Economía rural generadora de empleo con crecimiento inclusivo y desarrollo sostenible

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13 de abril de 2020
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12:03 am
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Economía rural generadora de empleo con crecimiento inclusivo y desarrollo sostenible

Por Marcio Enrique Sierra Mejía

Si algo bueno puede surgir como reacción positiva del Estado y la sociedad rural ante la crisis que enfrentamos debido a la pandemia del COVID-19, es vencer el obstinado enfoque neoliberal de crecimiento y desarrollo sostenible de la economía rural que, las oligarquías ricas rurales, siempre promueven desde hace 28 años, sosteniendo el control de una política agrícola que no sana la desigualdad, la iniquidad, el marginamiento y la baja demanda de créditos. Por el contrario, solo contribuye a concentrar la riqueza en una minoría de empresarios de la economía rural. Son los mismos actores que han mantenido a la mayoría silenciosa de agricultores excluidos, subsumidos y subsumidas en una economía de sobrevivencia a más del 50% de las familias campesinas.

Aparentemente, domina en estos empresarios rurales, una visión deshumanizada, la persistencia de un pragmatismo capitalista rapaz, la miopía estratégica territorial excluyente, la indiferencia ante el deterioro ecológico de las cuencas y los recursos naturales y la ambición lucrativa solapada.

Con una mentalidad de esta naturaleza no se va a lograr un nuevo orden rural y agrícola, seguirán predominando cadenas productivas desarticuladas, las cadenas de valor no serán para integrar la producción de los agricultores menos desarrollados que basan su producción en pequeñas unidades o medianas unidades atrasadas tecnológicamente y que anhelan conectarse hacia adelante, con procesos de procesamiento y comercialización cooperativa, en los que, la distribución del ingreso les beneficie en todas sus etapas; y sus comunidades, se vean beneficiadas con procesos artesanales complementarios especialmente para los jóvenes y mujeres artesanas.

Nuestra economía rural sigue estando asociada en gran medida con una expandida producción agrícola primaria en zonas territoriales marginadas pero que curiosamente, muchas de ellas, cuentan con cuencas y acceso al agua, que no logran un crecimiento agrícola que incremente los ingresos rurales, que no favorece un mayor consumo y que no tiene efecto alguno en incrementar los ingresos rurales que logren resultados multiplicadores en toda la economía. Este desafío o gran reto que tenemos; tiene que ver, con la gran mayoría de pobres que habitan en esas áreas rurales marginadas, con índices de pobreza mucho más altos que el de las áreas urbanas y con déficit de trabajos dignos. En estas zonas (distritos agrícolas) es en donde debemos producir un cambio estructural. En donde la gobernanza y la informalidad tienen que ser objetos de una estrategia de desarrollo que se oriente al manejo gerencial del crecimiento inclusivo y la generación de empleos asociados con las cooperativas integradas en las cadenas de valor. En cada una de sus áreas cooperativas en que se divide la cadena de valor ¿hasta qué punto se puede corporativizar creando cadenas de valor en estas comunidades rurales marginadas, incluyendo a las mujeres y otros grupos etarios, en el acceso a labores en todas las etapas del encadenamiento, educándoles apropiadamente? Por otra parte, reinventar el esquema de financiamiento enfocándolo territorialmente a través de fideicomisos agrícolas manejados por las cooperativas que se organicen para poder participar. El fideicomiso se convierte en el mecanismo de distribución de la masa monetaria destinada a cada distrito agrícola, y en el mismo, se norma el uso del financiamiento no para un manejo crediticio individualizado sino más bien corporativizado.

El gobierno hace bien en ofrecer la elaboración de un plan de reestructuración de la economía rural, el cual debió elaborarse tiempo atrás, pero tiene que repensar con quiénes tendrá que elaborarlo. Por más que se creen mesas técnicas; si en ellas, la ideología dominante es la que promueven las oligarquías rurales ricas, no van a lograr romper la burbuja en que se encuentra la política agrícola. En otras palabras, para romper el círculo vicioso en que se encuentra la economía rural, es importante partir de una base reflexiva distinta a la que domina en el pensamiento de los empresarios actualmente cercanos al Presidente. Una realidad es la que tienen los grandes y medianos empresarios rurales exitosos y que han logrado modernizar y fortalecer tecnológicamente sus empresas, a quienes indudablemente se les ha apoyado en la actualidad; y otra, es la de la gran mayoría de agricultores, que están sufriendo marginación estructural y se han quedado rezagados o excluidos del desarrollo sostenible y el crecimiento inclusivo. Se necesitan mesas técnicas con ciudadanos apropiados y especialistas técnicos conocedores del tema del desarrollo sustentable con desarrollo rural. Hoy por hoy, requerimos un nuevo consenso que viabilice la transformación rural en lo ambiental, lo alimentario y la tecnología no solo para aumentar la productividad sino también para desarrollar un enfoque educativo propicio para el manejo de cadenas de valor integradas con cooperativas que logren mayor bienestar, sustentabilidad y sostenibilidad para lo rural.

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