Lo mejor y lo peor

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24 de abril de 2020
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12:31 am
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Lo mejor y lo peor

Marzo de mujeres

Por Carolina Alduvín

Los oportunistas existen y siempre han existido, en todos los ámbitos del quehacer humano y también, desde antes en los otros reinos de seres vivos; se puede decir que, es algo natural y evolutivamente necesario. No es de extrañar entonces, sobre todo entre quienes viven al borde de la animalidad, carentes de la mínima guía moral, que aprovechen la desgracia a su alrededor para sacar provecho material particular. Cada uno en su nivel, desde el que vende las verduras en la acera, hasta los supermercados mejor surtidos, han incrementado significativamente los precios de todas las existencias, en vista del rumor de un próximo desabastecimiento. No cesan los reclamos hacia la clase política, en vista de haber autorizado presupuestos millonarios en nombre de la pandemia, mientras los trabajadores de salud siguen sin contar con equipo de protección personal, a menos que lo adquieran de su propio bolsillo, a los precios inflados que imponen los comerciantes sin supervisión.

Los pobladores de los cinturones de miseria de las ciudades, cobran peaje a vista y paciencia de la autoridad, a todo el que pretende transitar por las calles aledañas; si no es que descaradamente asaltan a los conductores, especialmente si se trata de productos alimenticios. A propósito, unas tales bolsas solidarias, que se dice se reparten en los barrios populares para paliar la situación ante la falta de ingresos entre quienes viven al día; no faltan denuncias sobre el reparto únicamente a quienes simpatizan con el partido de gobierno. Noticia sería que fuera de otra forma. En todo caso, dada la premura con que se implementó la ocurrencia, es muy difícil que se haga con siquiera un asomo de orden, o equidad. A menos que se demuestre lo contrario, quién recibe y quién no, queda al absoluto criterio de quienes llevan las unidades que sobreviven al pillaje.

Lo de las compras de emergencia y sin licitación, son algo inocultable; se les califica de inútiles, infladas, fuera de lugar, que hubiera sido mejor optar por soluciones permanentes en vez de las temporales que han aparecido, como hospitales de campaña. Las denuncias se apilan sin cesar, igual el sector contralor y de justicia tampoco está operando durante la llamada emergencia, y aunque estuviera, los mecanismos para evadirla existen, se refinan sobre la marcha y han probado ser efectivos. Hora de encarecer equipo de bioseguridad personal y hospitalario.

En otros lugares, se han documentado escenas de asaltos, no a los camiones que pasan, sino ya directamente a grandes almacenes; por ejemplo, en México, se contabilizan a la fecha, 53 saqueos a tiendas de departamentos en varias entidades. Y en algunos edificios de apartamentos, no faltan vecinos anónimos que, haciendo gala de perversidad e ignorancia, instan a los trabajadores de salud que ahí habitan, a abandonar sus viviendas. Otros, han sido víctimas directas de agresiones personales, como que se les derrame el contenido de una botella de solución de cloro en el interior de una tienda. No es que sea correcto, o que se lo merezcan, pero me pregunto: ¿por qué tienen que salir a la calle y entrar a los comercios con la ropa que utilizan en los ambientes contaminados de un hospital? No falta más de un acomplejado que alegue que es por no perder autoridad.

El lado positivo hay que buscarlo con detenimiento, no salta a la vista como lo negativo, tampoco tenemos el ojo muy entrenado para detectarlo; me parece, que nuestro gobierno no ha manejado la situación de manera óptima, pero hay que reconocer que lo ha hecho mejor que muchos países del llamado primer mundo. Comenzando por haber tomado medidas antes que el titular de la OMS declarara pandemia al padecimiento por COVID-19; con la ventaja de que el Presidente no está en campaña como sus homólogos de México y USA, por tanto, sin titubeos a la hora de cerrar el comercio y otras actividades, tratando de implementar, en la medida que la cultura de los pobladores lo permiten, las recomendaciones de los expertos en asuntos epidemiológicos. Los números, es cierto, crecen, pero no en forma alarmante como en Latinoeuropa.

También vemos escenas de auténtico desprendimiento y voluntad de ayuda a los menos afortunados; aquellos a quienes se les dice que se queden en su casa, cuando carecen de la misma, no ha faltado quien, con compasión se haga cargo de al menos compartirles un bocado.

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