Ejercicio de hipocresía

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17 de abril de 2020
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12:26 am
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Ejercicio de hipocresía

Por: Ricardo Alonso Flores

Pasó la Semana Santa en medio de una serie de modificaciones por las actuales circunstancias que no permiten la aglomeración propia de esos días.

Hubo cultos religiosos, a distancia, nadie organizó excursiones a las playas, los restaurantes permanecieron cerrados y por no haber, ni los artísticos arreglos del Domingo de Ramos no pudimos tener.

Todo cambió, excepto ese ejercicio de hipocresía que acostumbran algunas alcaldías municipales, creyendo que con ello están contribuyendo al orden público. Menos mal que en Tegucigalpa no llegaron a tomar en cuenta una propuesta que hiciera en un medio informativo, un funcionario que desde que comenzó el encierro quería que se impusiera la Ley Seca.

Cada año es recurrente esa prohibición al llegar la Pascua de Resurrección, que yo siempre consideré innecesaria, pueblerina, propia de mojigatos, porque carece de sentido práctico.

Por principio, las personas que suelen tener licor en su casa, antes de la Semana Santa compran anticipadamente una buena cantidad de licor. Todo depende de sus gustos y de su capacidad económica.

La generalidad bebe cerveza, propia para la época de calor, otros consumen el ron y ahora está muy de moda el vodka, porque el whisky resulta muy caro y parece haber pasado de moda.

En los lugares turísticos, las corporaciones municipales no se toman ese costo y dejan que se consuma lo que los clientes desean beber. Me sorprendió en una de mis visitas a Comayagua, un Viernes Santo, que pude disfrutar de una deliciosa cerveza, después de admirar las famosas alfombras de aserrín con motivos religiosos de diversos colores que tanto distinguen a la excapital.

Y Comayagua es muy religiosa, pero no cae en esa hipocresía que sirve para muy poco. Y he querido insistir en este año, cuando todos, o casi todos, estábamos en nuestras casas, no había cantinas abiertas, ni establecimientos que se dedican a la venta de bebidas, por lo que la prohibición resultaba innecesaria. Nadie podía beber en la calle si no se podía circular, ni a pie. Pero no, había que hacerlo, para que no se dijese que no se cumplía con la tradición. De lo contrario, se hubiese caído el cielo, como en aquel cuento infantil del pollito.

En los Estados Unidos de América se tuvo que recurrir a una Enmienda de la Constitución. La XVIII para imponer la llamada Ley Seca, que duró en vigencia 13 años. No tengo datos si los norteamericanos la consideraron un acierto o un fracaso. Lo único que sé es que, ante la demanda de licor por parte de los sedientos consumidores, surgieron los fabricantes clandestinos que producían a gran escala todo el licor que les era posible suplir.

Por eso vinieron los gánsteres o pandilleros como Al Capone y su enemigo, el policía de Chicago, Elliot Ness, célebre en una serie de televisión quien combatió el crimen organizado.

Me ha tocado estar en los Estados Unidos cuando las elecciones se efectúan en día de semana y nadie prohibía la venta de bebidas. De igual manera estuve observando unas elecciones en Alemania, en la localidad de Königswinter. Era un domingo y todos disfrutaban de aquel maravilloso clima primaveral, porque la mayoría había votado por correo y por lo tanto gozaban bebiendo cerveza y las famosas salchichas del país.

Nosotros también hemos tenido fabricantes clandestinos de licor, sobre todo cuando el aguardiente era “monopolio del gobierno de Honduras”. Recuerdo, que en una gira como periodista que me tocó hacer a Intibucá, pude ver a varios fabricantes que vendían su guaro clandestino en la carretera. Creo que en la actualidad esos llamados cususeros han desaparecido o siguen con su labor en los famosos alambiques.

Lo que quiero decir es que esas prohibiciones sirven para muy poco, excepto para enriquecer a los que se aprovechan de la ocasión. Y no solamente los que venden guaro. Hay otros que también se lucran de esos atavismos.

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