LA PARTICIPACIÓN Y LA CRISIS

OM
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31 de marzo de 2020
/
12:50 am
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LA PARTICIPACIÓN Y LA CRISIS

ACCIONES AUDACES

NADA para efecto de odiosas comparaciones. Ya dijimos que esto es cosa distinta, ni igual, ni similar ni peor de lo sucedido cuando el bíblico huracán. Esto es mundial y el siniestro aquel fue local; aunque universal, el daño demoledor ocasionado al país. Estas líneas, solo como recuento histórico –no se nos vayan a traspapelar entre tanto tópico de actualidad– alusivo a la evaluación de la semana pasada de un buen amigo cuya óptica –en un escrito– fue que “se rechazó la participación ciudadana y la ausencia de la participación popular fue evidente”. La vorágine torrencial del diluvio destartaló toda la geografía nacional. No dejó rincón ileso. Murieron más de 35 mil personas. Con una carga de atención a más de dos millones de damnificados. O sea, todo el patrimonio y una tercera parte de la población desvencijados. Poblaciones enteras aisladas e incomunicadas. Desmoronó la infraestructura vial, de agua potable, eléctrica y de telecomunicaciones. No había forma de transportar gasolina.

Pasos cortados, intransitables, en las ciudades, en municipios y en aldeas, sin forma de comunicarse de uno a otro lado. Se paralizaron las actividades normales.

Pedazos del rompecabezas quedaron regados e incomunicados. Se suspendieron las clases. La población expuesta al contagio de una peste por contaminación. Se perdieron las cosechas, frijoles, maíz, café, arroz, azúcar, bananos, frutas, palma africana, a punto de quedarnos sin comida, batallando en la escasez. Se cayó la producción agrícola y pecuaria. No hubo producto exportable. La pérdida en el campo produjo una migración masiva a las hacinadas ciudades que, igual, sufrían el embate bestial de la naturaleza. No había remesas de apoyo a las reservas. Las empresas severamente golpeadas. Desahuciadas con pérdida de sus mercados. El sistema financiero en jaque sin que sus clientes pudieran pagar lo adeudado. Aseguradoras insolventes con reclamos encima. El sector público sin ingresos. El país sin capacidad de amortizar su pesada deuda. Sin embargo, el borrón y cuenta nueva de la deuda impagable no ocurrió sin que haya mediado reuniones interminables con distintos sectores de la sociedad para consensuar un plan y gestionarla; y tampoco el TPS y la moratoria a las deportaciones que beneficiaron a miles de compatriotas inmigrantes en los Estados Unidos; la ampliación de los incentivos de la cuenca del Caribe, vital para la subsistencia del sector exportador y la maquilas. Las jornadas de vacunación para evitar epidemias fueron organizadas con los colegios Médico, de Enfermeras y voluntarios extranjeros. La Estrategia de Reducción de la Pobreza fue llevada a discusión y consensuada con las comunidades en cabildos abiertos.

El Plan de Reconstrucción Nacional fue apoyado por la sociedad civil y una numerosa delegación de distintos sectores fue a Estocolmo a defender lo elaborado en conjunto, no como plan de gobierno, sino de país. No fue sino con la participación de innumerables fuerzas nacionales e internacionales que se mantuvo la confianza en el liderazgo nacional, se restauró el sistema económico y financiero, después de sufrir semejante apaleada. El modelo de Copeco fue rediseñado y junto a alcaldías brindó asistencia en cada rincón afectado. El Foro de Convergencia Nacional fue un ejemplo de participación ciudadana. Patricio Alwin, que vino a hablar de convergencias, se quedó admirado de lo que ya hacíamos en Honduras. Lo planteó como modelo de participación para Latinoamérica. En el Fonac –que contaba con la más amplia representatividad ciudadana y hasta de los partidos políticos– se debatió y fue acordado un plan maestro de Educación –con el concurso de los docentes– y otro de Salud –con el concurso de médicos y enfermeras– entre otros temas. Para echar a andar las escuelas Proheco –Proyecto de Educación Comunitaria– se organizaron las comunidades en un modelo de autogestión. En cada poblado hubo asambleas populares para constituir los grupos de apoyo. Se crearon las organizaciones municipales de gestión. Con los cafetaleros –entre otros sectores– en asambleas en cada comunidad se impulsaron proyectos de electrificación rural en todo Honduras. Se lanzó el proyecto más ambicioso de titulación de tierras a la mujer campesina, reuniendo grupos de mujeres a lo largo de la geografía nacional. Como base en los conversatorios sostenidos en las comunidades y en las escuelas públicas, se llevó la merienda escolar a las áreas más vulnerables y necesitadas. Las Escuelas Saludables con participación de centenares de ONG y organismos internacionales; el Bono Escolar y el Bono a la Madre Soltera con la participación de grupos de mujeres organizadas en las comunidades; las becas de excelencia académica, proyecto llevado a cabo con la participación del gremio magisterial en cada aldea y municipios.

Los proyectos del FHIS consensuados en cada pueblo en base a un mapa de pobreza. Los damnificados fueron atendidos en refugios contando con la participación activa de las alcaldías y grupos comunales. Por supuesto esto de ahora es diferente, requiere de otra estrategia y otro numen de creatividad. (Hay más, pero se agotó el espacio. Menos mal que vamos adelantados con el segundo libro, ya que, como decíamos en “IDUS DE MARZO”, es corta la memoria y si uno no cuenta su cuento, otros, a su manera, lo van a contar por nosotros).

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