Enciclopedia de un bello y abismado país: Honduras

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1 de mayo de 2020
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12:13 am
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Enciclopedia de un bello y abismado país: Honduras

¿Vuelven los oscuros malandrines del 80?

Por: Óscar Armando Valladares

Cuando en la octava década del siglo de las equis gemelas (XX), Ramiro Colindres encendió -por así decirlo- la tea de su entusiasmo en el inicio de un inédito proyecto: encapsular en una Enciclopedia temas y tomos sobre la historia de Honduras, nos pareció que emprendíamos -como en los relatos de Homero- un viaje a mares gruesos, y aunque con resuelto aliento asumíamos el reto -él como auspiciador y maestre del navío, yo como el segundo a bordo-, no teníamos idea de la extensión del trayecto ni menos de los escollos ni del peligro de zozobra que implicaba una obra tal.

Fue menester, se comprende, contar con tripulantes apropiados -historiadores, geógrafos, cartógrafos, redactores, fotógrafos-, además de asistentes que a título de colaboradores emitieran sobre la marcha juicios y observaciones conducentes a que la empresa surcara a flote en lo posible, si es que no a toda vela. Sorteando cabos y estrechos se ancló en puerto seguro y, ya en serio, la materia prima trabajada, afinada y capitulada, pasó al equipo técnico de Graficentro Editores -bajo la jefatura del recordado Manuel García-, de cuyos talleres fueron poco a poco saliendo los doce tomos de la Enciclopedia Histórica de Honduras, producida en el trienio 1987-1990.

Privó desde un principio y así se explayó en la presentación, que el criterio seguido respondía a un modesto propósito divulgativo de la historia del país dirigido a la comunidad de maestros, padres de familia y estudiantes. Consiguientemente, en la escuela y en el hogar la obra se constituía en un auxiliar de estudio y trabajo, sin aspirar en ningún momento a ser fuente de consulta para especialistas y eruditos. “Sin pretender parangonar nuestra tarea con otras anteriores -se expresó y dijo sin ambages- creemos que este es el esfuerzo más relevante a la fecha en la búsqueda de sistematizar la historia patria”.

Enciclopedia de un bello y abismado país: Honduras

Treinta años después, creo que valió la pena el esfuerzo individual y colectivo que se hizo. Creo, igualmente, que Ramiro -ese marino en tierra, que diría Alberti- concede estima y primacía valorativa a la Enciclopedia que editó y patrocinó, la cual -al cursar el tiempo- pudimos complementar con la Enciclopedia ilustrada de personajes históricos y figuras contemporáneas y, en la primera década del siglo actual, el voluminoso Diccionario enciclopédico escolar de Honduras y el mundo.

De los primeros dos, subrayo la utilidad que a mí mismo me dispensan a la hora de precisar un hecho o aprehender una fecha anterior a 1990. Haber tenido parte importante en su preparación, me abrió la oportunidad -amplia ciertamente- de investigar, consultar, leer y documentarme y con ese bagaje cruzar a vuelapié el río de nuestra Historia: cristalino a ratos, turbio y sanguinolento de trecho en trecho, virulento al presente, serpeante y seco hasta donde es dable verlo…

Con todo, habemos hijos de sus aguas más claras. Las que cuidó y nos dio a beber Morazán, Valle, Joaquín Rivera, Cabañas; Turcios, Wainwright, Medardo, Filander; María Josefa, Visitación, Berta, Clementina. Somos, al mismo tiempo, agradecidos vástagos de la pródiga tierra, de la tierra adueñada, bella en su estado natural, vestida con el verdor de sus pinos, ornamentada con las alas de las aves, aromada con el aliento de sus flores, perlado su semblante amerindio con el rocío que filtra el alba, regado su cuerpo sustancioso con la lluvia que la nube descarga, entibiada su piel con la diurna caricia del sol, empalidecida con el suave barniz del plenilunio.

Bella, bella la patria en su pétreo relieve, pero muy abismada, no en su nombre asentado en sus hondas raíces, un nombre que se empina buscando -con su “emblema divino”- destacar en el mundo. Abismada por las malas acciones de malos hijos suyos y por “rudas manos extrañas, enemigas” (Castañeda Batres); por la “ambición, artera de esbirros y entreguistas, de estultos y traidores” (Heliodoro Valle); por el “lucro que engendra la discordia y la funesta guerra de exterminio” (Medardo); “pobre y más herida y más llena de muerte” (Pompeyo). Empero, la propia idealidad versal postula el diente por diente reivindicativo: A los malvados que a la patria oprimen con el crimen, “el crimen ha de ponerles coto o volarán odiados y vencidos, del solio conmovidos, por un social y breve terremoto” (Juan Ramón Molina).

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