La fuerza de la vida

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8 de abril de 2020
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12:42 am
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La fuerza de la vida

El miedo… también es viral

Por José María Leiva Leiva

De acuerdo al Diccionario de la Lengua Española, la palabra crisis arroja diversos significados. Entre estos: “mutación considerable en una enfermedad tras la cual se produce un empeoramiento o una mejoría”; o bien, “cambio importante en el desarrollo de un proceso que da lugar a una inestabilidad”. En el sitio https://www.significados.com/, leemos: “Crisis es un cambio negativo, una situación complicada, difícil e inestable durante un proceso. En algunos casos también hace referencia a una situación de carestía y/o escasez”.

Agrega que “una situación de crisis puede referirse a todos los ámbitos como, por ejemplo, crisis económicas, crisis políticas, crisis existenciales, crisis energéticas del medioambiente o crisis sociales”. Desde luego, la mortal pandemia que afecta a la humanidad ha generado un cuadro de crisis complejo, combinado y profundo que incide dramáticamente en nuestro desenvolvimiento individual y colectivo, generando una situación que habrá de traducirse seguramente en una recesión marcada por la reducción casi total de la actividad económica, una disminución del consumo y la inversión, y un aumento brutal de la tasa del desempleo.

Curioso, pero en medio de esta negra y cruda realidad aparecen reflexiones anónimas en clave de fascinantes paradojas, como esa que nos dice: “tienes más tiempo que nunca, pero no puedes compartirlo con nadie, ni disfrutarlo. Tal vez el universo trata de decirnos que nada de lo que tenemos en la vida, ni el trabajo, ni la casa, ni tan siquiera el tiempo, merecen la pena si no podemos compartirlo con otros. Esto no es el Apocalipsis, pero puede ser una oportunidad para entender el propósito real de nuestro paso por el mundo. Cuando Europa se ve más afectada que África, cuando un beso pasa a ser una arma, cuando el dinero no te salvará, cuando la vida como lo entendíamos hasta ahora se detiene para todos y el tiempo se vuelve un castigo. Tal vez cuando volvamos a caminar, caminaremos más despacio, más cercanos, más humildes, más humanos. ¿Lo lograremos?”. Ya lo quisiera yo, pero… lo dudo.

Para dar una idea de ello, me basta mencionar la locución latina “Homo homini lupus” (El hombre es el lobo del hombre), que se cita con frecuencia cuando se hace referencia a los horrores de lo que es capaz la humanidad para consigo misma. Frase popularizada por Thomas Hobbes, quien la adaptó en su obra De Cive (“Sobre el ciudadano”, 1642). Por supuesto, otros nos recuerdan que “Cualquier crisis tiene tres cosas: Una solución, una fecha de caducidad, y una enseñanza para tu vida… Cuando la situación es buena, disfrútala. Cuando la situación es mala, transfórmala. Cuando la situación no puede ser transformada, transfórmate”. Factor que vinculamos con la resiliencia, definida como “la capacidad de hacer frente a las adversidades de la vida, transformar el dolor en fuerza motora para superarse y salir fortalecido de ellas”.

Como ese formidable poema de autoría desconocida que dice: “Era el 11 de marzo del 2020, las calles estaban vacías, las tiendas cerradas, la gente ya no salía, pero la primavera no lo sabía y las flores seguían floreciendo y el sol brillando, y las golondrinas volviendo y el cielo se coloreaba de rosa y azul. Por la mañana se amasaba el pan y se horneaban los biscochos, oscurecía siempre más tarde y por la mañana las luces entraban pronto a través de las ventanas. Era el 11 de marzo del 2020, y los jóvenes estudiaban conectados, y por la tarde la ineludible cita para jugar a las cartas”.

“Era el año en que solo se podía salir de compras, después de un rato cerraron todo, también las oficinas, el ejército comenzaba a vigilar las salidas y las fronteras, porque ya no había más espacio para todos en los hospitales, y la gente se enfermaba, pero la primavera no lo sabía y los nortes seguían saliendo. Era el 11 de marzo del 2020, y todo el mundo estaba en cuarentena obligada, los abuelos, las familias y también los jóvenes, entonces el miedo se hizo real y todos los días parecían iguales, pero la primavera no lo sabía y las rosas volvieron a florecer, el placer de comer juntos fue descubierto otra vez, escribir dejando libre la imaginación, venir volando con la fantasía”.

“Hubo quien aprendió nuevo idioma, quien comenzó a estudiar y quien volvió a tomar el último examen que faltaba para la tesis, quien entendió que estaba al mando de verdad, separado de la vida, quien dejó de hacer tratos con la ignorancia, quien cerró la oficina y abrió una taberna con solo ocho asientos, quien dejó a su novia para gritar al mundo el amor por su mejor amigo, hubo quien se convirtió en médico para ayudar a cualquiera que lo necesitara mañana. Fue el año en el que se entendió la importancia de la salud y de los afectos, el año en que el mundo pareció pararse y la economía desplomarse, pero la primavera no lo sabía y las flores dieron paso a los frutos, y entonces llegó el día de la liberación”.

“Estábamos viendo la tele y el primer ministro dijo a redes unificadas que la emergencia había terminado y que el virus había pasado, que todos los italianos juntos habían ganado, y entonces salimos a la calle con lágrimas en los ojos sin mascarillas ni guantes, abrazando a nuestro vecino como si fuese nuestro hermano y fue entonces que llegó el verano, porque la primavera no lo sabía y seguía estando ahí, a pesar de todo, a pesar del virus, a pesar del miedo, a pesar de la muerte, la primavera no lo sabía y enseñó a todos… la fuerza de la vida”. Añoro un mundo así, con humanidad.

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