UNA DE LAS TÍAS: “LA CORPORACIÓN FINANCIERA INTERNACIONAL”
COMO respuesta a la crisis del coronavirus, a partir del 2 de abril, el Banco Mundial dará a conocer la primera tanda de proyectos para América Latina y el Caribe aprobados por el Directorio. El apoyo para América Latina y el Caribe durante esta primera ronda es para cuatro países. Los incluidos son Argentina, Ecuador, Paraguay y Haití. Nada para Honduras. Aquí, según trascendió, las aves agoreras que llegaron del banco, vaya ironía, fue a enredar lo que ya planificaba hacer el Banco Centroamericano. Aparte de los beneficiados en la primera ronda desembolsaron $170 millones adicionales a partir de la reorientación de proyectos existentes en República Dominicana, Bolivia, Panamá, y Colombia. Por lo visto Honduras estará incluido ya cuando el aparato económico se desplome. Precisamente lo que temíamos. La parsimonia de la burocracia internacional no tiene reflejos para lo urgente. Las autoridades económicas nacionales deben ser más agresivas en sus exigencias hacia las multilaterales.
Incluso, el sector empresarial –comenzando por el COHEP y la marimba de cámaras de comercio, de asociaciones y socios sui géneris de la cúpula empresarial– ya debieron haber gestionado financiamiento directo para el sector privado. Está bien lo que pueda solicitar el gobierno. Pero esos entes internacionales de crédito tienen ramas específicas dedicadas al sector empresarial. La forma de obtener la asistencia sería usando la intermediación de los bancos locales del sistema financiero. Este es un caso excepcional, y los que rápidamente pueden proveer recursos deben ser creativos, a la magnitud de la monstruosa crisis que golpea. Claro que el Banco Mundial puede destinar un fondo específico para auxiliar a las empresas del sector privado, y recurrir a distintos mecanismos de desembolso de esos recursos. El brazo para el sector privado del Banco Mundial es la Corporación Financiera Internacional. (Es una de la tías las zanatas). La encargada de evitar un rosario de quiebras en la iniciativa privada. Como decíamos ayer. Lo inmediato es mantener a flote el sistema productivo. A las empresas sin ingresos y mercado –debido al encierro– que deben pagar planilla y no despachar a sus trabajadores. Las empresas y la fuerza laboral del sector formal e informal es la columna vertebral del país. Si eso colapsa no hay día después. No es cosa de ver qué hacen al final de la hecatombe sino ahora –es cosa de horas no de días– para evitar el desmoronamiento. Esta es una cadena. Se precisa del efecto de derrame.
El gobierno debe proveer acciones y medidas para lidiar con la emergencia, pero sobre la marcha –relajar medidas fiscales y monetarias al sector productivo todo, no solo a una parte con exclusión de otros– y atender todo lo demás en peligro de implosión. Las instituciones del sistema financiero deben hacer lo suyo. Moratoria a los clientes, recursos para financiar la transición, pero ocupan consideraciones del Banco Central. Y lo interno no funciona si las multilaterales no asisten ya. Las exigencias al tata Fondo, a sus tías las zanatas y las aves agoreras deben ser mucho más agresivas de parte de la autoridad nacional. El sector privado debe recurrir a la Corporación Financiera Internacional exigiendo asistencia directamente al sector de cuya actividad depende el empleo. El alma del sistema son las empresas. Y estas instituciones no pueden –al estilo AMLO copiando a Salinas de Gortari– salir con que “ni los veo, ni los oigo”. El BCIE también debe producir un fondo de asistencia directa a la iniciativa privada. Salvaguardar la democracia regional –en momentos cuando el público requiere de información veraz, cercana, útil, completa, rápida y precisa– demostrando su compromiso con la libertad de expresión y tendiendo la mano a los medios de comunicación.
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