SE percibe –sin ser expertos– solo con un poco de sentido común, que la acariciada reapertura paulatina e inteligente de la economía dependería en mucho de la capacidad de masificar las pruebas clínicas para determinar el nivel de contagio en la población. Lo anterior va a tono con la siguiente exhortación: La Organización Panamericana de la Salud (OPS) “urgió a los países de América a hacer gratis los test para el COVID-19, advirtiendo que levantar de golpe las medidas de confinamiento traerá una nueva ‘ola’ de contagios”. La posibilidad de masificar las pruebas permitiría no solo dar inmediata asistencia a los casos positivos sino ingresar los pacientes en centros asistenciales apropiados. Posibilitaría, además, separar prudentemente la población para evitar más contagio. Para que aquellos que no tengan la enfermedad –quienes den un resultado negativo– puedan ingresar, siguiendo los protocolos de bioseguridad, de distanciamiento social y de higiene sanitaria, a la actividad rutinaria y laboral.
Lo anterior parecería ir acorde con las recomendaciones de los entendidos cuando hablan de la urgencia de realizar los tamizajes masivos. Por supuesto que ello requiere de los instrumentos y del material indispensable para echar a andar la operación cubriendo lo mayor parte alcanzable del universo. Y como son kits especiales los que se ocupan para poder realizar los exámenes de contagio, lo que toca ahora sería indagar cómo adquirirlos y si afuera, en otros países, hay suficientes que puedan donar. El “imperio” anunció como aporte sustantivo –se intuye que recompensando la buena conducta demostrada por los gobiernos en el tema migratorio– la rehabilitación al Triángulo Norte del modesto monto de los fondos congelados. Sin duda que todo aporte ayuda a la emergencia provocada por esta bestial pandemia. Fue a raíz de esa noticia que a alguien se le ocurrió sugerir que de mayor valor sería una donación siquiera de unos 250 mil kits para iniciar el proceso de pruebas en forma masiva. Sería un aporte inmediato a la tarea que podría marcar la verdadera diferencia en el control de la infestación. Con esa cantidad y otra comparable que pueda juntarse de la misma OMS y de otros generosos donantes, o comerciantes que las vendan, se avanza con paso firme al objetivo. La cantidad que calculamos es arbitraria, previendo el desplome en estos pintorescos países acabados donde todo falla.
Tardará meses para que los científicos den con la vacuna que prevenga la enfermedad. Todos los días, en hospitales y laboratorios, salen con nuevos hallazgos sobre posibles paliativos, pero sin cura segura con alguno de esos remedios. Lo más reciente es que “investigadores de la Universidad de Oxford (Reino Unido) comenzarán a realizar pruebas de una vacuna para el COVID-19 en humanos”. Pero en lo que respecta a la detección sí hay avances. “La Administración de Alimentos y Medicinas (FDA, por sus siglas inglés) de Estados Unidos, autorizó el primer kit para realizarse un test de coronavirus en casa”. “El kit es producido por la compañía LabCorp, que anunció que primero lo pondrá a disposición de los trabajadores de salud y emergencias médicas y luego saldrá a la venta al público a un costo de 119 dólares”. Nada barato, como el elevado precio de los artículos agotados en el comercio y las tiendas online, usados para desinfectar y matar el virus. Mientras el precio del crudo se desploma en el mercado internacional, los limpiadores en base de cloro o de alcohol, ya días se agotaron en todos lados. Todo indica que la tamización masiva de las pruebas va de la mano con la escalonada reapertura inteligente de las actividades rutinarias y productivas. Solo faltaría conseguir los kits para diagnosticar.
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