LO DOMÉSTICO Y LA SOLIDARIDAD

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23 de abril de 2020
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07:38 am
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LO DOMÉSTICO Y LA SOLIDARIDAD

CAPITALINOS Y EL AEROPUERTOLO DOMÉSTICO Y LA SOLIDARIDAD

DESDE siempre hemos defendido el principio que, habiendo producción local de cualquier cosa, el hondureño debiese privilegiar lo hecho en casa a lo importado. Siquiera por un sentido de autoestima –de la cual no hay mucha– por lo propio. Por supuesto que lo que no se produce aquí hay que importarlo. No habría forma de suplir la demanda de los consumidores. El país no produce muchas cosas y requiere llenar los vacíos del mercado trayendo artículos del extranjero. También hay materias primas que las industrias ocupan importar para su producción. Hasta comida porque no producimos suficiente para alimentarnos. Honduras no ha podido superar sus déficits comerciales en la región, lo que quiere decir que compra más a otros países de lo que les vende. Ello, haciendo un balance objetivo, equivale a decir que pagamos los sueldos a los trabajadores de otros países en detrimento del empleo local. Y de la generación de trabajos. Como ejemplo, las maquilas, al amparo de sus franquicias, no solo importan lo esencial, sino además mucho –no decimos que nada consuman internamente– de lo que pudieran adquirir en el comercio local.

LO DOMÉSTICO Y LA SOLIDARIDAD

A los empresarios amigos de ese importante sector que da bastante empleo –al que nosotros protegimos sentando las bases para las zonas libres e hicimos crecer gestionando con el gobierno norteamericano la ampliación de los beneficios de la Cuenca del Caribe– hemos intentado ablandarlos en pláticas privadas como en editoriales. Para que sean solidarios con las otras empresas y comercios domésticos que también generan empleos. Dicho sea de paso, que batallan no en condiciones de privilegio, sino que ateniéndose al pago de lo que cuesta aquí operar en el sistema formal. Hay comidas rápidas que –al amparo de sus exoneraciones, dizque para fomentar el turismo, como si van a venir turistas atraídos por la franquicia de marcas extranjeras– en sus operaciones poco consumen en el comercio local y algunas hasta los juguetes para enganchar cipotes que coman hamburguesas meten exonerados. ¿Se ha puesto a calcular qué efecto tiene todo ese drenaje de recursos en el déficit comercial? Hasta dejaron de anunciar ya que el público alucinado es tan lindo que pelea por lo exógeno en vez de cuidar lo doméstico. La Secretaría de Educación, pese a que la industria impresora nacional se rebusca para subsistir, traen embarques repletos de cuadernos y textos importados, en arreglos con los representantes comisionistas del material hecho afuera. Hubo un momento cuando las disposiciones generales del presupuesto contenían un artículo que privilegiaba lo local versus las compras al exterior, pero lo quitaron. Sin que nadie haya logrado enternecer a los diputados para que, en aras de proteger a los trabajadores nacionales, la restituyan.

Así que, víctimas de esta sacudida brutal que el coronavirus le asesta a la producción local, a las empresas, a los trabajos, que a no dudarlo va a hundir la cacreca economía a hondonadas de profundidad nunca antes vistas, ojalá haya sensatez. Y sobre todo solidaridad. Pensar más allá del interés particular. Sí, buscar arreglar lo que aflige a cada cual –que es insoportable– pero igual preocuparse y ser condescendiente con la angustia del vecino. En esta empotrada atmósfera de pesadez, cuya fragilidad no tolera ni mínimas equivocaciones, la obligación es abrir los corazones, las mentes y las conciencias para hacer las cosas mejor. No es recomendable continuar haciendo igual lo malo que se hacía antes, sino llenarse de patriotismo para corregirlo. Mantener las empresas a flote es un gigantesco desafío. Eso es lo que hay que asistir porque allí está el grueso de la fuerza laboral. No es cosa de meter dinero para potenciar proyectos con la ilusión de crear trabajos más adelante, sino salvar primero los actuales. Y a partir de ello estudiar qué más se pude hacer. Recuperar la actividad amolada durante todo este tiempo perdido por el encierro y la paralización, no es cosa de soplar y hacer botellas. El reinicio escalonado e inteligente de la economía, como de las actividades rutinarias –ello es si urgentemente se realizan masivamente las pruebas médicas para detectar los niveles de contagio y actuar en consonancia– requiere, además, de un cambio de conducta y de mentalidad. Sin voluntad para realizar este giro, ello es, cambiar actitudes nocivas por valores y comportamientos correctos, dignos y decentes, de nada va a servir lo demás que se haga.

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