Crónicas del bicentenario: Cronología de las mujeres novelistas hondureñas, en las dos primeras décadas de siglo XXI

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11 de abril de 2020
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04:23 pm
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Crónicas del bicentenario: Cronología de las mujeres novelistas hondureñas, en las dos primeras décadas de siglo XXI

Por: Linda María Concepción Cortez

Este artículo, es una revisión de novelas escritas por mujeres hondureñas en las primeras 2 décadas de siglo XXI. En tal sentido, voy a presentar las reseñas por el orden cronológico en la fecha de publicación. Asimismo, les aclaro que solamente incluyo en este texto comentarios sobre los libros a los que pude tener acceso hasta la fecha de la redacción de este texto y que cumplen con los requisitos que el carácter de la literatura exige.

El inicio de siglo XXI en la novelística hondureña es marcado por la aparición de la obra Memorias de la sombra (2005) de Marta Susana Prieto, en la cual se cuenta la famosa batalla en Cerquín y la figura de Lempira aparece y desaparece, no como el protagonista, sino más bien como una sombra. En 2010 publica Buscando el paraíso, que abarca la llegada de Cristobal Colón a estas tierras y los eventos que se dieron como parte del proceso de conquista. Finalmente, para 2015 como cierre de esta trilogía histórica, Marta Susana Prieto nos presenta El rapto de la Sevillana, la historia de amor entre el cacique Cicumba y una mujer originaria de Sevilla, así como la rendición de las tierras a los hombres de Hernán Cortés. Las figuras son indígenas, en contextos de guerra por la llegada de los españoles, la conquista y la colonización. Es propicio mencionar que en todas las obras se nota una gran labor de revisión y consulta de documentos históricos por parte de la autora, además del nivel de lenguaje muy culto, y que más allá de la ficcionalidad existe una fuerte base de investigación que nutre los argumentos de las historias.

Por otra parte, Denia Nelson, abarca el drama social de los migrantes en El regreso de una Wetback, novela publicada en 2006. Su protagonista una niña de trece años, Alejandra Paniagua Díaz, pasa por la experiencia de ser llevada a Estados Unidos, donde debe mimetizarse y adoptar las costumbres, el idioma y las formas de pensamiento estadounidense olvidándose de su identidad propia. Esta historia, tiene un contexto de pobreza extrema y de falta de acceso a los recursos como la educación, así también el desempleo y la situación del campesino pobre. Con un gran estilo testimonial, esta historia refleja la realidad de muchas mujeres que han vivido la experiencia de la migración hacia aquel país del norte y su proceso de adaptación a una nueva vida en un país extraño. De entre todas las obras aquí comentadas, es la única que ha ganado un premio internacional de literatura.

En 2011, Aída Castañeda publica Si los perros pudiéramos hablar, la historia contada por Pirulín, un perro que pasa muchas aventuras. Este relato de corte didáctico, trata de enseñarnos el amor por los animales, pero también, lecciones moralizantes como el bajo comportamiento humano entre el alcohol y la pobreza. La autora se basa en las historias que su hermano le contó sobre un perro que tuvo. El estilo de la autora se enfoca más hacia un público infantil, con el que trata de hacer conciencia sobre la importancia de aprender a convivir con los demás, mediante el fomento de valores positivos sociales.

La ciencia ficción es desarrollada por Silvia González Carías en su novela Renata entre back-tunes (2012), en la cual mediante la técnica de las subtramas, enlaza la historia de protagonistas femeninas: Renata, María Jacinta, la Chamana y Siri. Este libro es un análisis desde un punto de vista antropológico acerca de la humanidad y su interminable lucha por el poder, con la imposición de sistemas de control de la conducta y de la erradicación de las libertades de pensamiento y expresión. Es un llamado hacia la convivencia con base en el respeto a la naturaleza, el intelecto, la diversidad cultural y los saberes ancestrales. De todos los libros aquí comentados, es el único que presenta una multidimensionalidad y polifonía en la estructuración de su diseño, así como un nivel de lenguaje bastante académico.

La fantasía, el mundo de la magia, de dragones, magos, hadas, elfos, llega de la mano de Marielos Cárdenas, con la saga “El mundo de Yenot” (2015), trilogía contada para un público meramente adolescente. Estas historias plenas de imaginación, nos presentan mundos mágicos donde su protagonista Litza Wux, una niña de trece años, entra al mundo de Yenot y debe salvarlos de algo llamado el “don peligroso”. Estos libros son una mezcla narrativa de elementos mitológicos de origen europeo y algunos de la cultura maya de Honduras. Esta narrativa, puede caer en la categoría de Sub literatura, puesto que tiene demasiados clichés ya vistos y leídos anteriormente en libros, películas y videojuegos de fantasía.

Por otra parte, Silvia Sosa Brocato, publicó Qué hay detrás del mar (2016), una novela basada en la historia real de los abuelos de la autora: una familia de italianos quienes se ven obligados a migrar desde Europa hasta América huyendo de la guerra. En este libro se cuenta sobre la llegada, instalación y adaptación de las familias italianas en el Puerto Cortés de inicio de siglo XX. Esta novela, valiosa por su contenido histórico, es una exquisita recreación del contexto hondureño y de los aportes que han hecho las familias italianas al comercio, la industria, la gastronomía y demás elementos que contribuyeron con la consolidación económica y social de la región norte de Honduras.

Finalmente, debo señalar que Iris Mencía publicó una obra titulada Entre Bruma y Papeles (2018); sin embargo, la retiró de las librerías debido a que según ella este libro tenía muchos errores. Por lo mismo no pude acceder a esta publicación.

Para hacer una panorámica global, deben considerarse algunos puntos importantes en cuanto a las novelas consultadas. Primero, los temas centrales son en general el amor y la guerra, mismos que su vez se desglosan en diversos ejes transversales como la migración y la adaptación del individuo en otros países; también surgen la violencia en todos sus estratos, pobreza, corrupción política, destrucción de la naturaleza, discriminación étnica, racial, cultural y de género, así como la violación a los derechos humanos. Los papeles protagónicos son del sexo femenino, mujeres con problemas reales o ficticios en contextos violentos, que en la mayoría de los casos luchan por salir adelante, víctimas de un sistema tradicional patriarcal, en los que luchan y sobreviven ya sea o no impulsadas por el amor romántico hacia un hombre, sino que además, por convicciones propias, o por acciones meramente circunstanciales.

Hay que destacar que el conteo de novelistas hondureñas hasta finales de los años 90 fue de once. No obstante, para estos primeros veinte años de nuevo siglo ya son seis autoras que están publicando; esto es bueno ya que demuestra que hay más producción de literatura en menos tiempo, lo que indica que existe mayor empoderamiento en la labor femenina como escritoras y difusoras de la cultura.

Me llama la atención que hasta el momento en las novelas escritas por mujeres en Honduras no se aborden temas como la homosexualidad, el bulling, la misoginia, el terror, el suspenso, las distopías, las dictaduras, las perversiones humanas, el narcotráfico, las maras y pandillas, el asesinato, el erotismo, la sensualidad y el placer sexual femenino, lo que demuestra que todavía para las mujeres son temas tabú. Aparte de eso, eventos como el huracán Mitch (1998) o el golpe de Estado (2009) tampoco han sido incluidos como temáticas fundamentales o contextuales en la narrativa. Cabe mencionar, que muchos de estos temas y eventos sí han sido enfocados por nuestras escritoras en otros géneros literarios como el cuento y la poesía donde se explayan los temas en formas más abiertas, libres y explosivas.

Otro aspecto que debe considerarse es que mientras los hombres desarrollan intrincados desafíos en sus propuestas narrativas, las mujeres tienden hacia la delicadeza en el discurso que se impregna con una cierta dulzura en sus formas propias de contar cada historia. Los escritores masculinos presentan un manejo más agresivo en las estructuraciones connotativas, en tanto que las mujeres son más suaves, quizá maternales en cada estilo particular, en la manera en que arman las tramas y sobre todo, en la caracterización de los personajes. Si comparamos las estructuras lingüísticas en novelas publicadas por hombres en este siglo XXI, con las publicadas por mujeres, nos damos cuenta de que ellos llevan el lenguaje, las situaciones internas de la historia y la historia misma hasta límites inimaginables, frenéticos, sórdidos y socarrones que dejan en el lector reacciones de asombro, asco, perturbación, fascinación, impacto y otras más. En tanto que las escritoras, a pesar de hacer un manejo estético del nivel de lenguaje literario y culto, no son tan arriesgadas para contar la historia. No puede negarse que todavía los finales son predecibles hacia un desenlace feliz, se sobreprotege a las heroínas, quienes siguen cumpliendo, quiérase o no, con los cánones tradicionales: salen victoriosas de sus predicamentos, y simbolizan valores morales positivos; no hay malvadas o victimarias como centrales en la mayoría de estas historias. ¿Por qué los hombres aprovechan la libertad que da la literatura en los procesos de creación, en esa soledad tan íntima que brinda la pantalla de una computadora y las mujeres no?

En mi opinión, nuestras narradoras son muy refinadas en el manejo del lenguaje, es decir, escriben historias hermosas, bien contadas, que contrastan en el manejo del lenguaje con la rudeza y la tosquedad de muchos de nuestros narradores de este nuevo siglo. En tal sentido, pareciera que las mujeres siempre están cuidando lo que dicen en funcionalidad de un español elegante, hasta musical o poético; contrario a nuestros narradores hombres quienes están contando la historia como mejor les parece sin importar la opinión de sus lectores. Claro, no quiero decir que tengan que escribir como hombres, ya que son mujeres. La feminidad (no el feminismo) es característica en la literatura, ya que, existe mayor sensibilidad y preferencia hacia diversos temas en comparación con los hombres. Quizá sea que las mujeres siempre escriben con el corazón ya que la intención en las obras consultadas es mover los sentimientos de los lectores, que amen a las protagonistas, que se identifiquen con ellas. En la literatura femenina hondureña no aparecen personajes femeninos grotescos ni monstruosos como protagónicos. Puedo decir también que tampoco le están apostando hacia los juegos psicológicos e intelectuales que reten la mente del lector. Todavía vemos las tendencias narrativas tradicionales de siglo pasado en la novela hondureña escrita por mujeres, ya que no hay una transgresión a la norma discursiva de manera audaz, juguetona, intimidante o revolucionaria. El rigor del análisis literario nos hace poner puntualmente que la novela tiene su carácter como género e implica complejidad y profundidad. En tal sentido, hay que considerar que la originalidad artística se trata de la innovación en el tema, en la perspectiva, en el manejo de los elementos internos y externos. Para innovar, hay que experimentar, más allá de los diseños de tipo lineal o mosaico, y de los personajes y argumentos altamente estereotipados.

Otro detalle que sobresale en este análisis es que a pesar de que nuestras escritoras poseen un nivel educativo e intelectual bien alto, no plasman esa cualidad como fortaleza a las protagonistas; por ejemplo, no hay personajes que sean escritoras, artistas, inmersas en una Metaficción. Siguen siendo mujeres sumisas marcadas por el destino que las lleva a sortear situaciones difíciles, donde siempre la salida es una cuestión sentimental, no intelectual, (solamente en Renata entre back tunes hay una lucha para defender lo intelectual ante el ataque de la ignorancia como eje central). Me parece que desde la literatura de mujeres sigue la tendencia a hacer lo que tanto se cuestiona en y desde los discursos de género: invisibilizar el potencial protagónico femenino como el de la intelectual, la mujer de mundo que confronta las distorsiones y las fracturas de los sistemas agonizantes, mujeres con empuje, enérgicas, transformadoras con iniciativa y liderazgo propio. Contrario a las propuestas masculinas, cuyos personajes, que aunque generalmente caen en la fatalidad del existencialismo y siguen el estigma cortazariano, hacen derroche de gran intelectualidad.

Esto nos lleva a echar una mirada en retrospectiva hacia la literatura que históricamente forma las antologías y recuentos en Honduras; vemos que ellas en su momento confrontaron la situación de la mujer en su contexto patriarcal, pero que siguieron los cánones literarios del momento, es decir, no aportaron una narrativa distinta; sin embargo, algunas de sus protagonistas marcaron la diferencia por su nivel intelectual. Entre las más representativas de la historia de la literatura hondureña tenemos a Lucila Gamero de Medina, con sus novelas sobre amores trágicos y las limitaciones de las mujeres en aquella época: Blanca Olmedo fue atacada por el clero y el gobierno debido a ser una mujer instruida. Argentina Díaz Lozano, quien, en la misma tradición lineal, abarcó temas como el exilio, la política, los viajes, en una labor periodística permanente, propuso a mujeres de libre pensamiento que no acataban los patrones de conducta de su época, tal es el caso de personajes como Prisca y Leonora. Y Paca Navas, con su novela Barro, quien desde el criollismo, expone la situación de pobreza de la mujer y la migración a lo interno del país en aquel entonces por situaciones laborales. Para completar el recuento incluyo aquí el recorrido bibliográfico sobre mujeres novelistas hondureñas desde siglo XIX al XX, que la investigadora y crítica literaria Hellen Umaña abarca en su obra La novela hondureña (2003): Ángela Ochoa Velásquez Tras el biombo (1932). Francisca Puig Coderch (María del Carmen, el gran amor de un rajá, amarga victoria y cuando el amor vuelve). Cristina Hernández de Gómez (1900-1993) La vida y el destino de una mujer (1946). Isabel Laínez de Weitnuer (1904-1982) Almas gemelas (1948). Herminia Cisneros, Tiempo de nacer tiempo de morir (1998). Gipsy Silverthorne Turcios (1938-1990) Ojos de los perros mudos (1993). Mercy Lozano Dacaret (1958) El despertar de la consciencia (1994). Herlinda de Zelaya, Íntima (sin fecha ni precisión alguna). Ana María Velasco, Los hijos naturales (1969). Blanca Ondina Gamero Paguada, Solo soy un niño (1988).

Con todo lo anterior, vale la pena hacer una reflexión acerca de la labor de nuestras escritoras, que es altamente importante para la conformación de nuestra nación, patrimonio e identidad. Pero, debo preguntar: si por el hecho de ser mujeres como escritoras ¿Hay que seguir cuidando los cánones tradicionales moralizantes, románticos, sentimentales? ¿Qué es lo que detiene o limita a nuestras escritoras en sus procesos creativos literarios hacia propuestas más despreocupadas, globalizantes y de actualidad? Este es un duro cuestionamiento, puesto que, muchas mujeres hondureñas han luchado por abarcar espacios más grandes de participación, expresión e inclusión, reclamos que como lo manifesté antes, se han expresado abierta y frontalmente por nuestras escritoras a través de sus discursos en poesía, cuento y ensayo. Pero, quizá falta que se refleje en la novela.

Hay que cuestionarnos por el hecho de que vivimos en un país en el que imperan la impunidad, la corrupción, el narcotráfico, el asesinato, inmerso en un mundo globalizado pleno de tecnología, avances científicos, desafíos y exigencias de cambio; entonces, quizá es también imperativo ahondar un poco más hacia propuestas más fuertes, innovadoras y bizarras que vayan a tono con las propuestas de mujeres novelistas en nivel mundial.

Estos trabajos aquí analizados así como la labor de nuestras escritoras hondureñas, son valiosos para la historia de la literatura nacional, que sin duda, serán tomados en cuenta dentro de la vida cultural e intelectual del país, desde sus diversas aristas: históricas, antropológicas, románticas, moralizantes y demás aspectos que aportan a la construcción de las letras de Honduras ya que la literatura es evasión, pero también es el testimonio de la historia.

Recordemos que la literatura es nuestro legado como un patrimonio de memoria colectiva. El oficio de escribir conlleva mucha pasión, entrega, sacrificio y sobre todo el gran compromiso de seguir creando en forma incansable para contribuir con la herencia literaria para las nuevas generaciones.

Linda María Concepción Cortez, es Máster en Estudios avanzados en literatura española e hispanoamericana, por la Universidad de Barcelona. Licenciada en Letras con orientación en literatura, Universidad Nacional Autónoma de Honduras. Es docente del área de Letras del Centro Regional Universitario de Occidente UNAH.CUROC, Santa Rosa de Copán. Contacto [email protected] . Celular 96735116.

REFERENCIAS
González Carías, S. (2018). Renata entre back-tunes. Tegucialpa: Ediciones librería Paradiso/Editorial Guardabarranco.
Nelson, D. (2010). El regreso de una wetback. Tegucigalpa: Guardabarranco.
Prieto, M. S. (2015). El rapto de la sevillana. Tegucigalpa: Guaymuras.
Sosa Brocato, S. (2016). Qué hay detrás del mar. Tegucigalpa: Guardabarranco.
Umaña, H. (2003). La novela hondureña. Guatemala: Letra negra.

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