El virus que ha afectado a la humanidad entera

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11 de abril de 2020
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12:45 am
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El virus que ha afectado a la humanidad entera

Mi experiencia personal:

Por: Dagoberto Espinoza Murra

Para dar el beso postrero al rostro de mi esposa Virginia que agonizaba en un hospital de Miami, viajé a esa ciudad y al llegar al hospital y ver su rostro agonizante, torpemente me resbalé en el piso de la sala hospitalaria teniendo como consecuencia una fractura del hombro derecho (húmero) que me ha dejado imposibilitado para ejercer el menor movimiento con el miembro superior derecho y debilitándome para sentarme o acostarme. Afortunadamente mi hijo Dagoberto, también médico, diagnosticó inmediatamente la fractura y pidió se inmovilizara para evitar mayores dolores. Mis hijas Maritza y Virginia, como ángeles me cuidaban y me prodigaban todas las atenciones del caso. Por el maldito virus se cambió el protocolo de visitas del hospital y Maritza tuvo que salir a media noche quedando yo en una incómoda sala de emergencia bajo el cuidado de dos enfermeras haitianas.

Por las incomodidades de la cama de la emergencia se me trasladó a la sala de observación y luego a una de hospitalización. A todo esto sin la presencia de Maritza lo que aumentaba mi angustia pues no tenía a quién llamar para que me ayudara en mis necesidades íntimas.

Ya con el alta hospitalaria y una nota para ver el médico ortopédico para que viera mi fractura, me dirigí a un apart-hotel de la ciudad donde conté con las atenciones de Martha Estela Pineda, hija del primer matrimonio de Virginia, joven inteligente, atenta y servicial. Ahí recibí la visita del querido colega y amigo Américo Reyes y su distinguida esposa, Marielos. Eso me llenó de contento; pero al mismo tiempo de tristeza al saber que por medidas preventivas no podíamos regresar al país en el vuelo consignado para esa fecha.

Ha querido la suerte de contar con la ayuda de un querido sobrino, que tiene una linda propiedad donde, al ver la inmensidad de las copas de las coníferas, me hacía recordar lo que fueron los pinares hondureños en las pampas olanchanas.

Desde una baranda acompañado de mis hijas Maritza y Virginia y recordando a sus hijos, nietos que me han dado paz y alegría a mi edad, añoro que se facilite el retorno a la patria mediante el gobierno hondureño como prevención a la llegada de este virus que tan preocupada tiene a toda la humanidad.

Los restos mortales de mi querida esposa fueron cremados y las cenizas las llevaremos en una urna para conservarla en nuestra casa a la espera de que se permita celebración de una misa para recibir el saludo fraterno de queridos amigos y correligionarios que tuvo Virginia.

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