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2 de abril de 2020
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12:32 am
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Marzo de mujeres

Carolina Alduvín

Debido a un compromiso familiar, me decidí a salir del país por unos días, pese a estar en mitad de un esfuerzo logístico programado para un par de meses antes que, se vio retrasado por una u otra cosa, como sucede a menudo. Algo, en el fondo me decía que no fuera, pero estoy acostumbrada a honrar la palabra empeñada y salí por tierra hacia Guatemala. Ya en El Salvador, el personal de salud se había adelantado a los otros de la región, monitoreando signos vitales a los pasajeros; especial atención prestaron a una turista estadounidense, quien tomando las recomendadas medidas de bioseguridad, sufría un cuadro de infección respiratoria de las vías altas, o sea, una gripe común. Verificar los datos de su procedencia y destino, originó un retraso de al menos dos horas a todos, ella bajó en San Salvador e incidente olvidado.

En Guatemala, no hubo revisión de estado de salud, al día siguiente salí vía aérea hacia México, tampoco en el aeropuerto hubo revisiones y mucho menos en el lugar de destino, ni siquiera a los visitantes provenientes de Asia, en el momento en que China alcanzaba el pico de la infección y, en Italia aún se incubaba silenciosamente. La primera semana transcurrió con normalidad, hasta la terminaron con un puente vacacional, adelantando la conmemoración del natalicio de Benito Juárez y la llegada oficial de la primavera. En eso las cosas cambiaron, el aumento de los casos confirmados en Italia y España disparó las alarmas para muchas personas sensatas, principalmente maestros y directores de escuelas en todos los niveles del sistema educativo. Muchos, aun sin autorización oficial, dispusieron adelantar las vacaciones escolares, o al menos, no penalizar las faltas de asistencia a quienes decidieran ausentarse.

Mientras tanto, aquí se detectaron los primeros 2 casos; al parecer, el típico descuido, al no haberse observado el mínimo principio precautorio, ni por agentes migratorios, ni por trabajadores de salud y admitir a una nacional proveniente de España -en todo su derecho, por cierto- sin hacer preguntas o, la menor revisión de signos y síntomas. Según afirman trabajadores de salud que atendieron el caso, no solo contagió al resto de los habitantes en su vivienda, sino que se encargó de esparcir por gran parte de su vecindario el agresivo virus. Entonces, como dicen en mi pueblo: “una vez ahogado el niño, tapen el pozo”. Rectificar es de sabios y, al valer más tarde que nunca, las reglas también cambiaron de un momento a otro y comenzó a restringirse la libre circulación de personas.

El siguiente lunes, Guatemala cerró fronteras, El Salvador ya lo había hecho, Honduras decretó solo el ingreso de nacionales, residentes y diplomáticos. Costa Rica hizo lo propio y solo Nicaragua siguió recibiendo -con ciertas precauciones y protocolos- visitantes de todas partes. Al no poder regresar por donde había ingresado, decidí pasar por la única puerta aun abierta; ya habría como continuar. El teléfono de nuestra embajada, era contestado mediante una grabación con 5 opciones, ninguna atendida en el horario indicado; el transporte inter centroamericano, respondió solo después de numerosos intentos, para confirmar lo ya sospechado, no están operando. La buena voluntad de la familia en aquellas tierras me permitió llegar a la frontera, muy bien preparada para la eventualidad de una anunciada cuarentena, que no ameritaba.

Alcancé a vivir la Fase I en México, en la que todo siguió funcionando a medio vapor, con sus centros educativos cerrados y todos los que pudieron trabajar desde casa, así lo hicieron; en las calles y todo el sistema de transporte público, local e interurbano, leen enormes carteles con todas las medidas de precaución y las recomendaciones sobre qué hacer en caso de sospechas, por leve que sean. En todo momento hubo la percepción de que el país estaba preparado y con líneas de trabajo definidas. El único encargado de mostrar el lado estúpido de la nación es y sigue siendo el Presidente, contradiciendo abiertamente a sus funcionarios y haciendo el ridículo ante la comunidad internacional. Hoy están en Fase II y considerando adelantar la Fase III.
En tanto, los dictadores nicas siguen en estado de negación, sin cifras oficiales, pese al rumor que Ortega está entubado en su residencia, cerraron el liceo en donde se educan sus nietos por un caso positivo y ha fallecido el estilista de las damas de la corte sandinista, a quienes infectó.

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