La vida… maestra ejemplar (1/2)

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22 de abril de 2020
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12:04 am
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La vida… maestra ejemplar (1/2)

El miedo… también es viral

Por José María Leiva Leiva

He visto estos días muchas entrevistas, y leído cualquier cantidad de escritos e incluso poemas referidos, por un lado, a la pandemia que nos azota y por otro, a la inclusión de una serie de lecciones positivas, que según estos autores, habremos de aprender y practicar cuando se dé el acariciado momento del día después. Por ejemplo, en el portal https://www.elnuevoherald.com/, encuentro un escrito del periodista Arturo Arias-Polo haciendo eco del poema “Esperanza”, obra del actor, cineasta y humorista cubano afincado en Miami, Alexis Valdés.

Poema que Valdés ya había dado a conocer días atrás en las redes sociales, y que tiene en la actualidad varias versiones en Youtube, donde hemos podido visionar la del motivador de origen cubano, Ismael Cala, más una versión coral con las voces de muchos artistas destacados de habla hispana, entre quienes identificamos al mismo Ismael Cala, a los artistas españoles Diego el Cigala (cantador de flamenco de etnia gitana), Santiago Segura (director y actor de cine que extendió su fama internacional gracias al conjunto de su saga “Torrente”), Pepe Viyuela (el célebre protagonista de “Mortadelo y Filemón”) y Dani Rovira (protagonista de los “Ocho apellidos Vascos”, e igual número de “apellidos catalanes”).

Las cantantes y actrices mexicanas Angélica María y Angélica Vale (madre e hija respectivamente), el salsero puertorriqueño Gilberto Santa Rosa, y el actor cubano-estadounidense Andy García. Su letra dice así: “Cuando la tormenta pase y se amansen los caminos, y seamos sobrevivientes de un naufragio colectivo. Con el corazón lloroso y el destino bendecido nos sentiremos dichosos tan solo por estar vivos. Y le daremos un abrazo al primer desconocido y alabaremos la suerte de conservar un amigo. Y entonces recordaremos todo aquello que perdimos y de una vez aprenderemos todo lo que no aprendimos. Ya no tendremos envidia pues todos habrán sufrido. Ya no tendremos desidia. Seremos más compasivos. Valdrá más lo que es de todos que lo jamás conseguido. Seremos más generosos. Y mucho más comprometidos”.

“Entenderemos lo frágil que significa estar vivos. Sudaremos empatía por quien está y quien se ha ido. Extrañaremos al viejo que pedía un peso en el mercado que no supimos su nombre y siempre estuvo a tu lado. Y quizás el viejo pobre era tu Dios disfrazado. Nunca preguntaste el nombre porque estabas apurado. Y todo será un milagro. Y todo será un legado. Y se respetará la vida, la vida que hemos ganado. Cuando la tormenta pase te pido Dios, apenado, que nos devuelvas mejores, como nos habías soñado”. Bueno, yo diría una fantasía romántica y un anhelo perpetuo. Y los más optimistas, un mensaje a la conciencia, o bien, una oda a la esperanza, “en un tiempo -como lo definió Valdés-, en que la gente ha vuelto a abrir su alma y valora más las cosas esenciales y espirituales que lo material”. Se trata -dice Ismael Cala-, “de una crisis existencial de hacernos forzadamente entrar en una pausa reflexiva”.

Pausa, donde “todos tenemos que entender cuáles son y dónde están colocados nuestros valores y principios humanos, para entender que el planeta necesita más respeto, y que cada ser vivo sobre este planeta, incluyéndonos, incluyendo a los animales, las plantas, todo lo que forma parte de nuestro ecosistema, somos uno solo, un solo organismo de diferentes formas… Y esa es la invitación a que todos utilicemos estos tiempos para añadir valor, para buscar en nuestro interior dónde está esa fuente inagotable de debilidad y creatividad absoluta, y que podamos todos salir mejores, más sabrosos, más generosos, más humildes”.

Ahora bien, pregunto, ¿acaso toda la humanidad entenderá así el mensaje? Usted discúlpeme, pero tengo serias dudas al respecto. Miremos para el caso nuestra crítica realidad. ¿Cómo es posible que encima de esta mortal y desgraciada tragedia se esté hablando, vía denuncia en los medios de prensa, de compras de equipo y utensilios de forma amañada? ¿Cómo es posible que los pirómanos de siempre incendien los bosques destruyendo la naturaleza y sigan atentando contra el ecosistema? ¿Dónde está la conciencia de esta gente? ¡Por Dios Santo! Nos estamos cargando el país, y por extensión… al planeta. ¡Vale madre! ¿Y qué?

Vuelvo a recordar la fábula del hijo simio preguntándole a su padre, ¿qué es el ser humano? La respuesta, no tiene el menor desperdicio. Juzgue usted: “Son monos sin pelo que piensan que son los dueños de todo lo que les rodea. Construyen cuevas de piedra que llegan al cielo. Su ego, su codicia no tienen límites. Toman de la tierra más de lo que necesitan. Destruyen la selva, ensucian los mares, contaminan el aire. Los humanos esclavizan a los humanos, y dejan que parte de la manada muera de hambre para que unos pocos sean más ricos. Construyen máquinas para matar a otros humanos. Tarde o temprano se exterminarán a sí mismos. Los humanos son monos locos”.

¡Vaya jodida! Siempre he pensado que de seguir como hasta ahora, para allá vamos, y que como suele pasar en esas películas apocalípticas que narran mundos distópicos, talvez así pueda surgir una nueva raza humana partiendo de cero.

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