos monetarios, resultados del intercambio con las demás naciones, para darle al pueblo la seguridad y el bienestar que merece.

Seguir como hasta antes que el coronavirus infectara nuestra sociedad, es un error. Las cosas han cambiado y en consecuencia, todos los modelos: el sanitario, seguridad, educativo, cultural y el económico, deben ser revisados y cambiados.

Dentro de esta modificación, creemos que el modelo económico debe ser imaginado y operado de manera diferente. El papel del gobierno debe ser revisado, redimensionando su tamaño, para que en vez de carga, como ocurre, sea un facilitador para que los hondureños y quienes conviven con nosotros, puedan producir bienes y servicios suficientes, para satisfacer las necesidades locales y para la exportación. Y para hacer posible el encuentro del gobierno como facilitador y gerente del bien común y los actores económicos, es necesario crear el Consejo Superior de Planificación Económica en el que, empresarios y asalariados, “cuentapropistas” y comerciantes, así como los consumidores, establezcan las metas del país, sus pueblos y sus instituciones, mismas que orienten el esfuerzo nacional. Honduras no puede seguir en manos de la burocracia indolente que ha demostrado en estas dos crisis, su imprevisión y su impericia. Tampoco, sostenida por los más pobres –los que bajan la cabeza servilmente en el interior y los que mandan remesas del exterior–, mientras que los más ricos acumulan, hablando en nombre de todos, aprovechándose de los sacrificios de todos. Tampoco podemos seguir confiando en el capitalismo salvaje. Necesitamos crear uno propio que, controlado por una democracia auténtica, nos permita aprovechar los recursos disponibles, para enfrentar las contingencias y asegurar la defensa y seguridad del país.

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