Por: Héctor A. Martínez
(Sociólogo)
El último sábado de abril por la noche, mientras nos conectábamos vía Facetime con nuestra hija que hace estudios en Chile, una de las cadenas de TV mexicanas transmitía en directo el partido entre el “Tigres” de Nuevo León y las “Chivas Rayadas” de Guadalajara.
Desde luego, se trataba de un videojuego de una serie promocionada por Electronic Arts, y que los “chavos” denominan “fifear” cuando dos o más oponentes se enfrascan en un partido simulado con árbitros, griteríos en las tribunas, y todo lo que implica el espectáculo en un estadio de las grandes ligas mundiales.
Virtualmente jugaban 22 jugadores, pero en la realidad, solamente dos, uno por cada equipo, y con el control del partido en la mano.
Este tipo de entretenimiento nos indica que las formas de comunicación en los diferentes medios cambiarán ostensiblemente, no solo a nivel de espectáculos, sino también en los escenarios donde nuestras vidas se desenvuelven cotidianamente.
No han sido inventados para sobrellevar la pandemia, sino que, aparecieron desde hace algún tiempo, como en el caso de Skype, aunque otros son de uso más reciente, como Zoom, Houseparty y Facetime, todos muy populares en estos tiempos de cuarentena.
A pesar de que las tecnologías de información han permanecido disponibles desde hace varios años, en muchos países como el nuestro, de no ser los jóvenes, la gente se ha negado a echar mano de ellas por considerar que Whatsapp resulta ser suficiente para mantenernos cerca de nuestros familiares y amigos, mientras esperamos el tiempo y el espacio para reunirnos físicamente con ellos, desde luego.
La “despersonalización” de las relaciones humanas que ha ocasionado la pandemia del COVID-19 nos indica que estamos ante las puertas de una revolución en todas las formas de la comunicación humana. Que debemos considerar que los encuentros que involucran grupos numerosos, serán sustituidos por comunidades digitales, no solo como mecanismo de seguridad, sino también porque estas llegarán a convertirse en parte de una cultura de la interacción simbólica, al decir del sociólogo alemán, Georg Simmel.
En otras palabras, el alejamiento físico será cada vez más protagonista entre los humanos, y el acercamiento se limitará, en buena parte, al medio digital -al Smartphone por ejemplo-, que, al mismo tiempo que nos vincula en un retículo de correspondencia comunal, nos aleja cada vez más del otro. Se trata de una ironía o acaso de una involución biológica y cultural. Pero este “alejarse-acercarse” es la única respuesta tecnológica con la que cuenta la humanidad ante el peligro de un potencial rebrote, si consideramos la obstinación de algunas sociedades por volver a la vida de antes.
Las llamadas “comunidades digitales” se han tornado protagónicas, en la primera fase del peligro pandémico, simplemente para conocer las condiciones del encierro de familiares y amigos. Pero, a medida que el futuro se aprecia difuso, las actividades y las transacciones humanas comenzarán a canalizarse a través de las redes digitales, impulsando supersónicamente los avances de la llamada Cuarta Revolución Industrial, o el “Nuevo Mundo” del que hablaba el filósofo Vilém Flusser. Y he ahí que los negocios, la educación, la diplomacia y los servicios tendrán que hacer a un lado el vis-a-vis transaccional, lo que exigirá el acceso de la tecnología a todos los sectores sociales, sin las consabidas promesas demagógicas de los políticos tradicionales y de las restricciones que impone el poder adquisitivo del mercado. Esa será la única manera de poder facilitar los acuerdos entre los diferentes niveles sociales.
Todo esto lo escribo mientras espero una reunión académica a través de un tal “teems meeting”, arrellanado en la comodidad de mi casa.
