Hablemos de arte: Instantáneas del alma

MA
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14 de abril de 2020
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02:42 pm
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Hablemos de arte: Instantáneas del alma

De tal palo tal astilla

Existe una creencia generalizada en algunas culturas, de que una fotografía puede robar el alma de un individuo, atraparla y aprisionarla dentro de ella misma. Algunos nativos americanos en la actualidad se niegan a ser fotografiados por esta razón. Los que sostienen esta teoría del “robo de almas” dicen que una fotografía literalmente capta un elemento de la fuerza vital que se presentó en el momento en que se tomó la imagen, según ellos, el proceso del robo de un elemento de la vida se da porque las personas transmiten continuamente un tipo de energía, y esta, contiene información que se puede recibir y traducir. En teoría, cuando una persona toma una foto a alguien, se está captando una instantánea de su energía.

No puedo dejar de pensar que todo lo anterior es una combinación de superstición y esoterismo, tal vez impregnada de un poco de veracidad cuando uno analiza el hecho de que una imagen puede hacernos experimentar vívidamente un momento o estado de ánimo en particular, aunque está muy lejos en el tiempo.

Ahora bien, existe una “raza” de personas en el mundo que ofrecen a la humanidad “pedazos de su alma y lo hacen de manera voluntaria; es más, sienten que nacieron para eso… este grupo de individuos “arranca” de su ser, emociones, gustos interpretaciones, alegrías, frustraciones, protestas, afirmaciones y, en fin, una parte de su misma esencia, y la obsequia a todo aquel que quiere apreciarla; me refiero a los artistas plásticos o pintores. ¿Qué mejor fotografía del interior de alguien que una pintura? Los colores, motivos, movimientos, expresiones, y otros elementos que se conjugan en una obra, son una radiografía de su autor.

Que bonito es saber que no solo se puede capturar la imagen del cuerpo de un ser con una foto, si no también la de un alma, con una pintura…

Estoy de acuerdo con los que sostienen la teoría del “robo de almas” en el hecho de que cada individuo posee una energía en un momento y situación en particular, de allí se puede decir que el valor de una obra de arte es incalculable en términos meramente monetarios, cuando uno entiende que ese espacio en el tiempo, esa inspiración, ese pincelazo, esa combinación de colores… esa energía… es única e irrepetible.

El creador se da a sí mismo en sus creaciones, así como el árbol demuestra su género al ofrecer sus frutos, pero a diferencia de un árbol, el artista a lo largo de su vida cambia… a veces para bien… a veces para mal… y sus frutos cambian con él, ¡Que lindo que esos frutos no son víctimas de los procesos de putrefacción, si no que pueden ser preservados y valorados, aún, cuando el árbol que los dio ya este muerto!

Por eso no debe ser irrelevante ni superficial la apreciación de una pintura, no solo la veamos con el sentido de la vista; entendamos que esa pieza es un obsequio de la vida e historia de su autor a todo aquel que se quiera asomar a la ventana de su alma… y esto es tan mágico y tan especial, que cuando nos tomamos ese tiempo para analizar, saborear y sentir con detenimiento el trabajo del autor, en ocasiones, de forma inexplicable, se da una conexión que no se puede describir y nuestra alma es afectada por alguien a quien muchas veces ni siquiera conocemos o conoceremos porque incluso ya murió, y habremos “robado” parte de su esencia inmortal, y la guardaremos y nos transformaremos paralelamente con ella, y su energía y su sentir seguirá viviendo y afectando siempre que alguien a través de su mirada capture una fotografía instantánea de su alma…

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