En despojos, mendigos buscan protección contra el COVID-19

OM
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20 de abril de 2020
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01:09 am
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En despojos, mendigos buscan protección contra el COVID-19

Los indigentes se las ingenian para protegerse del virus en las ciudades más pobladas del país.

Bajo el ardiente sol que evapora todo en Tegucigalpa, un indigente toca el vidrio de un carro en el bulevar Morazán, implora dinero para comer, el motorista adentro espera la luz verde del semáforo y arranca sin abrir la ventana.

Atrás está otro vehículo que espera el turno con la radio encendida, se escuchan al fondo alertas que insisten sobre la propagación del coronavirus COVID-19 en Honduras, donde ya mató a 46 personas y deja casi medio millar de contagios, según reportes oficiales.

Es uno de estos días de confinamiento cuando la gente sale a las calles escalonadamente y de acuerdo al último número de la identidad, carné de residencia o pasaporte.

El indigente es un señor harapiento que aparenta 75 años de edad, se las ha ingeniado para protegerse del virus cubriéndose la boca con un artefacto que encontró entre los despojos en un basurero.

Los enfermos alcohólicos se dejan ver entre las callejuelas y escondrijos de la capital.

El anciano es una de los miles de personas que conforman este numeroso segmento poblacional, que refleja los niveles de desigualdad económica remarcados hoy por la pandemia del COVID-19, explican sociólogos.

Al recorrer la capital del país, entre sus escondrijos aparecen más pobres, en las callejuelas de la ciudad apostados en las esquinas, están hambrientos y en contacto con otras personas, sin protección al COVID-19.

Algunos obreros y vendedores ambulantes que, engrosan el 42 por ciento de la miseria extrema hondureña, también han echado a correr la imaginación para evitar la ola de la pandemia.

Se les encuentra caminando por espacios públicos junto a las demás personas, junto a los caminantes aparecen hombres y mujeres con tapabocas improvisados, han hecho uso de pañuelos, toallas de papel o tela.

En despojos, mendigos buscan protección contra el COVID-19

Hurgando en la basura sobre sale un hombre de mediana edad en las cercanías a los mercados de Comayagüela, precisamente, en los límites fronterizos de las ciudades gemelas que dan forma a la capital del país.

Contiguo a los vagabundos está un enfermo alcohólico que reniega sin parar y a lo lejos caminando a sus anchas por las calles desoladas debido a la cuarentena, tampoco tiene con que protegerse, pero al igual que el resto de la población, ha escuchado que el virus es contagioso.

En un intento por escapar al contagio del patógeno, el vagabundo se cubre la boca con las hilachas de la camisa que cuelgan a media altura de su enfermizo cuerpo, va descalzo, husmeando por todos lados, se le observa angustiado, quizás por la miseria.

Los indigentes y pobres están expuestos al virus y se convierten en una especie de vector capaz de propagar el virus entre la población que circula con restricciones en las ciudades del país, advierten virólogos.

Sin protección ante el virus, los méndigos y pueden propagar el COVID-19.

Esta radiografía de la indigencia expuesta se replica en las demás ciudades, por ejemplo, en San Pedro Sula, que se ha convertido en el epicentro de la pandemia al reportar el 68 por ciento de todos los casos repartidos en varios municipios del departamento de Cortés.

El denominado “polo industrial del norte” se perfila como la zona mártir con este virus, ya que está plagado de obreros y población económicamente activa que también se las juega a diario para subsistir.

El gobierno cuenta con un millonario presupuesto para esta emergencia epidemiológica, pero la escasez de cubre bocas o mascarillas también se siente aquí, en vista del desabasto de materiales y equipos sanitarios que padece el planeta con esta pandemia.

Informes preliminares señalan que más del 80 por ciento de estos fondos han sido utilizados en la compra de materiales, aparecen comprados por la Secretaría de Salud, más de 800 mil mascarillas, pero se advierte que son para proteger al personal médico.

En las farmacias están agotados los cubre bocas y los pocos que hay se ofrecen a precios un 300 por ciento más caros, en comparación al precio que tenían antes de explotar la pandemia. (LH)

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