Asegurar los alimentos durante la emergencia
Infraestructura resiliente ante desastres
Por: Álvaro Sarmiento
Especialista Internacional en Comercio y Aduanas
En estos dorados tiempos, las prioridades de las personas de prácticamente todo el mundo se han modificado sustancialmente, en lo material y también en la faceta espiritual. De un día para otro, muchas familias que tenían el sustento prácticamente asegurado, desde la señora que llegaba a vender almuerzos en unas oficinas en un pickup, el dueño de barberías, el gerente de algún hotel 5 estrellas, o quien preparaba pasteles para bodas, simplemente dejaron de percibir ingresos desde mediados de marzo. Algunos -pocos- están descapitalizándose, para tratar de mantener el negocio, el personal, o simplemente haciendo el cálculo de cuántas semanas/días de ahorros tienen para comprar comida.
En algún momento y muy pronto, el falso dilema del confinamiento o salud versus reactivar la economía dejará de ser una discusión ideológica en medios de prensa o una decisión gubernamental. La prioridad de cualquier jefe de familia es su seguridad, en este caso la alimentaria.
Aquí tenemos dos variables, como cualquier bien material, tanto la oferta como la demanda influyen en el comportamiento económico. Por un lado, la más obvia y que no necesita grandes diagnósticos ni modelos econométricos es que el grueso de la población va a carecer de recursos (dinero) para comprar alimentos, un dato de cortísimo plazo. La cantidad de empresas y principales fuentes de empleo, con muy pocas excepciones, se están cerrando, lo que implica más desempleados.
Por el lado de la oferta, la cosa no pinta tampoco bien, los productores locales de alimentos tendrán menos capacidad de endeudamiento, ya que el resto de los sectores productivos, menos volátiles competirán por esos préstamos. Y para complicar el asunto, algunos países productores por ejemplo de trigo, maíz blanco y arroz, simplemente están imponiendo restricciones a sus exportaciones, para asegurar la oferta local.
Esto requiere medidas de emergencia. El Grupo del Banco Mundial, tal como lo mencionó recientemente en entrevista del SICA/Al aire, Seynabou Sakho, directora del BM para Centroamérica, acaba de aprobar financiamiento de emergencia para Honduras, en la parte de salud, (ventiladores, elementos de protección) y otras medidas de contención o respuesta de emergencia para apoyar mediante transferencias de efectivo para asegurar que la gente tenga “tortilla” sobre la mesa. Juergen Voegele, vicepresidente de Desarrollo del BM en su blog, menciona entre otras, buenas prácticas de emergencia, digamos un estilo de sala de cuidados intensivos: “Entregar dinero a las personas a través de transferencias de efectivo específicas para que puedan comprar alimentos. Asegurar la entrega de alimentos para complementar las transferencias de efectivo como parte de las redes de seguridad social en zonas donde la disponibilidad de alimentos se ve gravemente interrumpida; continuar proporcionando comidas escolares para asegurar la nutrición de niños vulnerables y sus familias; abrir “canales verdes” para los alimentos, el comercio y los insumos agrícolas para garantizar que las cadenas de suministro se mantengan abiertas y funcionales. Garantizar el acceso y la disponibilidad de insumos agrícolas fundamentales (semillas, manos de obra, fertilizantes, maquinaria, etc.) y sobre todo apoyar a las pequeñas y medianas empresas informales y formales relacionadas al sector alimentario”.
Pocas veces en la historia de Honduras, se ha requerido una respuesta pública y privada tan aguda, inmediata, eficaz, transparente al aprovechamiento de cada centavo que ya se ha gestionado con el Banco Mundial, el FMI o el BCIE. La prensa local debe actuar como fiscalizador de este proceso. El corto plazo es esencial, pero sin olvidar el mediano y largo plazo.
