Los cambios que se avecinan

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28 de marzo de 2020
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12:01 am
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Los cambios que se avecinan

Por: Julio Raudales

Fue a mediados del siglo XIV, en el apogeo de la Edad Media, cuando la Peste Bubónica llegó al puerto de Tana, una colonia genovesa ubicada en el Mar Negro.

La enfermedad, conocida también como peste negra se transmitía a través de las pulgas que vivían en las ratas y fue llevada hasta allí por los comerciantes que viajaban desde China por la Ruta de la Seda.

Debido al trajín de los comerciantes genoveses, las ratas propagaron las pulgas desde Tana a todo el Mediterraneo. Ya para 1348 la enfermedad se extendía por Italia, Francia, España y el norte de África. Geovanni Boccaccio, el genial precursor del renacimiento, describe en su obra sustantiva El Decamerón, la llegada de la peste a Florencia así:

“Y no valiendo contra ella ningun saber ni providencia humana… nacían a varones y hembras, semejantemente en las íngles o bajo las axilas ciertas hinchazones que crecían hasta el tamaño de una manzana y otras de un huevo… e inmediatamete comenzó a cambiarse dicha enfermedad en manchas negras y lívidas…”.

La peste negra dejó en la Europa medieval un lastre de horror y muerte entre sus anonadados pobladores quienes, víctimas de la incertidumbre y la ignorancia, no sabían si atribuir la enfermedad a la ira de Dios o a la maledicencia de los judíos. En Italia, Francia, Rusia e Inglaterra desapareció la mitad de la población; ni la arcaica medicina de entonces, ni las oraciones y conjuros servían de mucho.

Pero la terrible pandemia provocó también algunos cambios interesantes en la estructura social y económica del continente: La escasez de mano de obra sacudió de forma violenta los cimientos del orden feudal; los siervos de la gleba comenzaron a exigir que cambiaran las cosas, los señores feudales tuvieron que ceder ante la presión social y en diversos reinos se aprobaron estatutos que liberaban a los campesinos de sus cargas. Si bien no fue el único factor, es evidente que la peste contribuyó de manera determinante a cambiar el orden económico de la Europa medieval.

Los cambios que se avecinan

Traigo a la memoria el recuerdo de semejante experiencia vivida hace ya más de 6 siglos, porque es evidente que algunas cosas deberán cambiar en nuestro entorno, luego del paso de la peste global que nos azota. No será dificil. Ya Zygmunt Bauman vaticina la flexibilidad de esta sociedad global y líquida para asirse de forma eficaz, mucho más que la medieval, a los cambios necesarios para mejorar la vida de la gente.

Al respecto, es importante hacer alguna valoración a priori de lo sucedido y extraer de ello un par de lecciones. Lo primero nos lleva forzosamente al tipo de organización social que requieren los retos del siglo XXI; lo segundo, es la gravidez de las instituciones económicas y su influencia en el desarrollo de esta era posmoderna.

En el ámbito social o del ordenamiento y la gobernanza global, es evidente que la manipulación mediática y el afloramiento de la posverdad han logrado transformar un hecho que la ciencia debería tener ya bajo control, en un pandemonium de histeria colectiva y manipulación mediática. Da la impresión de que los líderes mundiales están actuando en consonancia con el libreto que les dicta tweter o los grupos de “chat”, utilizando el buen juicio que otorga la ciencia. En eso hemos cambiado muy poco con respecto al siglo catorce.

Será necesario entonces que la ciudadanía organizada, busque alternativas mediante la presión social para atemperar los ánimos y obviar el efecto que la desinformación provocada por las redes sociales genera en la opinión pública. Es algo sobre lo que diversos expertos como Manuel Castells, vienen denunciando hace tiempo, pero es precisamente en “coyunturas críticas” como la que se vive en la actualidad, en la que los cambios se generan de forma espontánea, por la fuerza de la presión social.

El otro elemento clave es la economía. La actual crisis demuestra una vez más, que la teoría económica tradicional solo explica de forma limitada las situaciones críticas como esta. No se trata de cuestionarnos si es el fin de las relaciones de mercado, tal y como las conocemos en la actualidad -no se alegren mis amigos socialistas- Es solo que mis colegas economistas deben trabajar con mayor ahínco en una explicación más clara sobre los elementos que mueven a la sociedad del siglo XXI en situaciones límite como la actual.

No me cabe duda de que saldremos avantes de esto, pero hay que trabajar con denuedo, para que los agoreros congelados en el siglo XIV no nos ganen la partida.

Economista y sociólogo, vicerrector de la UNAH.

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